La resurrección del Paseo Marítimo de Palma
El domingo pasado Palma respiró con más calma. Después de casi tres años de obras, su icónico Paseo Marítimo se abrió oficialmente al público con una ceremonia que parecía casi un rito de purificación: la ciudad le daba la bienvenida otra vez al mar, no como pasajera de paso, sino como habitante recobrada. Sobre la nueva pasarela -3,5 km de frente marítimo modernizado, accesible y más verde- caminaban el ministro de Transportes, Óscar Puente, la presidenta del Govern balear, Marga Prohens, el alcalde Jaime Martínez y, en un lugar prominente, Javier Sanz, presidente de la Autoridad Portuaria de Baleares (APB), que ha sido fundamental en esta transformación.
Marga Prohens, con su voz firme y ese brillo pragmático en los ojos, subrayó durante su discurso que este paseo no es solo cemento y árboles nuevos, sino un símbolo de integración: «Hoy abrimos un espacio para las personas, para la sostenibilidad y para el diálogo entre ciudad y puerto», dijo desde el escenario improvisado. Su mandato como presidenta del Govern balear -asumido en julio de 2023- ha estado marcado por promesas de modernización y cohesión territorial.
Prohens tiene 43 años, nació en Campos (Mallorca), es licenciada en Traducción e Interpretación por la Universitat Pompeu Fabra y también máster en comunicación. En su discurso de toma de posesión dijo que quería «ser presidenta de todos», un lema que resonó en sus palabras sobre un Paseo Marítimo más democrático, menos dominado por el coche y más pensado para las gentes.
Jaime Martínez, alcalde de Palma, no estaba allí por casualidad. Arquitecto de formación y político desde hace años, Martínez representa una generación que quiere cambiar la fisonomía de la ciudad: más peatonal, más verde, menos enfocada solo al turismo. Sobre el escenario, destacó que esta reforma «tendrá un impacto profundo en la ciudad», como un proyecto de largo aliento que va más allá del estético: se trata de repensar cómo Palma vive su litoral.
Y es ahí donde las lenguas viperinas, los sabelotodo y los que no saben nada y se precian de ello opinan. No sé en qué grupo encuadrarme, pero lo que sí sé es que el tiempo ha de hacer su trabajo. Que lo nuevo siempre es chocante y en muchas ocasiones decepcionante. Sin embargo, en esta obra inmensa y pese a los tres años de trabajo, falta lo fundamental, que la naturaleza haga lo que tenga que hacer y que los jardineros la ayuden para que ese trozo de Palma sea también un trozo de Edén. Se plantaron más de 2.300 árboles y se habilitaron zonas para ciclistas, personas con movilidad reducida y peatones, todo con un diseño sensible al clima y al paisaje mediterráneo.
Y luego está Javier Sanz, el abuelo de mi sobrino Álvaro Sanz Mercer, del que tantas cosas ha de aprender, si es lo suficientemente listo como para agradecer el regalo que la vida le ha dado.
Parece que sí, de momento es un apasionado del mar, como lo fue su abuelo, mi padre Mateo Mercer. Álvaro, que acudió al acto con su madre y la familia Sanz casi al completo, disfrutó de todo, pero lo que más le impresionó fue ver a su abuelo en lugar tan destacado y eso que le ha visto en situaciones similares desde que tuvo uso de razón. Y disfrutarlo en familia, que para él es lo más importante. Les adora a todos y todos le adoran a él y quieren a su madre. En la actualidad Javier Sanz es presidente de la Autoridad Portuaria de Baleares (APB), cargo que ejerce tras una vida profesional muy ligada al mar.
Sanz es un hombre competitivo, en la empresa privada y en la deportiva. Es licenciado en Ciencias Económicas, tiene un MBA, fue presidente de la Copa del Rey de Vela, presidente del Real Club Náutico de Palma y también ha presidido la Real Federación Española de Vela. Bajo su liderazgo, la APB ha apostado por una «estrategia puerto-ciudad»: este paseo es una pieza clave de esa estrategia, para abrir el puerto a la ciudadanía y humanizar el frente marítimo que había caído en una decadencia inaceptable en la que es capital del turismo mundial. Recuerden cómo fue de elegante ese trozo de Palma en el que el comercio, la hostelería de lujo y los que lo paseaban eran un espectáculo.
Durante la inauguración, Sanz destacó la participación ciudadana en el proyecto, el diálogo con comerciantes, vecinos y empresas y su compromiso con una obra que «no sólo moderniza, sino que recupera una identidad perdida»: la de Palma como puerto vivo, no sólo como zona de tránsito. Dios le oiga. En esta jornada tan especial Javier Sanz parecía dirigirse directamente a su familia, a sus tres nietos, Álvaro, Jimena y Javier, a sus hijos presentes, a sus nueras y sin duda ninguna a su esposa Carmen Mariano, apoyo fundamental en la exitosa carrera de su esposo.
En la apertura también se estrenó una interesante exposición: Un paseo por el Marítimo, que repasa la historia del paseo, sus fases y la metamorfosis reciente. Y mientras esto sucedía un servidor observaba desde la tribuna interior, así que no perderé la oportunidad de poner un poco de sal sardónica entre los aplausos: «Qué curioso», diría, «que para abrir un paseo marítimo moderno hay a que cerrar durante años el viejo. Y qué irónico, que para reconectar Palma con el mar, el puerto primero tuvo que ponerse al servicio de la ciudad». Pero también reconozco que hay algo esperanzador en el gesto: una ciudad que deja de ver su costa como barrera y la convierte en escenario de vida cotidiana, de sombra y sombra bajo los árboles, de niños empujando carritos, de parejas caminando al atardecer, de abuelos paseando. En ese nuevo espacio, algo cambia no sólo en la fisonomía, sino en la manera de pensar la isla.
El pasado domingo Palma amaneció con esa luz que sólo aparece cuando la ciudad intuye que algo importante, o convenientemente solemne, está a punto de ocurrir. El nuevo Paseo Marítimo se inauguraba después de años de obras, discusiones, titulares, promesas y silencios diplomáticos con alfombras discretas, perfiles pulidos, sonrisas ensayadas… y un mar que observaba todo con la indiferencia de los dioses antiguos.
La puesta en escena era impecable: sillas blancas, sonido impecable, autoridades alineadas como figurantes de una ópera cívica. Pero bajo la superficie -ese lugar donde me gusta bucear- había tensión, orgullo y una pizca de vanidad envuelta en seda institucional.
Marga Prohens apareció con esa mezcla tan suya de serenidad y fuerza contenida. De blanco entre trajes oscuros, parecía avanzar entre los flashes como quien camina sobre una fina cuerda entre la responsabilidad y el simbolismo. Tomó la palabra y dijo -con esa contundencia que no admite réplica- que Palma recupera «un espacio para las personas». Sonó bien. Sonó firme. Y también sonó a advertencia: esto no se toca, señores. Detrás de esa voz había la mujer que lleva tiempo negociando un archipiélago que nunca duerme del todo. Hablaba la política que aprendió que gobernar las Islas es siempre gobernar un archipiélago de sensibilidades.
Su discurso fue un ejercicio de contención brillante: ni un gesto de más, ni uno de menos, con esa mezcla tan suya de serenidad y fuerza contenida. Parecía avanzar eso tan difícil de intuir, el futuro. Qué difícil es hablar de futuro cuando el presente exige tanto maquillaje. Y, sin embargo, las grandes celebraciones sirven para que nos escapemos por unas horas de la realidad maquillándola con vestidos bonitos.
El alcalde brilló con su cordialidad vehemente, una sonrisa amplia como el propio paseo. Arquitecto de formación -y eso se nota- no habló de estética, habló de estructura, de ciudad. En mi modesta opinión, era su día y con él pasará a la historia de la ciudad. Y pienso al mismo tiempo que un alcalde no inaugura; un alcalde se examina. Y este domingo Jaime Martínez aprobó… aunque la corrección del examen la hará el tiempo.
Los flashes del domingo parecían pequeños latigazos de luz, marcando el compás social de Palma. El nuevo Paseo Marítimo se inauguraba oficialmente, sí, pero -como siempre ocurre en esta isla de sonrisas perfectas y secretos de mármol- lo realmente interesante estaba entre líneas, en los gestos, en los silencios… y en los saludos que duraron exactamente medio segundo más de lo necesario. Buena señal. No hubo tensiones visibles, solo algún cruce de miradas que recordaba que la política balear es menos tranquila de lo que finge ser. La calma de Prohens la hace poderosa, muy poderosa. ¿Y el ministro? No sé, me puse acorrer con los que participaron en la carrera solidaria para aplaudirles.
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