Economía
Transporte

El taxi ante una nueva recesión

Emilio Domínguez del Valle. Secretario Técnico de la Federación Española del Taxi (FEDETAXI).

Son muchos y cada vez más evidentes los indicadores que señalan la llegada de lo que se viene denominando, como eufemismo de recesión, un nuevo ciclo bajo de la economía.

Por las lecciones sacadas de la crisis iniciada en 2007, estas situaciones no aquejan con igual incidencia a todos los sectores de la economía. Incluso a algunas actividades les puede afectar de modo anticíclico, dado que estamos en una sociedad en absoluta transformación, que ha venido a instalar el concepto crisis en lo cotidiano, activando múltiples recursos junto con ciertas habilidades para hacer de la necesidad virtud.

Por desgracia, siempre quedan quienes -cuando la incertidumbre es cotidiana-, despiertan al miedo para instalarlo con mayor facilidad en las mentes de los más propensos a confiar en soluciones planificadas en vez de la evolución que siempre surge de la complejidad de lo real, del mérito y del esfuerzo propio. Este es un riesgo evidente del que habría que huir, para obtener el mejor fruto del proceso de cambio implícito en toda crisis.

El taxi tiene una ratio de ocupación por kilómetro francamente mejorable, que la tecnología puede completar muchísimo

Aquellos otros que aceptan las cosas tal y como son y no como deberían ser, pueden aprovechar un escenario en que el sector del transporte se muestra como el sector con mayor transformación. La movilidad urbana es una de las actividades más transversales, afectada por numerosos cambios del modelo de producción, energético, medioambiental, tecnológico, de usos y valores, etc.

En una suerte de culmen de las paradójicas tribulaciones que sufría el personaje de la novela “El hombre que compró un automóvil” (1932), de nuestro Wenceslao Fernández Flores, la sociedad actual se aboca a una reducción en el uso del vehículo privado en ámbito urbano, de modo irreversible en próximas décadas. De hecho, además del descenso en sus ventas, el vehículo privado tiende a dejar de serlo por la proliferación y éxito de los modelos de uso frente a propiedad (sharing, renting, etc.) y la multimodalidad.

Ahí el sector del taxi, pese a los expendedores de miedo, tiene un gran futuro si persiste en reformas como las que, por ejemplo, a iniciativa de Fedetaxi, ya se han impulsado en Madrid y estudian Andalucía, e incluso Cataluña. Tarifas con la condición de máximas, precios cerrados con antelación a las carreras, taxi compartido en tiempo real, etc. Y con estas reformas en marcha tiene un atractivo campo que recorrer con la tecnología como aliada. El taxi tiene una ratio de ocupación por kilómetro francamente mejorable, que la tecnología puede completar muchísimo, optimizando considerablemente su eficiencia y sostenibilidad y rentabilizando por dos cada hora actual de trabajo. Y, además, todo ello sin reducir un ápice sus condiciones sociales ni ningún otro derecho de los trabajadores autónomos que desarrollan la actividad como las libranzas o reducciones horarias de jornadas.

Algunos estudios como el de “Frost&Sullivan” otorgan en la cuota de mercado del taxi un crecimiento cercano al 20% hasta 2025, duplicándose a la par los ingresos en la movilidad en su conjunto y alcanzando un 240% a la actividad del taxi. A medida que el valor añadido cambia del producto al servicio, se espera que el mercado evolucione desde el automóvil como producto hasta ser un facilitador de un ecosistema de vida conectado, donde iniciativas como “mobility as a service” (MaaS) impulsarán mucho más el uso del taxi por segmentos de población que ahora no hacen un uso intensivo del mismo.

Con un marco legal estable tras la “guerra del taxi” que limita el número de taxis y VTC y con un segmento común de precontratación para ambos sectores gestionado por plataformas digitales con perspectivas de gran crecimiento, por lo ya dicho, se abre una creciente oportunidad de negocio para los taxistas, sobre todo los de las grandes capitales.

Se abre una creciente oportunidad de negocio para los taxistas, sobre todo los de las grandes capitales

La subida de los combustibles, que en otro tiempo era un problema severo en las cuentas de explotación de los taxis, ahora no lo representa dado el cambio ya realizado por la mayoría del sector hacia flotas limpias, hibridas, eléctricas, o de otras fuentes sostenibles y no ligadas al diésel y la carbonización. Los anunciados incrementos impositivos tampoco van a ser un obstáculo para esta modalidad de transporte público, sino por el contrario, un estímulo a su desarrollo. De la venidera mejora de infraestructuras resulta también un viento a favor, al igual que las políticas de peatonalización y pacificación del tráfico donde la puerta a puerta que efectúa el taxi gana valor entre sus competidores.

Libertad de elección

La libertad de elección del usuario -siempre que el taxi no caiga en el paroxismo del estatismo o la subvención-, será el mayor acicate para la mejora la competitividad, la profesionalización y el aumento de ingresos de cada taxista, autónomo para más señas.

La orientación al turismo será fundamental para dotar y distinguir al servicio de taxi de los ofertados por las futuras flotas teledirigidas de coches autónomos. La inversión en formación, con el debido apoyo sindical, para la transformación del taxista en un verdadero cicerone de la ciudad será una clave del éxito y excelencia del servicio.

En definitiva, gracias a lo andado en este último apasionante y disruptivo lustro y, pese a los errores cometidos, hoy hay muchas razones para ser optimistas respecto a la evolución de la actividad de taxista. Nada está exento de incertidumbre, pero hoy el sector se encuentra en mejor posición que hace años y si se evitan actitudes inmovilistas, las expectativas son halagüeñas.