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Se impuso en tres sets (6-3, 6-3, 7-6) y espera a Djokovic o Tsitsipas

Nadal es gigante: vence a Schwartzman y ya está en la final de Roland Garros

Rafael Nadal se clasificó para la final de Roland Garros, después de derrotar en tres sets (6-3, 6-3, 7-6) a Diego Schwartzman, en un partido en el que el manacorense impuso su ley de principio a fin, a pesar de la resistencia de su rival

  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

Una final de Roland Garros no se explica sin la presencia de Rafael Nadal. El tenista manacorense es el rey en París y un año más, y van 13, estará en el partido por el título en la Philippe Chatrier. Para completar su perfecta trayectoria en el torneo, Rafa anuló a la revelación del cuadro, Diego Schwartzman, en un duelo (6-3, 6-3, 7-6) en el que tuvo la paciencia para aguantar el juego constante del Peque, para aprovechar la oportunidad de arrollar cundo el argentino bajó el pistón, fruto del cansancio derivado del eterno duelo ante Thiem en cuartos. Schwartzman demostró que tiene más vidas que el resto y resistió en el alambre en un tercer set épico, hasta una muerte súbita en la que Nadal confirmó su presencia en el partido por el título, con la brillantez de un auténtico campeón.

Nadal se enfrentaba a su segundo gran reto en una edición muy especial de Roland Garros. El primero, Jannik Sinner, fue solventado por el doce veces campeón con aires de ganador. Basado en una rapidez de piernas imprescindible para luchar por el título y una derecha a su mejor nivel, Rafa esperaba a Schwartzman con aires de revancha, después de su derrota en el último duelo entre ambos, en el pasado torneo de Roma. Diego, además, no llegaba en plenitud física después de un triunfo cocinado en cinco horas de duelo ante Dominic Thiem. La incertidumbre rodeaba al partido, aunque el favoritismo de Nadal era a priori claro.

Schwartzman quiso aprovechar su frescura de inicio, siguiendo el guion previsto de aguantar una pelota más y esperando el error de Rafa. El manacorense subió la apuesta, sin ninguna prisa y sabedor que el desgaste corría a su favor. Pelotas a triple red y un primer juego de más de diez minutos… que fue al casillero de Nadal. Una vez tomada la primera ventaja tangible y moral, el español comenzó a sumar sensaciones, y con las opciones dadas en cada resto, debido a la debilidad de servicio de Schwartzman, el break llegaría en el segundo juego y en el cuarto, suficientes para mantener y, a la tercera oportunidad, cerrar el primer set a su favor.

Nadal no había alcanzado la velocidad de crucero, pero con una hora de partido ya en las piernas e intercambios largos casi en cada punto, sus opciones se multiplicaban en los juegos posteriores. La resistencia del Peque iba a volver a resquebrajarse en su segunda tanda de saque. Rafa se mostraba más acertado en ataque y muy ordenado en sus golpes, casi perfecto tácticamente, no dejaba opción a una posible remontada de su rival. En el noveno juego del segundo set, un nuevo quiebre le daba el parcial, colocándole a un paso de la final.

Dos pasos más adelante en la pista, comiendo terreno en cada punto a Schwartzman, Rafa se confirmaba como el claro dominador del encuentro, más allá de lo que dicta el resultado. Las condiciones de la pista lanzaban la derecha del manacorense, al que ni las pelotas ni el frío han parado en todo el torneo, y el conato de recuperación de Diego después de un primer break no hizo dudar al español.

Sufrimiento y victoria en la muerte súbita

Un nuevo quiebre volvía a repetir la situación, con unas tablas que sólo podían romperse con un detalle. Lo tuvo en sus manos Nadal con 5-4 y 30-30, pero un revés del manacorense se quedó incomprensiblemente en la red. El Peque respiraba a base de pundonor, con una actitud encomiable, mientras Nadal había perdido el nivel encontrado escasos minutos y su rival subía enteros con cada punto, suelto y sin nada que perder. El desenlace del set –y del partido– había pasado a ser una incertidumbre.

La consistencia de Schwartzman venía acompañada de tiros ganadores, inverosímiles, que descolocaron a un Nadal que salvó dos pelotas de break con sendas derechas maravillosas. Diego respondía al servicio, refrendando su inmejorable nivel en la segunda mitad del tercer set. La muerte súbita dictaría sentencia, repartiendo justicia, aunque sin demasiada historia. Las virtudes de Rafa se juntaron con siete puntos de otro planeta, todos del lado del manacorense, para poner los dos pies en una nueva final de Roland Garros, en la que tratará de seguir escribiendo la historia.