CaixaBank reclama nuevas políticas en educación, inversión y empleo para afrontar el reto tecnológico
El servicio de estudios de CaixaBank ha elaborado un informe para analizar el impacto de la denominada «cuarta revolución industrial» en la estructura productiva de la economía, en el que manifiesta la necesidad de modificar las políticas públicas en materia de educación, inversión y empleo para responder al cambio de entorno y crear un marco más adecuado para que trabajadores y empresas hagan frente al reto tecnológico con garantías de éxito.
El documento ha sido presentado por el director de Macroeconomía y Mercados Financieros de CaixaBank Research, Oriol Aspachs, junto con el responsable del estudio, el economista Javier García Arenas. El trabajo muestra como España ha sido una excepción en los últimos años, al registrar un leve aumento de la productividad mientras que el resto de países desarrollados han experimentado caídas en este indicador.
El hecho de que España haya registrado el citado incremento no permite lanzar las campanas al vuelo ya que –según ha recordado Aspachs– a nuestro país todavía le queda mucho camino por recorrer para acercarnos a los niveles de productividad de la mayoría de nuestros socios europeos.
El analista de CaixaBank Research ha señalado que en el caso de España lo preocupante, más que la productividad, es la dualidad del mercado laboral, que se ha agudizado por el efecto del cambio tecnológico y la excesiva crudeza de la crisis «que ha provocado una divergencia de tipologías de trabajadores cuya reducción es un reto de primer orden».
A este respecto, Aspachs ha manifestado la necesidad de apostar por una educación más orientada a los nuevos perfiles profesionales y al cambio del paradigma «para que se enseñe a aprender en lugar de a memorizar», con una regulación del mercado de trabajo que optimice las políticas activas de empleo, introduciendo el Big Data para, mediante la estadística, ayudar a los parados a encontrar un empleo que se ajuste a sus perfiles individuales.
Aunque para el servicio de estudios de la entidad financiera el efecto global de la «cuarta revolución industrial» será positivo para el empleo «gracias al mayor protagonismo que adquirirán las profesiones que más se beneficien de los nuevos desarrollos tecnológicos», la realidad es que «seguirá haciendo falta que exista una importante red de seguridad a cargo del Estado» para aquellos que se queden fuera del mercado laboral.
El documento añade en esta línea que el cambio tecnológico puede aumentar las diferencias de productividad entre profesiones, un fenómeno que ya se ha empezado a producir y que es uno de los factores que explica el aumento de la desigualdad salarial en muchos países desarrollados.
«La llamada cuarta revolución industrial ya está transformando de manera profunda tanto la estructura productiva de la economía como el proceso de difusión tecnológica. Las economías del futuro serán las que dispongan del marco más adecuado para dar respuesta a estas nuevas tendencias», apunta el director de Macroeconomía y Mercados Financieros de CaixaBank Research en el Editorial del informe.
Innovación y productividad
El trabajo realizado por la entidad financiera explica cómo existe también una «marcada dualidad» entre un grupo selecto de empresas muy productivas y otro mucho más rezagado que no utiliza las mejoras tecnológicas que tiene a su alcance. «Esto facilita que nos estemos moviendo hacía una economía a dos velocidades, con compañías líderes en productividad y elevada inversión en capital intangible y empresas con baja productividad y poca inversión con capital tangible».
Y precisamente es en este segundo grupo de compañías en las que debe fundamentarse el incremento futuro de la productividad debido a su elevado potencial de mejora. En este sentido Aspachs ha destacado que las iniciativas que permitan a las empresas adquirir un mejor conocimiento de la evolución de su sector en tiempo real, «pueden actuar como acicate para que adopten las mejores prácticas en esta materia».
Productividad, renta y PIB
El informe revela como, en los últimos años, el ritmo de avance de la productividad a nivel mundial se ha reducido, pasando de crecer un 2,6% anual entre 1996 y 2007 a una tasa del 1,8% en el periodo 2013–2016. Esta desaceleración tiene un gran impacto sobre el bienestar de las familias ya que, según los datos de CaixaBank Research, si no se hubiera producido esta reducción del crecimiento por ejemplo los estadounidenses estarían ganando 8.400 dólares más cada año.
La gran paradoja es que se esté agotando el repunte de la productividad justo en el momento de la historia en el que el progreso tecnológico avanza con más rapidez. Existen varios elementos que pueden explicar esta tendencia: que las actuales formas de medir la actividad económica no sean las más adecuadas para incorporar las nuevas tecnologías (el uso de Google o Facebook no computa en el PIB), que no se calibre adecuadamente el capital intangible o que, en definitiva, la desaceleración de la productividad refleje una vuelta a la normalidad.
«Una posibilidad es que nos encontremos en una fase de transición en la que empresas y consumidores todavía están aprendiendo a utilizar efectivamente la nueva tecnología. Al fin y al cabo, la larga difusión de las dos primeras revoluciones industriales muestra que las innovaciones tardan tiempo en filtrarse plenamente por la economía», apunta uno de los artículos del citado informe.
Además de los factores de fondo mencionados, el documento recuerda que la fuerte recesión que han experimentado la mayoría de países desarrollados en los últimos años también puede haberse sumado a la menor pujanza de la productividad. «En general, el crecimiento de la productividad suele tener un comportamiento procíclico: aumenta en las fases expansivas y se reduce en las recesiones, un comportamiento que a priori puede resultar poco intuitivo», explica CaixaBank Research.
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