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El peor Mallorca posible

Son muchos, demasiados, los defectos que presenta el Mallorca en este arranque de la temporada. Tantos que, al no adivinar soluciones, infunde una profunda preocupación. La mayor prueba de la pésima planificación de la plantilla y la desidia mostrada en el reciente mercado de verano es que tirar de rotaciones es una locura que, de otro lado, Arrasate debe saber mejor que nadie. Oponerse en Anoeta a la peor Real Sociedad en muchos años y bordear el ridículo de principio a fin con una zaga más parecida a un colador, una vanguardia inexistente carente de técnica y recursos y un centro del campo acomodado y más propio de una escuadra mediocre de segunda división, empeora al rival más paupérrimo posible.

Si este plantel anda justo para elegir a poco más de una docena de futbolistas aptos para componer un equipo competitivo y siempre que se esfuerce a más del ciento por cien, creer que en la otra mitad del vestuario se hallan mimbres para disimular carencias tan evidentes no es pecar de optimistas, sino de ilusos. Ni emulando a Javier Aguirre, tal como su sucesor ha reivindicado en sus últimos encuentros, es posible trenzar una defensa sólida, un mínimo de creatividad y, finalmente, una artillería atinada.

Maffeo va camino de bajar su cotización a cotas difíciles de imaginar hace dos años. Mascarell es un ex futbolista, categoría que aún se le hace grande a Pablo Torre, Antonio Sánchez se ha quedado por hacer, igual que en ello están David López o Mateo Joseph y Muriqi, torpe con los pies, se limita a esperar que algún balón sobrevuele su cabeza. A los 20 minutos, cuando los locales ya habían lanzado cuatro saques de esquina y provocado seis faltas, el Mallorca, con su 5-3-2 plagado de baches, no había cruzado la línea del centro del campo.

El marcador engaña a quien no viera el partido. Barrenechea, Aramburu y Take Kubo fallaron a portal vacío goles que habrían reflejado la realidad con mayor exactitud. El primero de ellos convirtió su banda en autopista sin peaje, el segundo no precisó demasiada atención para adueñarse de la suya y el tercero decidió no aparecer, por fortuna, hasta que la red de frágil cristal esmerilado por Arrasate se hizo añicos.

Tardó mucho el de Berriatua en arrepentirse de sus pecados, algo que nunca harán los de arriba, y cuando quiso poner en liza un poco más de ambición, ciencia, firmeza y empuje, ya se había perdido la baza y aunque ya no se perdían todos, todos, todos, los balones sin apenas pisar terreno enemigo, aparecía lo más oscuro del panorama, una falta de intensidad que genera una desconfianza absoluta en el futuro, porque el presente ni se ve, ni se huele.