La tercera sinfonía de Zidane

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Los jugadores del Real Madrid celebran uno de los goles al Espanyol. (Reuters)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Con la obligación de ganar para no tirar del todo la Liga, de salida apostaba Zidane por su diez de gala: estaban todos menos Bale. Danilo recuperaba su puesto natural, el banquillo, después de que en el Villamarín al brasileño se le vieran las costuras. En su puesto entraba Carvajal, más bonito, más barato y, sobre todo, mejor. También regresaba Sergio Ramos, el gran capitán, que había estado ausente por lesión de las últimas batallas.

Sin novedad en el resto, con Varane y Marcelo completando la zaga, el mismo centro del campo de los tres partidos de la era Zidane –Kroos, Modric e Isco–, James intentando la reconciliación con el Bernabéu, y arriba Cristiano y Benzema con la escopeta cargada e intentando disparar con más acierto que ante el Betis.

El Espanyol, sobre el papel, parecía la vaquilla, el Real Madrid, Fran Rivera y el Bernabéu, la niña en brazos que quería disfrutar de una faena cómoda y divertida. Poco tardó el equipo blanco en tener la primera. Fue a los 54 segundos, después de una buena maniobra de James en la frontal, una pared con Cristiano y un pase a la llegada de Marcelo, que irrumpía por sorpresa como la Guardia Civil en el PP valenciano. El disparo del brasileño se marchó a las nubes para respiro del meta espanyolista.

Repitió Cristiano con un tiro desde la frontal que desvió no sin apuros Arlauskis. El Real Madrid dominaba con una sinfonía al toque, con Modric llevando la batuta en plan Von Karajan, y parecía tener prisa por pasaportar el partido. Un disparo de Isco lamió el poste izquierdo de la meta blanquiazul. Se mascaba el 1-0, que llegó un minuto después.

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Benzema cabecea el primer gol del Madrid. (Reuters).

Se juntaron Modric y James para marcarse un dueto en la banda derecha. El colombiano amagó y centró de zurda. Su pase iba medido al segundo palo, por donde merodeaba Benzema haciéndose el despistado. El francés conectó un cabezazo certero que se coló junto al palo derecho de Arlauskis. El Madrid obtenía el rédito a su inversión en ataque total, jugando con nueve futbolistas en campo contrario.

Pero los de Zidane no se conformaban. Seguían acosando al Espanyol con un juego fluido y dañino. Y así llegó el segundo. Fue una pared al toque entre Benzema y Cristiano, que encaró a Roco, ese central con nombre de actor porno, que derribó al luso con un rodillazo descarado. Ronaldo se encargó de marcar el penalti, su decimoséptimo tanto en Liga.

Y el Real Madrid seguía a lo suyo. Más ataques, más dominio, más posesión, más espectáculo. El equipo obedecía a pies juntillas las órdenes de Zidane: jugar a dos toques, mucha movilidad y hacer del campo una túnica de Falete: ancho y muy amplio. El tercero era cuestión de tiempo. De cinco minutos, vamos. Recuperación de Modric en la presión alta, pase para James y zurdazo del colombiano que toca en Pape Diop y despista a Arlauskis. Al cuarto de hora el Madrid ya había hecho spoiler al partido.

Un asedio primoroso

Los blancos rozaban el 80% de posesión del balón, casi siempre en campo del Espanyol, que encajaba un golpe tras otro sin poder ni levantarse de la lona. Ramos y Varane elevaban la línea de defensa hasta la divisoria. Se mascaba otra goleada de escándalo en el Bernabéu, pero a los 20 minutos el Madrid decidió tomarse un respiro como una cuadrilla de obreros a la hora del bocata.

Pero seguía teniendo la pelota, acariciándola como si fuera un gato de Angora, con florituras de salón que convirtieron el Bernabéu en la fiesta de la espuma. La gente sonreía, aplaudía, se entusiasmaba, disfrutaba. En una palabra: flipaba. El Espanyol decidió empezar a rascar como el papel higiénico del chino. Los periquitos empezaron a repartir patadas como si estuvieran en una peli de Van Damme y el Madrid entendió el mensaje y levantó el pie.

Hasta pudo acortar distancias el Espanyol en una jugada a la que llegó muy forzado Salva Sevilla, pero perdonó y al Madrid si le perdonas, lo pagas. En la contra Cristiano se marcó un cambio de ritmo como en sus mejores tiempos. Galopó, encaró al defensor periquito al que sentó con un regate de cuerda y batió a Arla con un zurdazo demoledor. Puede que fuera su mejor gol desde hace meses, aunque en su culata hay más muescas de goles que imputados en el caso de los ERE de Andalucía.

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Cristiano celebra su segundo gol ante el Espanyol. (Reuters)

El Espanyol siguió embistiendo en el inicio del segundo tiempo. Los jugadores de Zidane bastante tenían con esquivar las cornadas de unos pericos demasiado bravos. Tenían ya la puerta grande sólo quedaba evitar la enfermería. Una buena mano de Keylor evitó el tanto del Espanyol y una acción de potrero de Isco pudo haberse convertido en el quinto del Madrid.

Una virguería de Cristiano precedió al cambio de Modric con el Bernabéu en pie durante medio minuto. Bien por Zidane, que sabe que debe guardar a Luka como oro en paño si quiere que su equipo tenga alguna opción de ganar algo esta temporada. Salía en su lugar Jesé, no como en los tiempos de Benítez, que habría sacado a Casemiro por aquella chorrada del equilibrio.

Se va Modric, pónganse en pie

Tuvo Cristiano el quinto del Real Madrid y su hat-trick particular en una falta que golpeó con su tiro de siempre y se fue arriba por muy poco. También Benzema había tenido la suya para hacer doblete, pero al galo le faltó puntería. Luego tuvo dos el Espanyol para hacer el del honor, pero primero Keylor y después Sergio Ramos evitaron el tanto. Ya habían saltado al campo Casemiro por Kroos y Lucas Vázquez por Benzema. Cristiano, un partido más y van todos los de esta temporada, jugaba los 90 minutos.

El partido había decaído un poco quizá porque el Madrid se había tomado el postre y el café antes del segundo plato. Aun así, los blancos dejaban detalles para emocionar a la grada y Cristiano, que no entiende de partidos resueltos ni de minutos de la basura, buscaba el tercero. Lo consiguió después de un chotis de James entre jugadores espanyolistas y de un pase a media de Jesé. Ronaldo, esperándola en el segundo palo, sólo tuvo que cabecear a la red. Sonreía CR7 porque los goles son su felicidad.

El sexto que cerraba a goleada lo marcó Duarte en su portería después de una maniobra de Jesé que cada vez se parece más al jugador de antes de la lesión. Si con Benítez estaba en el ostracismo, con Zidane el canario tendrá la ocasión de ser importante. Eso sí, le tocará salir muchas veces cuando el partido esté cerrado o se haya puesto cuesta arriba. Justo como más le gusta.

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