El Sheriff sacó su estrella para detener al Real Madrid en la Champions. El modesto equipo prolongó su sueño europeo y no sólo resistió las embestidas del equipo de Ancelotti para aguantar el empate, sino que marcó un postrero golazo para rascar una victoria histórica en el Bernabéu que le mantiene líder y pone patas arriba el grupo.
Ancelotti no rotaba. Por ponerle un verbo, oxigenaba. Verbo que, stricto sensu, debería aplicarse en exclusiva a Luka Modric, el abuelo del Real Madrid a quien Dios guarde muchos años con las botas puestas. Carletto le dio descanso ante el modesto Sheriff, que se plantaba en el Bernabéu con su nombre molón y un historial en Champions como el currículum de Irene Montero: vacío.
Más allá del descanso a Modric Ancelotti devolvía a Nacho al lateral diestro, recuperaba a Miguel Gutiérrez para el siniestro, mantenía a la dupla de centrales Militao-Alaba porque no tiene más, situaba al vigoroso Camavinga junto a Casemiro y Valverde, y daba la camiseta de titular a Hazard, que tuvo unos esperanzadores minutos ante el Villarreal, junto a los inamovibles Vinicius y Benzema.
Igual que al Teniente Coronel Killroy de Apocalypse Now le gustaba el olor a napalm por la mañana al Bernabéu le gusta el olor a Champions y por la misma razón: porque huele a victoria. Por eso el regreso de la competición fetiche del Real Madrid al coliseo blanco era una noticia ansiada, más allá de que al rival le faltara fuste.
El caso es que el Real Madrid salió dispuesto a pasaportar el partido por la vía rápida como Pedro Sánchez cuando telefonea a Casado. Y también sin miramientos. Mucha presión en defensa y un punto de precipitación en ataque, como si quisieran marcar el segundo gol antes que el primero. Todos tenían prisa menos Hazard, que mediapunteaba en ese nuevo puesto que le ha inventado Ancelotti para que esté cerquita del área y proteger sus tobillos de tentaciones de los defensas.
Aprieta el Madrid
La primera llegada seria del Madrid la protagonizó Vinicius, que se enredó a regates y al final se le echó un defensa encima para abortar su disparo fuera del área. Los jugadores del Sheriff sacaron sus pistolas con sendas entradas que hicieron pupita a Camavinga y Casemiro.
Con paciencia y cintura para esquivar las cornadas encerró el Real Madrid al Sheriff en su comisaría. Así llegó una falta clamorosa de Arboleda a Hazard en la misma frontal del área. Se la pidió Benzema aunque podría haber sido también para un zurdo. Respondió adornándose el meta Athanasiadis, que envió la pelota a córner con una palomita para la foto.
El Real Madrid se ensimismó en su juego y el Sheriff, que no hacía prisioneros, siguió pegando disparos a las piernas de los jugadores madridistas. Y cuando uno se ensimisma en la Champions, lo paga. Y lo pagó el Madrid en el 24 con un gol inaudito que cocinó Cristiano por la izquierda, al que Nacho defendió con la mirada pero con distancia de seguridad, y remató Yakhshiboev sin que ni Alaba ni Miguel Gutiérrez se perdieran el gol.
El Real Madrid atacó con más ahínco pero no mejor. El Sheriff siguió a lo suyo: replegar y pegar. Y encima disponía de descampados a la espalda de la defensa blanca para seguir dando algún que otro susto. Los de Ancelotti dispusieron de cuatro ocasiones seguidas que marraron Benzema, Vinicius, Hazard y Nacho. El Bernabéu alucinaba pepinillos que diría Chicote.
Cantada múltiple
Fueron cinco minutos de vértigo que abrochó Benzema con una magnífica maniobra culminada con un disparo desde la frontal que acarició por fuera el palo izquierdo de Athanasiadis. Con esa ocasión y la resistencia visitante nos fuimos al descanso.
Del que volvimos con el dominio intensificado del Real Madrid. El fantasma de una pifia en el estreno de la Champions en casa sobrevolaba por el Bernabéu. Ancelotti se impacientaba y el madridismo más. Sus jugadores no encontraban resquicio entre la defensa moldava, organizada como as estanterías de una farmacia.
Lo intentó Hazard en el 55 con un disparo flojo y centrado que rechazó el meta Athanasiadis. El Madrid le estaba haciendo internacional. Aunque Ancelotti esperaba a que sonara la alarma de su Nokia para hacer los cambios, puso a Modric a calentar porque no se fiaba un pelo de cómo empezaba a pintar la cosa.
Carletto se lio la manta a la cabeza e hizo cuatro cambios a la vez: Kroos, Modric, Rodrygo y Jovic. Justo antes de decidir a quién quitaba, le hicieron un penalti escandaloso a Vinicius que el árbitro no pitó. Como era con un piano el VAR le avisó de que lo viera y lo vio. Obviamente, lo señaló. Benzema lo tiró y lo marcó. Entonces Ancelotti pudo ejecutar sus cambios y sacar del césped a Miguel Gutiérrez, Nacho, Casemiro y Hazard.
Empate y caos
El Real Madrid pasaba a jugar con Valverde de lateral derecho, Camavinga de lateral zurdo, Militao y Alaba de centrales; Kroos y Modric de pivotes, Vinicius y Rodrygo de extremos; y Jovic y Benzema de delanteros. Una cosa rara que, si funcionaba, le daría a Ancelotti muchos titulares de prensa como el gran estratega que no es.
El Sheriff llegó incluso a marcar un segundo gol, menos mal que el tal Bruno estaba 10 metros en fuera de juego. El VAR tardó un siglo el ratificar la decisión que el asistente había visto en un segundo. Poco después Modric probó la cara dura de Athanasiadis, al que le pegó un pelotazo a bocajarro en un mano a mano.
El portero del Sheriff también le paró un disparo a Militao con el antebrazo dos minutos después. Se mascaba el gol del Madrid. Pero los blancos seguían atascados en esa manifestación de jugadores que era la frontal del área. Y cuando encontraban huecos, ahí aparecía el portero griego para seguir agigantando su figura.
El Real Madrid lo intentó hasta el final pero no pudo. El Sheriff resistió y, cuando parecía que iba a lograr un empate histórico en el Bernabéu, consiguió lo imposible: marcar un golazo increíble al filo del 90, obra de un tal Thill, que le daba la victoria y el liderato del grupo. Un triunfo histórico que pone patas arriba el grupo de la Champions.