Ferrovial vapulea a Sánchez… que es justo lo que quiere Sánchez
El presidente del Gobierno tiene más argumentos para seguir atacando a los empresarios, y eso le da votos
Del Pino: «España seguirá siendo nuestro país y no vamos a renunciar a ello»
El 93,3% de los accionistas de Ferrovial ha votado a favor de su traslado a Países Bajos
A estas alturas del partido, no les vamos a contar por qué se va Ferrovial de España (su sede, que no su negocio) y por qué se van a ir bastantes más empresas si Pedro Sánchez repite como presidente. Pero sí merece la pena destacar que lo ocurrido en la junta de accionistas le viene muy bien a la estrategia antiempresarial del Gobierno, a pesar del repaso que le dieron los dueños de la constructora.
Para entenderlo, hay que partir de lo de siempre: a Sánchez le da exactamente igual que Ferrovial se vaya o que se quede, lo mismo que le resbala cómo vaya la economía española, la inflación, el paro o la deuda; lo único que le importa es seguir en el poder como sea.
Con eso siempre en mente es como hay que interpretar la campaña emprendida desde hace meses (ya más de un año) por el Gobierno contra los empresarios. Sánchez cree que eso le da votos -desde luego, si abandera él ese discurso propio de Podemos, se los quitará a los de Pablo Iglesias- y por eso va a seguir dando la matraca con este tema de aquí a las elecciones generales.
Ferrovial se la pone botando
Ese discurso demagógico de los «señores del puro» que se forran a costa de los sufridos asalariados -víctimas de la inflación en la cesta de la compra y en la factura de la energía, y de las subidas de tipos de las hipotecas- aprovecha el empobrecimiento de la ciudadanía desde que gobierna, casualmente, el PSOE y la abismal falta de cultura económica del español medio. Y ya se sabe que el mejor amigo del hombre no es el perro, sino el chivo expiatorio: le echo la culpa a los empresarios y así no me la echan a mí.
Con ese caldo de cultivo, que una empresa que se dedica principalmente a las concesiones públicas decida cambiar su sede fuera de España es una bendición caída del cielo. Le ponen en bandeja llamarles desagradecidos y antipatriotas, pedir que devuelvan el dinero de los contratos con el Estado, amenazarles con quitarles las supuestas ventajas fiscales (otro de sus mantras falsos es que las empresas no pagan impuestos) como hizo el miércoles Escrivá, etc. Más leña al fuego contra los empresarios.
Por eso, que la junta de Ferrovial haya aprobado la salida de España con rumbo a Países Bajos, en un acto innegablemente valiente tras las enormes presiones y amenazas recibidas, es una buena noticia para Sánchez, porque le permite seguir con esta campaña. Y si otras empresas siguen su ejemplo, mejor todavía.
«Democracia económica»
Sorprendentemente, el presidente no hizo ayer referencia a este asunto en su mitin de Cáceres. Ya lo habían hecho otros ministros antes de la junta. La que sí saltó como un resorte fue Yolanda Díaz, que es más lista que todos los de Podemos juntos y sí es consciente de que Sánchez les está comiendo la tostada en este tema. Calificó de «inaceptable» la salida de Ferrovial y aseguró que «ha generado indignación en el país». Por supuesto, aprovechó para amenazar a todas las empresas: «Tienen que comprometerse con su país y la mejor forma es avanzar en democracia económica».
¿Qué es la democracia económica? Pues lo de siempre: socialismo. Es decir, meter en el gobierno de las sociedades a los trabajadores (o sea, a los sindicatos subvencionados por el Gobierno) y aprobar leyes que limiten la libertad de empresa. Como el observatorio de márgenes (échale guindas al pavo) que quiere crear Nadia Calviño, un órgano «independiente» (pueden reírse) que diga si una empresa o sector gana mucho, porque ellos lo dicen, y prohibírselo. Es a lo que vamos, a la estatalización de todos los ámbitos de la vida.
¿Le saldrá bien a Sánchez?
Hay una cierta contradicción entre que a Sánchez le venga bien que Ferrovial se vaya y que haya metido tanta presión (incluidos posibles seguimientos del CNI a Del Pino) para impedirlo. Por un lado, tiene que cubrir el expediente y ser coherente con su discurso: si es tan malo que Ferrovial se vaya, el Gobierno debe hacer todo lo posible por evitarlo. Por otro, esta salida ha hecho saltar las alarmas en la UE: qué está pasando en España para que las empresas huyan. Eso ha provocado el pánico en el presidente, que quiere retirarse en un cargo europeo, pero ha cometido la torpeza de plantear un discurso nacionalista contrario a la libertad de movimientos en la UE, como bien recordó ayer Del Pino en la junta.
Por último, hay cierto debate entre los politólogos sobre si esta estrategia de atacar a las empresas tendrá rédito electoral. Es verdad que puede ganar votos por la izquierda, pero los puede perder por la derecha, ya que muchos ciudadanos no entienden esta furia contra algunos de los mayores creadores de empleo de España. Esperemos que así sea, aunque, como decimos siempre en esta columna, Sánchez no suele equivocarse en sus estrategias. Nunca hay que menospreciarle.
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