Curiosidades
Las claves de esta extraña sensación corporal

¿Por qué tenemos cosquillas?

Las cosquillas, esa sensación tan peculiar entre lo agradable y lo insoportable que inunda tu cuerpo cuando alguien toca, presiona o acaricia en ciertos puntos sensibles del organismo. Una experiencia extraña que en muchas ocasiones produce risa, pero no esa risa que sale de dentro, sino una carcajada obligatoria producida por el cuerpo como un recurso defensivo. En los pies, en las axilas, en el cuello, en la espalda…Las cosquillas se enmarcan como un peculiar recurso que incluso se ha llegado a utilizar para torturas en la antigüedad y del que te contamos sus características más destacadas.

¿Cómo se producen las cosquillas?

Una sensación que responde a un estímulo corporal

El funcionamiento de las cosquillas se basa en la activación, por medio de varios puntos del cuerpo, de la zona del cerebro que está relacionada con la percepción del riesgo y el instinto de huida. Una especie de acto reflejo que era útil en épocas primitivas pero que hoy en día se enmarca como un rasgo divertido. La sensación que nos producen las cosquillas solo puede determinarse por medio del factor sorpresa. Es decir, una persona no puede hacerse cosquillas a sí mismo. Sin embargo, cualquier persona puede generar esta sensación en otra si presiona en algunos puntos determinados del cuerpo.

El proceso de dar y recibir cosquillas se basa en una programación neurológica en la que tienen lugar los distintos vínculos personales. Una actividad basada en la comunicación y la empatía que se define como uno de los rasgos más peculiares del cuerpo humano y que está producido plenamente por el cerebro y los nervios.

De acto reflejo a un simple juego

En la actualidad, las cosquillas han perdido su auténtico uso

Algunas investigaciones han demostrado que las cosquillas llevan apegadas al ser humano desde el inicio de los tiempos. Una sensación que los primates utilizaban para protegerse de un estímulo externo de forma completamente involuntaria. Es decir, a la hora percatarse de un peligro, el cerebro avisa al cuerpo por medio de este acto reflejo para intentar reaccionar lo más rápido posible. Un claro ejemplo puede apreciarse cuando un insecto camina por nuestra piel ofreciendo esa sensación de cosquilleo que nos avisa de que algo está ocurriendo.

En la actualidad, las cosquillas se ven como un simple juego en el que se busca la risa fácil de la otra persona. Una carcajada que casi siempre va acompañada de impulsos corporales que se produce gracias a los receptores de la piel que envían señales a las regiones del cerebro encargadas del tacto y las sensaciones agradables.