Curiosidades
Posguerra

En la posguerra española fue el tabaco de los pobres: hoy acaba en la basura o como fertilizante del jardín

Durante la posguerra española, el acceso a bienes básicos estuvo condicionado por el racionamiento y por la desigual distribución de recursos. La falta de materias primas, alimentos y productos de primera necesidad generó una cadena de prácticas que transformaron objetos cotidianos en sustitutos o herramientas útiles.

Así, en este contexto, el ingenio doméstico se multiplicó. La población buscó alternativas para suplir carencias que afectaban desde la alimentación hasta el consumo de tabaco. Lo que hoy es considerado un simple residuo orgánico, usó para sobrellevar la carencia de los fumadores del momento.

¿Cuál fue considerado el «tabaco de los pobres» en la posguerra española?

Durante la posguerra española, el tabaco se convirtió en un artículo difícil de obtener y sometido a un racionamiento restrictivo que afectó especialmente a las mujeres, quienes quedaban fuera de su acceso legal. En este escenario surgió una práctica extendida en zonas rurales y urbanas: secar hojas de patata para fumarlas como sustituto del tabaco.

Quienes consumían estos sucedáneos recurrían también a la recogida de colillas, cuyo contenido se reutilizaba como picadura.

La preparación de las llamadas tabaqueras seguía un proceso sencillo: recolección de hojas, secado, triturado manual y, en ocasiones, mezcla con pequeñas cantidades de tabaco auténtico para prolongar su duración.

Documentada en provincias como Palencia, Navarra, Vizcaya o Huesca, o en zonas de Castilla-La Mancha, esta costumbre se integró en la memoria colectiva de diversos territorios y se convirtió en una forma de sortear la falta de productos regulados.

La precariedad se extendía también a la vestimenta, la alimentación y la vida cotidiana. Las prendas se remendaban, se desmontaban y se transformaban en otras para los menores. Los alimentos se sustituían por derivados baratos o por productos destinados al consumo animal.

La cebada tostada reemplazaba el café, mientras que las recetas adaptaban ingredientes que simulaban, sin replicar, preparaciones tradicionales. Todo ello reflejaba una economía de aprovechamiento forzado que se vivía tanto en hogares urbanos como rurales.

De tabaco en la posguerra española a fertilizante: el uso de las cáscaras de patata en el huerto doméstico

Con el paso del tiempo, las cáscaras de patata han mantenido una utilidad diferente a la que tuvieron en la posguerra española. En la actualidad son un recurso apreciado como abono orgánico en huertos y jardines, gracias a su composición rica en minerales como potasio, calcio, fósforo y sodio, además de vitamina C y almidón.

Su uso resulta viable tanto para plantas de interior como para cultivos de exterior, siempre que se apliquen siguiendo ciertos criterios.

Entre sus ventajas destacan la mejora de la aireación del suelo, el incremento del humus y su capacidad para acelerar la fermentación del compost.

Además, este tipo de abono presenta buena digestibilidad en el terreno y facilita el fortalecimiento del sistema radicular. Su coste es prácticamente nulo, dado que se trata de un residuo que habitualmente termina en la basura.

No obstante, su aplicación directa sobre el terreno no es recomendable debido al riesgo de atraer roedores. Por ello, es necesario emplear métodos de preparación específicos, como el secado, la elaboración de infusiones o la transformación en harina de patata.

Otras formas de aprovechar las cáscaras de patatas

Existen varias formas de aprovechar las cáscaras, cada una con usos concretos en el jardín. El secado permite conservarlas durante largos periodos. El proceso implica lavarlas, disponerlas al sol en un lugar ventilado y darles la vuelta periódicamente hasta que pierdan toda humedad. Alternativamente, un horno de convección puede acelerar la tarea en pocas horas.

También pueden conservarse congeladas, aunque este método reduce parte de sus propiedades. A partir de estas cáscaras es posible preparar infusiones fertilizantes, mezclándolas en proporción 1:1 con agua hirviendo y dejándolas reposar hasta el día siguiente.

Otro procedimiento destacado es la elaboración de harina de patata, obtenida al triturar las cáscaras completamente deshidratadas. Este formato facilita el almacenamiento durante años sin pérdida significativa de propiedades nutritivas.

La elección del método depende del tipo de planta. Cultivos como la sandía, el melón o el calabacín responden bien a la harina. Las coles obtienen mejores resultados con fertilización inicial.

En el caso de cebollas, ajos o rábanos, la infusión se aplica cada dos semanas hasta completar el ciclo de cultivo. Las fresas y frambuesas admiten aplicaciones en momentos específicos de la temporada.

Límites y recomendaciones en el uso de cáscaras de patata

Aunque estas prácticas ofrecen múltiples utilidades, es necesario respetar ciertos límites. No deben emplearse en cultivos como tomates, berenjenas o pimientos, que pueden sufrir enfermedades si el abono no está correctamente procesado.

Tampoco conviene aplicar fertilizantes derivados de cáscaras con demasiada frecuencia: las infusiones requieren un intervalo mínimo de dos semanas, mientras que el compost puede utilizarse cada uno o dos meses.

El uso intensivo sin preparación adecuada puede generar problemas como aparición de hongos o proliferación de roedores. Asimismo, el exceso de calor desprendido en la descomposición directa puede dañar tallos y hojas, especialmente en cultivos sensibles.