¡A penalti limpio!
Todo, todo, lo hizo el Mallorca. Más cosas malas que buenas, pero no hubo otro equipo que intentara, aun sin conseguirlo, mover, poseer y dominar al adversario con la pelota. No solo se marcó el gol que subió al casillero «perico», sino que se permitió el lujo de tirar tres penaltis de los que erró dos. Y digo que fue así porque hace años un buen guardameta que jugó en el Lluis Sitjar y el Atlético de Madrid, entre otros, llamado Mariano Tirapu, me enseñó que los cancerberos no detienen ningún castigo letal, sino que marran quienes los tiran.
Pero al hilo de la introducción digamos que el Espanyol, cuya impotencia ante los acontecimientos justifica su enfado e incluso su rabia, no había hecho ni un solo mérito para haber siquiera empatado un partido en cuyo cómputo fue peor y eso dice muy poco o casi nada en pro de sus argumentos, dado que el vencedor fue un anfitrión más parecido a aquellos que pugnan por evitar el descenso, ya casi imposible, en lugar de mirar a Europa que, visto lo visto, se nos antoja más difícil todavía.
Manolo González montó un 4-3-3 tan falso como el merecimiento de su escuadra. En realidad el dibujo era una excusa para atacar la deficiente y lentísima salida de balón de los locales, parcos en ideas y confundidos entre la rapidez y la precipitación. Con una sola banda activa, la izquierda, los catalanes no sufrían para cerrar espacios con un 4-5-1 más real que su dibujo aparente. No estaría mal pensado si, recuperada la pelota, hubieran mirado alguna vez hacia el arco rival, algo que no hicieron en toda la tarde.
Que a los de Arrasate les cuesta un mundo llegar a tres cuartos de campo con una mínima claridad es un mal endémico que los contrincantes conocen de memoria. No solamente eso, sino que pierden un tiempo irrecuperable mientras a alguien se le ocurre la mejor manera de avanzar antes de perder la posesión o terminar lanzando un palotazo para que reciba Muriqi. Asano se pierde en medio de espacios cerrados y, pese a su enorme capacidad de trabajo y voluntad de servicio, encontró premio en la mano blanda que empaña la buena actuación en los penaltis del aspirante a internacional Joan García.
En la clasificación parpadean intermitentes los 40 puntos del Mallorca. El 80 por ciento del objetivo, el único sensato, se ha conquistado. El 20 restante responde a las excepciones que lo confirman. Demasiado laurel para tanta espina. El surrealista espectáculo presenciado en Son Moix abona la satisfacción por el triunfo, al que el derrotado no tuvo acceso, pero no permite presumir de nada.
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