Sainz y Alonso se rompen con Bottas por primera vez en la pole
Un serpenteo de chispas y ronquidos, una amalgama de luces recorriendo metódicamente cada apéndice de alquitrán diseñado en el desierto, veinte monoplazas peleando contra el segundero por arañar esa décima que les dejé en pista una sesión más. Es la angustiosa noche de Bahréin, una iluminación artificial que descubre las debilidades de McLaren-Honda: soñar no era una realidad para Fernando Alonso.
La suerte le sonrió amargamente en el primer envite. Sainz volaba en su último intento de buscar la Q2, Fernando Alonso marcaba el corte fatal, y el STR12 se detuvo por fallo cardiaco. Un engaño que maquilla las debilidades de un monoplaza que no despierta de su letargo interior. Una falta de coeficiente intelectual grave que, por mucha belleza exterior, no vale para mucho más que una Q2.
La desesperación se hacía una sola carne con Carlos Sainz, un saco de desgracias que no escondía su enfado ni en radio ni en el corralito. Una cadena de infortunios que, al final, también salpicaba a su homónimo español. En la Q2 no marcaba ni tiempo por algún problema en el MCL32. Antes de llover en el motor Honda, siempre chispea. Dos rotos sin ningún descosido.
Problemas para Fernando Alonso y Bottas vuela
Stroll volvía a sembrar dudas sobre su capacidad con un Fórmula 1 dejándolo fuera de la Q3, mientras que Red Bull amenazaba a Ferrari y Mercedes. Una batalla de seis por un solo puesto: la pole. Escondido entre la inocencia de su Mercedes surgió el elemento finlandés. Ese extraño piloto creado para sustituir a Nico. Por fin lo hizo con galones: pole por delante de Hamilton. La primera de su carrera. Vettel, esta vez más lejos, tercero, a cuatro décimas. Le felicitó en el box, abrazándolo por detrás como a una novia. La procesión va por dentro.
Una sesión de clasificación que descubre vicios del pasado: Ricciardo por delante del niño prodigio, Max Verstappen; Mercedes por delante de Ferrari, sobradamente; McLaren-Honda sufriendo en fiabilidad y rendimiento sin milagro alguno; y Lewis Hamilton de codazos con su compañero de equipo. La noche de la Pascua, del sábado al domingo, no será el paso de la muerte a la vida para Fernando Alonso. El devenir competitivo espera más allá, por lo menos, hasta el 28 de mayo. 500 millas cargadas de esperanza. Hasta entonces, a seguir paseando con la cruz a cuestas.
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