Sánchez consigue que España deje de atraer inversión exterior por la presión fiscal y la inseguridad
Las políticas del presidente Sánchez tienen sus consecuencias, y éstas no son precisamente positivas. España está perdiendo de manera sensible atractivo para las inversiones extranjeras debido al aumento de la percepción de deterioro institucional en el país, una mayor presión fiscal y un aumento en los niveles de corrupción, que han hecho caer más de cinco puntos la recomendación de invertir en el país por parte de los ciudadanos que forman parte del G-7, el grupo de los estados más desarrollados del mundo. Los datos provienen del informe ‘RepCore Nations 2023’ de la consultora Reputation Lab, y reflejan que este «deterioro» se extiende a la recomendación de vivir y trabajar en España y se agudiza en el caso de la reputación interna.
Durante la última fase de la legislatura, el Gobierno ha incrementado intensamente los tributos que gravan la actividad económica, así como los que afectan a la imposición personal y el patrimonio. El impuesto de Sociedades es uno de los más elevados de la Unión Europea, el aumento de las cotizaciones sociales que pagan las empresas ha sido brutal en los últimos meses bajo el pretexto del nuevo modelo de pensiones aprobado por el ministro Escrivá, que va a exigir mayores ingresos que en el pasado a cargo de las empresas, lo que tendrá una repercusión directa en el volumen de sus plantillas y en la creación de empleo.
Y finalmente, el Gobierno ha aprobado varios impuestos de nueva generación, en un caso para gravar los beneficios supuestamente extraordinario de la banca y de las eléctricas, y además ha creado el impuesto sobre las grandes fortunas con el objetivo principal de atacar a aquellas autonomías gobernadas por el PP que tenían bonificado casi en su totalidad el impuesto sobre el Patrimonio.
En lo que respecta a los otros aspectos que están minando la capacidad del país para atraer flujos de inversión extranjera, los participantes en el informe destacan el progresivo deterioro de la calidad institucional, así como la inseguridad jurídica, hechos que tienen que ver en un caso con los continuos cambios normativos -muchos de ellos ejecutados bajo la fórmula del decreto ley, que evita la discusión previa en el Congreso-.
Además, a lo largo del último año y medio, el presidente Sánchez y su gobierno han mantenido un discurso anti empresarial que se ha exacerbado hace unos meses con la decisión de Ferrovial de trasladar su sede a los Países Bajos, que desató toda una serie de acusaciones y reproches en contra de la libertad de establecimiento en Europa que ha causado estupor entre los fondos de inversión. Finalmente, los inversores destacan también los últimos casos de corrupción -que han afectado de lleno al Partido Socialista-, así como otras cuestiones de orden institucional pendientes o no resueltas como el nombramiento del nuevo Poder Judicial, o el cambio de mayoría y de la Presidencia del Tribunal Constitucional, sólo con la exclusiva intención de controlarlo con mano de hierro.
Es curioso, en todo caso, que, según el informe de Reputation LAB, en el último año la reputación de España es peor dentro que fuera del país: a ojos de los españoles, los atributos con mayores caídas son la seguridad, el entorno favorable para los negocios y la eficacia de las instituciones. El indicador de reputación muestra que España está 2,1 puntos por encima de la media del G7. En este sentido, y según la visión de los ciudadanos de los países del G7, las principales fortalezas que presenta España están relacionadas con la calidad de vida, la amabilidad de sus gentes, la igualdad, el estilo de vida atractivo o el uso eficiente de los recursos públicos, entre otros.
En el otro extremo, una de las mayores debilidades que se perciben
en España se centran en atributos relacionados con el desarrollo económico y empresarial o los avances tecnológicos, especialmente en el reconocimiento internacional de marcas y empresas nacionales. También existen debilidades en la percepción de otras variables como la calidad del sistema educativo o un entorno propicio para los negocios. En este punto, el socio de Reputation Lab, Fernando Prado, ha destacado que España sigue siendo un país «muy admirado», pero en el último año se ha «deteriorado» su percepción respecto a la calidad institucional, transparencia y presión fiscal, lo que ha tenido como «primera consecuencia» una peor valoración como destino propicio para la inversión.
España tiene mejor reputación en Alemania, seguida de Polonia, Países Bajos, Reino Unido, Suecia e Italia. Por el contrario, el país en el que España recibe peor valoración es Arabia Saudí, y justo después se sitúan China, Singapur y Argelia.
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