Beyoncé hace bailar a todo el Olímpico de Barcelona lleno hasta la bandera
Si en agosto de 1992 los héroes del Estadio Olímpico de Barcelona fueron Carl Lewis, Linford Christie o Fermín Cacho, veinticuatro años más tarde la única reina del lugar se llama Beyoncé, quien hoy, durante unas dos horas, ha conseguido que hasta los cimientos del edificio se contornearan a su ritmo. Faltaban unos minutos para las diez de la noche cuando su aparición ha sacudido toda la montaña de Montjuïc, donde ha cerrado el periplo europeo de la gira mundial «The Formation World Tour» con un concierto en el que ha presentado los temas de su último álbum, «Lemonade», y ha repasado sus grandes éxitos ante más de 46.000 personas.
De repente, había humo en el escenario, la pantalla gigante en forma de cubo daba vueltas bañada en diferentes colores, se intuía su imagen allí plasmada, y el público enloquecía. La megaestrella tejana, de negro, con un gran sombrero, acompañada por un espectacular cuerpo de baile femenino, formado por una quincena de mujeres negras, ha surgido desde el interior de la tierra.
A continuación, con la melena rubia al aire, ha acometido «Formation», una de las canciones de «Lemonade» y después se ha adentrado por los acordes de «Sorry», un tema que lleva semanas provocando comentarios, también del mismo álbum. En castellano, la reina norteamericana del pop ha cantado algunas estrofas de «Irreplaceable» como las que advierten: «Nunca más me vuelvas a engañar y a largarte».
Un pequeño castillo de fuegos artificiales y grandes llamaradas desde detrás del escenario, que hacían subir la temperatura, han acompañado a Beyoncé, quien ha saludado por primera vez al público de Barcelona, a quien, más adelante, ha agradecido su lealtad con un: «I love you» (Os quiero).
La señora Knowles, en su quinta visita a la capital catalana, ha vuelto a mostrar sus dotes como artista, con su potente voz, su preparación física o sus cambios de vestuario, al menos en seis ocasiones diferentes, acabando descalza, pisando suelo barcelonés, entre el delirio de sus seguidores. Ha bailado, con su característico golpe de cadera, y ha levantado más que aplausos cuando ha interpretado, por ejemplo, a capella, un tema como «Love on Top».
Durante el espectáculo, tampoco han faltado acróbatas femeninas ni alusiones a otros grupos o cantantes como Led Zeppelin y al recientemente fallecido Prince, en el momento más emotivo, de quien ha sonado su particular «Purple Rain», con el estadio a oscuras, solo iluminado por miles de teléfonos móviles, mientras el fondo era violeta.
Especialmente sensual se ha mostrado en una canción como «Drunk in Love», donde desde una pasarela, rodeada por sus seguidores, ha sido grabada con los teléfonos en alto.
Ha tenido un recuerdo para su pequeña hija y, ya de rojo carmín, ha entonado el «Crazy in Love». Más que sexy se ha mostrado con «Naughty Girl», el cuarto éxito mundial de su carrera en solitario. El momento «Party» ha cubierto el cielo de una suerte de confeti y luego sobre una cinta andadora ha llegado hasta el pequeño escenario, prácticamente en el centro del estadio, convertido en una piscina donde ha interpretado «Freedom», con los pies en el agua, acompañada por sus bailarinas. Mojada, ha puesto el retrovisor y ha llegado a «Survivor», uno de los temas de cuando era una de las tres integrantes del grupo Destiny’s Child.
«End of Time» también lo ha cantado desde el agua y ya finalizando una audición con una treintena de canciones ha sonado su más que popular «Halo», entre un castillo de fuegos artificiales, y con muchas personas del público con globos amarillos, coreando todas y cada una de las estrofas.
Con un «nos vemos en la próxima» ha puesto el punto y final a una actuación con la que dice adiós a Europa. Al acabar, la promotora Live Nation ha hecho público que Beyoncé se despide del viejo continente vendiendo en España por primera vez 46.000 entradas. Un nuevo récord para la diva estadounidense, quien, incansable, nunca se conforma con los que ya tiene
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