Iberia-Air Europa: otra operación que promueve el Gobierno y luego deja caer
Iberia ha vuelto a estrellarse en su intento de compra de Air Europa (perdón por el chiste malo). Este jueves renunció por segunda vez a la operación ante el rechazo de la Comisión Europea, rechazo alimentado por Francia y Alemania. Probablemente, la ruptura es lo mejor para la competencia y los clientes, pero, más allá, vuelve a dejar en evidencia a nuestro Gobierno: otra operación que promueve y luego deja caer (cuando no se la carga directamente).
Digo otra porque ha ocurrido lo mismo con Talgo: como reveló OKDIARIO, fue el propio Gobierno el que instó a los húngaros a tomar una participación en la empresa española si querían ir con ella a concursos internacionales. Y cuando lanzan la OPA, el Ejecutivo se opone furibundamente a ella porque allí gobierna Orbán, que es la ultraderecha amiga de Vox. Y para evitar que triunfe, busca la chapucera alternativa de Skoda, que veremos si sale al final.
Pues ahora con Iberia y Air Europa vuelve a pasar lo mismo. La primera lleva desde noviembre de 2019 intentando hacerse con la segunda, porque para IAG (su matriz) tiene todo el sentido: tendría un dominio muy grande sobre las rutas entre Europa y Latinoamérica, acapararía la parte del león del pastel turístico hacia España, se pondría al frente de las grandes aerolíneas europeas en un momento en que hace falta tamaño para competir con las americanas y, sobre todo, las de Oriente Medio y Asia, y potenciaría a Barajas a la altura de los grandes aeropuertos europeos.
El segundo intento
La pandemia rebajó el precio ofrecido por Iberia de 1.000 a 500 millones, pero, aun así, torció el brazo de Juan José Hidalgo, el dueño de Globalia y Air Europa, porque no tenía músculo para aguantar el parón total de la actividad por culpa del covid. De hecho, tuvo que recibir los préstamos de la SEPI para mantenerse viva mientras se resolvía la fusión en Bruselas.
En diciembre de 2021, la Comisión Europea dejó claro que no le gustaba nada la operación precisamente por el impacto que tendría en la competencia: menos vuelos y más caros. Así que Iberia renunció a seguir adelante.
Hasta ahí, todo más o menos normal y lógico. Lo extraño viene después. Iberia lo vuelve a intentar en febrero de 2023, ante el acercamiento de Air France a Globalia, que representaría un doble fracaso: no la compro yo y encima se la queda uno de los principales competidores.
Hidalgo ya no estaba tan asfixiado porque el turismo empezaba a remontar, pero tampoco estaba out of the woods, como dicen los anglosajones. Así que aceptó el nuevo intento, si bien garantizándose una indemnización de 50 millones en caso de que volviera a fracasar. Indemnización que ahora va a cobrar tras la ruptura, que era su opción preferida porque Air Europa ahora sí que ha cogido velocidad de crucero y no necesita para nada la fusión.
La promesa de Calviño
Pero el gran misterio es por qué pensaba IAG que esta vez la Comisión diría sí después de haber dicho no. De hecho, el Financial Times publicó que en Bruselas decían que, «si no nos gustó la primera vez, tampoco nos va a gustar la segunda», ya que no veían apenas diferencia. La razón de la confianza del holding de Iberia era el apoyo del Gobierno español, que le prometió pelear en la UE porque saliera adelante la operación esta vez, porque la consideraba muy positiva para España y para el hub de Barajas.
Y, al igual que ha ocurrido con los húngaros de Talgo, Pedro Sánchez se la ha jugado a Iberia. Es verdad que aquel apoyo entusiasta venía de Nadia Calviño, que se ha desentendido de todas sus promesas y de las cuestiones españolas desde que está en el BEI. Y que su sucesor, Carlos Cuerpo, se ha mostrado mucho más frío respecto a la operación. Como también les hemos contado aquí, ha renunciado directamente a plantear batalla contra Francia y Alemania, que sí han defendido con ardor los intereses de Air France y Lufthansa.
Pero no nos engañemos, en este Gobierno sólo manda una persona. Y se hace siempre lo que esa persona dice. Por tanto, si Sánchez hubiera apostado de verdad por la fusión, habría encargado a Cuerpo que la peleara. Y no lo ha hecho. ¿Por qué? Pues a saber; quizá, porque está entregado por completo a que Teresa Ribera sea comisaria de Energía y cree que para conseguirlo es mejor no tocar las narices en Bruselas con una operación que, a fin de cuentas, a él le da igual porque no le proporciona votos.
¿Y la promesa hecha a Iberia? Bueno, no hace falta que les contemos precisamente aquí el valor que tiene la palabra de Sánchez, ¿verdad?
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