Las alergias más comunes en los bebés y cómo prevenirlas y tratarlas
Las tres principales alergias del bebé y cómo tratar
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Las alergias son reacciones del sistema inmunológico ante sustancias que normalmente no son dañinas, como el polen, el pelo de los animales, los alimentos o los medicamentos. Estas sustancias se llaman alérgenos y pueden provocar síntomas como estornudos, picor, erupciones, hinchazón, dificultad para respirar o anafilaxia, que es una reacción grave que puede poner en riesgo la vida.
Los bebés pueden desarrollar alergias desde el nacimiento o a lo largo de su primer año de vida. Algunas alergias pueden desaparecer con el tiempo, mientras que otras pueden persistir o incluso empeorar. Por eso, es importante conocer las alergias más comunes en los bebés, cómo prevenirlas y cómo tratarlas.
Alergia a la leche de vaca
La alergia a la leche de vaca es una de las alergias alimentarias más frecuentes en los bebés. Se produce cuando el sistema inmunológico reacciona a las proteínas de la leche de vaca, que pueden estar presentes en la leche materna, en la leche de fórmula o en otros alimentos que contengan leche o sus derivados.
Los síntomas de la alergia a la leche de vaca pueden aparecer desde los primeros días de vida o después de introducir la leche de fórmula o los lácteos en la alimentación del bebé. Los síntomas pueden ser:
- Digestivos: cólicos, vómitos, diarrea, sangre en las heces, reflujo, estreñimiento, pérdida de peso o retraso en el crecimiento.
- Cutáneos: eccema, urticaria, dermatitis o angioedema.
- Respiratorios: rinitis, asma, bronquitis o dificultad para respirar.
- Anafilaxia: una reacción grave que puede causar shock, pérdida de conciencia, hinchazón de la garganta o parada respiratoria.
La prevención de la alergia a la leche de vaca consiste en evitar la exposición al alérgeno. Para ello, se recomienda:
- La lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida, siempre que sea posible, ya que la leche materna contiene anticuerpos que protegen al bebé de las alergias y favorece el desarrollo de su sistema inmunológico.
- La introducción de la leche de fórmula o los lácteos de forma gradual y supervisada por el pediatra, a partir de los seis meses de edad, siguiendo las pautas de alimentación complementaria.
- La elección de una leche de fórmula hipoalergénica o hidrolizada, en caso de que el bebé no pueda tomar leche materna o tenga síntomas de alergia a la leche de vaca. Estas leches tienen las proteínas de la leche de vaca parcial o totalmente descompuestas, lo que reduce el riesgo de reacción alérgica.
- La lectura de las etiquetas de los alimentos que se le ofrecen al bebé, para asegurarse de que no contienen leche de vaca o sus derivados, como caseína, lactosa, suero, mantequilla, queso, yogur, nata, helado, etc. También hay que tener en cuenta que algunos alimentos procesados pueden contener trazas de leche, como pan, galletas, cereales, salsas, embutidos, etc.
- La consulta al pediatra o al alergólogo sobre la necesidad de administrar suplementos de calcio y vitamina D al bebé, para prevenir el riesgo de déficit de estos nutrientes esenciales para el desarrollo óseo.
El tratamiento de la alergia a la leche de vaca se basa en: - La eliminación de la leche de vaca y sus derivados de la dieta del bebé y de la madre, si está lactando.
- La administración de antihistamínicos, corticoides o adrenalina, según la gravedad de los síntomas, para aliviar el picor, la inflamación o la dificultad para respirar.
- La inmunoterapia oral, que consiste en dar al bebé pequeñas cantidades de leche de vaca de forma controlada y progresiva, para inducir una tolerancia al alérgeno. Este tratamiento solo se realiza bajo supervisión médica y en casos seleccionados.
Alergia al huevo
La alergia al huevo es otra de las alergias alimentarias más comunes en los bebés. Se produce cuando el sistema inmunológico reacciona a las proteínas del huevo, que pueden estar presentes en la clara, en la yema o en ambos.
Los síntomas de la alergia al huevo pueden aparecer desde los primeros meses de vida o después de introducir el huevo en la alimentación del bebé. Los síntomas pueden ser:
- Digestivos: náuseas, vómitos, diarrea, dolor abdominal o reflujo.
- Cutáneos: eccema, urticaria, dermatitis o angioedema.
- Respiratorios: rinitis, asma, bronquitis o dificultad para respirar.
- Anafilaxia: una reacción grave que puede causar shock, pérdida de conciencia, hinchazón de la garganta o parada respiratoria.
La prevención de la alergia al huevo consiste en evitar la exposición al alérgeno. Para ello, se recomienda:
- La lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida, siempre que sea posible, ya que la leche materna contiene anticuerpos que protegen al bebé de las alergias y favorece el desarrollo de su sistema inmunológico.
- La introducción del huevo de forma gradual y supervisada por el pediatra, a partir de los seis meses de edad, siguiendo las pautas de alimentación complementaria. Se puede empezar por la yema, que tiene menos riesgo de provocar alergia que la clara, y luego pasar a la clara o al huevo entero, según la tolerancia del bebé.
- La lectura de las etiquetas de los alimentos que se le ofrecen al bebé, para asegurarse de que no contienen huevo o sus derivados, como albumina, ovomucina, ovomucoide, lisozima, ovoalbúmina, etc. También hay que tener en cuenta que algunos alimentos procesados pueden contener trazas de huevo, como pan, galletas, cereales, salsas, mayonesa, pasta, bizcochos, tortillas, flanes, etc.
- La consulta al pediatra o al alergólogo sobre la necesidad de administrar suplementos de hierro y vitamina B12 al bebé, para prevenir el riesgo de déficit de estos nutrientes esenciales para la formación de la sangre.
El tratamiento de la alergia al huevo se basa en:
- La eliminación del huevo y sus derivados de la dieta del bebé y de la madre, si está lactando.
- La administración de antihistamínicos, corticoides o adrenalina, según la gravedad de los síntomas, para aliviar el picor, la inflamación o la dificultad para respirar.
- La inmunoterapia oral, que consiste en dar al bebé pequeñas cantidades de huevo de forma controlada y progresiva, para inducir una tolerancia al alérgeno. Este tratamiento solo se realiza bajo supervisión médica y en casos seleccionados.
Alergia al polen
La alergia al polen es una de las alergias respiratorias más frecuentes en los bebés. Se produce cuando el sistema inmunológico reacciona al polen de las plantas, que se dispersa por el aire, especialmente en primavera y verano.
Los síntomas de la alergia al polen pueden aparecer desde el primer año de vida o después de una exposición repetida al polen. Los síntomas pueden ser:
- Oculares: conjuntivitis, picor, enrojecimiento, lagrimeo o hinchazón de los ojos.
- Nasales: rinitis, estornudos, picor, congestión o secreción nasal.
- Bronquiales: asma, tos, sibilancias, opresión o dificultad para respirar.
La prevención de la alergia al polen consiste en evitar la exposición al alérgeno. Para ello, se recomienda:
- Consultar los niveles de polen en el aire y evitar salir al exterior cuando sean altos, especialmente en las horas centrales del día.
- Usar gafas de sol, mascarilla y sombrero para proteger los ojos, la nariz y la cabeza del contacto con el polen.
- Cerrar las ventanas y usar filtros de aire o aire acondicionado en casa y en el coche, para reducir la entrada de polen.
- Ducharse y cambiarse de ropa después de estar al aire libre, para eliminar el polen que pueda haberse adherido al cuerpo o a la ropa.
- Evitar el contacto con otras sustancias que puedan irritar las vías respiratorias, como el humo, el polvo, los perfumes o los productos de limpieza.
- Mantener una alimentación equilibrada y rica en vitaminas, minerales y antioxidantes, que ayudan a fortalecer el sistema inmunológico y a reducir la inflamación.
El tratamiento de la alergia al polen se basa en:
- La administración de antihistamínicos, corticoides o broncodilatadores, según la gravedad de los síntomas, para aliviar el picor, la inflamación o la dificultad para respirar.
- La inmunoterapia específica, que consiste en administrar al bebé pequeñas dosis de polen de forma subcutánea o sublingual, para inducir una tolerancia al alérgeno. Este tratamiento solo se realiza bajo supervisión médica y en casos seleccionados.
Temas:
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