Deportes
Más allá del circuito de La Sarthe

Campings, barbacoas y espíritu de supervivencia: la otra cara de las 24 Horas de Le Mans que pocos conocen

Más de 300.000 personas llenan cada rincón del circuito de La Sarthe, desde las gradas hasta los campings

El periodista en Le Mans trata de sobrevivir como puede pasando la noche deambulando por las zonas de prensa

OKDIARIO aterriza en La Sarthe para la histórica carrera de las 24 Horas de Le Mans

  • Jesús Buitrago
  • LE MANS
  • Enviado especial
  • Redactor de deportes. Apasionado de los viajes con miles de kilómetros de experiencia a mis espaldas tras recorrer los cinco continentes y más de 100 países.

La ciudad de Le Mans se convierte cada mes de junio en un auténtico campamento humano. Más allá del rugido de los 62 coches y el glamour que se vive en los boxes, hay otra cara que pocos aficionados al automovilismo conocen entre campings, barbacoas y periodistas al borde del agotamiento. Se trata de una faceta de la conocida como «resistencia» que muestra el lado más humano, humilde y brutal de las míticas 24 Horas.

La población de esta ciudad francesa es actualmente de unos 145.000 habitantes aproximadamente, pero durante los días de la carrera esta cifra se duplica. Y es que más de 300.000 personas llenan cada rincón del circuito de La Sarthe, desde las gradas hasta los campings improvisados. Se instalan tiendas y caravanas en terrenos anejos al famoso trazado; las barbacoas humean desde el amanecer y las noches se iluminan con fogatas y tertulias entre familias y amigos.

En mitad de este bullicio aparece una figura casi invisible: el periodista de automovilismo, pasando la noche deambulando por las zonas de prensa de las diferentes escuderías sintiendo cómo el circuito le absorbe. Porque Le Mans no solo desafía a coches y pilotos, también pone a prueba a quienes lo cuentan.

Cuando la prueba de resistencia más importante del mundo da su pistoletazo de salida a las 16:00 horas, los profesionales de la información inician su propia maratón: redactores, fotógrafos o locutores permanecen despiertos hasta que la carrera toca a su fin al día siguiente.

Algunos periodistas se conforman con dormir malamente en un sillón, otros en el suelo –con una chaqueta como almohada–. Un buen número apenas interrumpe su trabajo con un café, un sándwich o la esperanza de captar una noticia de última hora: un accidente, una posición inesperada, una variante meteorológica.

Una comunidad alternativa más allá de la pista

Por otro lado, hay otro tipo de aficionado que celebran su propio espíritu de supervivencia en las zonas de camping. Grupos de amigos, familias, peñas…, todos procedentes de distintas partes del mundo, convergen en una misma pasión. Montan barbacoas, comparten historias, anécdotas de la carrera y la vida, se intercambian banderas con los colores de sus escuderías favoritas.

Sin duda alguna, el ambiente que se respira en esta parte desconocida en Le Mans es una coctelera de emociones y cansancio.  Y es que una de las carreras más importantes del planeta supone un examen de resistencia, una prueba donde el titular sale bien dormido, o directamente sin dormir.

Está claro que no hay trofeo reconocido al «mejor periodista nocturno», pero sí una sensación íntima de propósito cumplido. Porque en Le Mans, tras 24 horas de conducción, también termina otra carrera: la de quienes hacen posible que cada noticia, cada vuelta y cada instante pase de la pista al mundo.