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PRIMERA LÍNEA

Lo que hay detrás del señalamiento a la extrema derecha

El incremento exponencial en Europa de votos, interesadamente señalados por la izquierda radical, que es toda ella, incluso por parte del centro como de extrema derecha, más bien tiene la apariencia de responder al hastío generalizado de la población frente a las políticas que son compartidas por socialdemócratas y populares europeos, quienes suelen ir de la mano tantas veces a la hora de votar en el Parlamento de Estrasburgo. Unos y otros van a pies juntillas en lo referido a la agenda 2030 y cambio climático, con las consecuencias conocidas en importantes sectores productivos de la UE.

Y tampoco debe olvidarse, como un tercer as en la manga, la penetración tan sibilina en el tejido social, de la cultura de la cancelación o doctrina woke, que mucho daño le está haciendo a la sociedad contemporánea. Es el cínico relativismo que se ha instalado en nuestras vidas, nos guste o no. 

Las élites políticas consideradas moderadas tanto a izquierda como derecha se sientan a jugar la partida de póquer político, llevando esos tres ases en la manga y acordando, por el bien de sus intereses, que toda opinión fuera del marco establecido sea señalada de inmediato como de extrema derecha.

Lo demoníaco de toda esta cuestión es que el relato lo marca la izquierda y a la derecha, que no ha sido capaz de contrarrestar con su propio relato, no le ha quedado otra que comprar la melodía. De ahí la importancia de la batalla cultural. Europa vivió una experiencia traumática en la primera mitad del siglo XX debido a los estragos causados tanto por el comunismo totalitario como por el nacionalsocialismo, dos fórmulas equidistantes de fascismo, y por eso mismo no es casual que el Parlamento Europeo haya condenado el comunismo y el nazismo, si bien la izquierda ha corrido un tupido velo en lo referente al comunismo, cargando las tintas contra el fascismo, siempre que sea de derechas, con la etiqueta extrema derecha. Y a vender T-shirts del Che Guerra y de ser necesario de Pol Pot, Fidel Castro y otros colegas, al estilo de Mao Zedong de muy, muy turbia vida íntima, y también, muy, muy turbia vida en lo referido a sus depuraciones. Y la derecha, chitón. 

La izquierda radical, que es toda ella, ha conseguido que buena parte de la población se olvide del comunismo totalitario y, en cambio, le tenga miedo interesadamente ancestral a la extrema derecha, como sinónimo de fascista. De esta manera los tres ases en la manga de la izquierda le permitirán ganar la partida haciéndole trampas a la acomplejada inacción de la derecha. 

Todo lo anteriormente expuesto funcionó en las elecciones del 23 de julio de 2023, y volverá a ocurrir, una y otra vez, por la inacción de la derecha. 

Las elecciones del 28 de mayo de aquel año acabaron con el poder de la  izquierda en la política local y autonómica, y a pesar de ser un claro indicio de cambio de ciclo en España, Pedro Sánchez jugó sus cartas metiéndole el miedo en el cuerpo a la ciudadanía, alertando sobre el regreso del fascismo. Le funcionó, pues el relativismo ya está al parecer plenamente instalado en nuestras vidas, no la mía por supuesto, porque Vox no me inspira ninguna inquietud y sí, en cambio, los antisistema que le han aupado al Gobierno de España. Aunque, cierto es, que el problema de Vox en Baleares es de traca y no por ser fascistas sino incompetentes. Qué lástima ser incapaz el partido de Santiago Abascal, de identificar el adecuado diagnóstico y, en cambio, ponerse a jugar el póquer California en un momento clave.

Tenían al PP a tiro y lo dejaron escapar, olvidando que su electorado anda reclamándoles recuperar los valores que el PP dejó en el camino, con esos tres ases en la manga. Ahora en Baleares, la izquierda radical, con el PSIB-PSOE al frente, ha comenzado su ofensiva de cara al 2027, cargándoles al PP sus propias contradicciones, mientras Vox no solamente anda perdido en una guerra civil interna, sino que desconociendo que su enemigo no es el PP sino el gobierno Frankenstein de Madrid o el Pacte de Progrés aquí.

La estupidez cometida por Vox, atendiendo a las órdenes de la dirección nacional, es haber revivido el relato de la izquierda: fascismo, fascismo y siendo indiferente que no sea cierto, porque la izquierda ya se ha dedicado machaconamente a descalificar unas propuestas que solamente buscaban retornar al sentido común, llámese bilingüismo o como lo que sea.

Es un drama que el PP de Baleares descarte a Vox, porque de otra manera no va a revalidar su estancia en el Consolat de Mar. El PSIB-PSOE sabe bien de la cobardía acomplejada de Marga Prohens (en absoluto es una Ayuso) y se va a emplear a fondo para procurar el regreso del Pacte de Progrés, con Francina Armengol de nuevo al frente. Los socialistas baleares ya están en marcha y la pregunta es dónde está la mayoría de centroderecha, a falta de saber de una puta vez que el PP deje de considerar a Vox extrema derecha.

No estaría de más que Vox se dejase de estupideces, comenzando por dar mayor visibilidad a Fulgencio Coll y a su equipo de colaboradores para el refuerzo de una iniciativa de centroderecha –sí, de centroderecha- para la reconducción de alianzas capaces de romper la hegemonía de la izquierda.