La reliquia de la que presume la Catedral de Oviedo: una vasija de las Bodas de Caná
La Catedral de Oviedo posee uno de los tres retablos más importantes de España, junto con Sevilla y Toledo, está situado en la Capilla Mayor y recoge escenas de la vida de Jesús y María. Entre las escenas representadas encontramos las Bodas de Caná donde, según la tradición cristiana, Jesús obró su primer milagro a iniciativa de su madre.
El Evangelio de San Juan (2:6) cita que había «seis vasijas de piedra para los ritos judíos de purificación, cada una de las cuales tiene dos o tres metretas».
San Juan cita seis vasijas. Sin embargo, en el retablo de Oviedo tan sólo hay representadas cinco de ellas, ¿cuál es el motivo? La razón la encontramos en un guiño que hace el artista con respecto a la hidria que se encuentra en la catedral, y que una piadosa tradición la señala como aquélla que completaría el número de las citadas en el Evangelio.
En la propia catedral, junto al retablo de la Inmaculada, encontramos la Capilla de la Hidria. Se trata de un nicho gótico que custodia en su interior un enorme recipiente de piedra al que se considera, desde muy antiguo, como una de las seis hidrias que la tradición identifica que contenían el agua que Jesús transformó en vino, en el milagro de las Bodas de Caná, a iniciativa de su madre, y que sería su primer milagro conocido.
Se desconoce el cómo y el cuándo de su llegada a Oviedo, pero sí
se sabe que son siglos los que se la lleva venerando en este lugar
como una de las piezas más importantes del templo. En el Códice
de Valenciennes, manuscrito iluminado del siglo IX y conservado
en la Biblioteca de Valenciennes (Francia), se menciona la hidria,
dentro de un listado de objetos sagrados que se encuentran en
Oviedo, considerándola como una reliquia «digna de suma
veneración en la iglesia de San Salvador».
Encontramos una nueva referencia en un inventario fechado en el siglo XI. Aparece recogida en el listado como «en esta iglesia principal se guarda también una de las seis hidrias en las que el Señor convirtió el
agua en vino».
La tinaja está desgastada, así como los propios peldaños que
llevan hasta ella, cargando sobre ellos los miles de pasos de aquellos peregrinos que, movidos por la fe, la visitaron, postrándose ante tan singular objeto. La tinaja se encuentra desgastada en su parte frontal motivado por las rozaduras de los peregrinos al tocarla. Está tallada en piedra, es de grandes proporciones, abombada y con dos pequeñas asas.
Cada 21 de septiembre, día de San Mateo, se bendice el agua con la que se llena, sirviéndola a los fieles que deseen recibirla. Es una de las tradiciones más arraigadas entre los ovetenses, quienes consideran que las aguas tienen propiedades salutíferas.
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