Bautismo de líder en la Catedral
Los celtas estaban cumpliendo su parte para hacer líderes a los vikingos, que afrontaban en San Mamés una de esas batallas donde se gana la guerra de la Liga. Iba a ser un Athletic-Real Madrid como en los viejos tiempos. Los blancos sabían que tendrían que remangarse y tirarse al barro para llevarse la reliquia de los tres puntos de La Catedral, pero no contaban con que un regalo de San José les abriera el portal del liderato.
Había cambiado su esquema Benítez para blindar a su equipo en el medio, consciente de que la batalla de San Mamés se ganaría en el centro del campo. Cuatro centrocampistas puros (Isco-Kroos-Modric-Kovacic), con Cristiano y Benzema descolgados arriba. Un 4-4-2 de toda la vida de Dios, vamos.
Achuchó el Athletic de salida como en los tiempos de Clemente. Balones arriba para que Aduriz y Raúl García se las tuvieran tiesas con los centrales del Madrid en un duelo aéreo digno de la RAF contra la Luftwaffe. En cada centro iban la vida, la cabeza y los codos. Resistía el Madrid, prietas las filas, quizá consciente de que, como decía Juan Negrín, “resistir es vencer”.
Era un duelo de pierna fuerte y con mucha ida y vuelta, como si fuera de la Premier. Pero las áreas vivían tiempos de tregua. Y así fue hasta que a San José se le debió aparecer el Espíritu Santo y al Madrid la virgen. Era el minuto 19. El central recibió un pase de Iraizoz. Estaba en la frontal de su área, con Cristiano y Benzema apretándole, pero sin ahogar, como si estuvieran escondidos disimulando detrás de un periódico.
San José abrió el portal
No era una acción para estallar, pero San José desconectó justo el cable que no era. Le devolvió la pelota a su portero con un toque tan suave, tan tímido, tan inocente, tan pardillo, que a Benzema le dio tiempo a adelantarse a Iraizoz y marcar el primero del Madrid. Ya se sabe que en esas jugadas el Madrid es como un político corrupto: siempre trinca los regalos.
Acusó el golpe el Athletic y eso lo aprovechó el Madrid para soltarse, igual que si se hubiera desabrochado el botón de arriba del pantalón tras comerse un cocido. Un remate de Cristiano que rechazó Gorka y un pase de la muerte de Marcelo al que no llegó Benzema pudieron haber finiquitado el partido a los veinte minutos.
Pero los de Valverde son como Rocky Balboa: siempre se levantan. Además, San Mamés no iba a permitir que once tíos del mismo Bilbao se rindieran fácilmente. El Athletic se iba arriba, pero el Madrid le penalizaba en las contras con un Cristiano desatado y feliz con espacios. A los 36 minutos Kovacic también tuvo el 0-2 tras una galopada de Carvajal, culminada por una asistencia de cabeza de Ronaldo. Otra vez la mano de Iraizoz mantenía vivo a su equipo.
Los papeles se cambiaron cuatro minutos después cuando Keylor Navas sacó una mano prodigiosa a un cabezazo de Aduriz. Fue una parada de agilidad, potencia y reflejos, de esas que hacía Iker en sus buenos tiempos. En la jugada de vuelta, Iraizoz desempataba el duelo de paradones al sacar un tiro a bocajarro de Kovacic dentro del área pequeña. El partido era como una batalla de Juego de Tronos: no tenía un respiro.
El Athletic aprieta
El descanso puso fin a 45 minutos de vértigo, trepidantes, con pocas filigranas y mucha verdad. Y el segundo tiempo también empezó a todo trapo, con un duro disparo de Aduriz que rechazó Keylor al centro y una falta de Modric en la frontal que desató la ira de Cristiano, aplacada por Mateu con una amarilla.
El Athletic apretaba cada vez más y al Madrid le quemaba la pelota. Kroos y Modric sólo veían camisetas rojiblancas alrededor y el partido pedía a gritos a Casemiro. Sin embargo, Benítez hizo un ejercicio de tancredismo propio de Ancelotti y no movió ficha.
La falta de cintura de su técnico y un desajuste defensivo tras pérdida de balón le salieron caras al Madrid. Llegó el empate en una contra del Athletic conducida por Susaeta y cabeceada por Sabin en el segundo palo más solo que Esperanza Aguirre en el PP. Benítez llamaba a Jesé para volver a remar hacia el liderato.
No le dio tiempo a salir al canario y el Madrid ya había hecho el segundo. Esta vez fue Modric el que supo desenredar el desbarajuste defensivo del Athletic y divisar a Isco en la derecha. El malagueño progresó, nadie salió a recibirle, y se la puso a Benzema, que merodeaba por el segundo palo y sólo tuvo que colocar la diestra para marcar el segundo.
Y por si le faltaba épica al partido, empezó a llover a cántaros en San Mamés. Con veinte minutos de retraso sobre el horario previsto, Benítez sacó a Casemiro para taponar las vías de agua. El encuentro se había puesto bronco, territorio de Raúl García, y al brasileño también le gusta el baile ‘agarrao’.
Aún le dio tiempo al Ahtletic para tener la última, pero una mano vistosa y estética de Keylor, con algo de adorno incluido, desviaba a córner el cabezazo de Sabin. Era la última bala de los rojiblancos, que murieron con las botas puestas en un duelo a muerte de los que ponen los pelos de punta. Un Athletic-Real Madrid de los de toda la vida.
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