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Valldemossa

Guillem Bestard, paisajes de un siglo desvanecido

Una exposición de fotografías en blanco y negro de la época de principio de siglo XX muestra una Mallorca ya perdida

Magnífica forma de acercarse a un personaje muy relevante de la cultura isleña del arranque del siglo pasado

El pasado viernes 7 de octubre se inauguró, en el espacio de la Fundació Coll Bardolet de Valldemossa, una muestra fotográfica de Guillem Bestard (Pollença, 1881-1969), importantísimo artista fotógrafo y pintor, y activista cultural avant la lettre de principios del siglo pasado. La muestra lleva por título Guillem Bestard. Paisajes de un siglo desvanecido, y ocupa toda la segunda planta del edificio de la fundación, dividiéndose en dos grandes áreas temáticas: la que aglutina las imágenes de paisajes y de personajes ilustres que visitaron Pollença a principios de siglo XX y que mantuvieron relación con Bestard; y la que se centra en el costumbrismo de la época, con todas sus facetas enfocadas a pescadores, campesinos, etcétera.

El personaje de Guillem Bestard es de gran relevancia, puesto que no sólo, como he dicho, se dedicó al arte de la fotografía, el dibujo y la pintura, ganando importantes premios como la medalla de honor en París en 1910, galardones internacionales en Bruselas, París y Barcelona en 1912, etcétera, sino que fue el introductor de un nutrido grupo de artistas e intelectuales en Mallorca en esos años de las primeras décadas de siglo XX.

Artistas como Titto Cittadini, Anglada Camarasa, Castellanos, Llorenç Ribes, Joaquim Mir, Santiago Rossinyol, Sorolla o William Degouve da Nucques fueron invitados por él a Pollença, quedándose muchos de ellos largas temporadas en las que siguieron trabajando en sus respectivas obras. Además, en sus visitas a París y demás ciudades europeas, Bestard entró en contacto con los vanguardismos de la época, constituyendo así una verdadera punta de lanza avanzada de la sensibilidad artística y cultural mallorquina.

Sangtiago Rossinyol pintando en Pollença.

La guerra civil vino a complicar la vida del artista, como a tantos otros. Su segunda mujer, con importantes compromisos republicanos, se vio forzada a exiliarse en Gran Bretaña, a donde le siguió Guillem Bestard más tarde, y donde, tras algunos viajes de regreso a la isla transitorios, moriría en 1969. Precisamente de sus visitas a París y sus relaciones con otros artistas relevantes de la época proviene una historia que en estos días se está dando a conocer públicamente: la posible aparición en Mallorca de un cuadro de Franz Marc todavía no catalogado. Pertenecía a la colección precisamente de Guillem Bestard, y junto a otros dibujos y pequeñas pinturas que aparecieron en una cómoda de su última casa en Pollença fueron vendidas por su nieta, Magdalena Bestard, en la década de 1980, al artista e investigador Tomeu Lamo, que era quien había alquilado la vivienda.

Muchas de las piezas de esta colección eran fácilmente distinguibles (obras de Joaquim Mir, Isidre Nonell, Wilhelm Lehmbruck, Eugene Delâtrs o Emile Leroy), pero otras no llevaban firma y requerían de un pertinente estudio para la determinación de su autoría. Es el caso, como digo, de la pintura que se atribuye, según estudios desarrollados a instancias de su actual propietario desde 2013 hasta la fecha actual, a Franz Marc.

Ilustres invitados en Cala San Vicente

Pero continuando con la exposición en la Fundació Coll Bardolet de Valldemossa, se trata de un despliegue importante de fotografías en blanco y negro que nos trasladan, como bien indica el título de la muestra, a un siglo ya desvanecido, desaparecido bajo el humo y los gases de las contiendas que asolaron la vieja Europa, sobre todo a partir de los años treinta (el arranque se debe asignar, en nuestro caso, a la propia guerra civil, seguida sin solución de continuidad por la Segunda Guerra Mundial).

Un mundo que ya no existe, y que, pese a lo que pueda pensarse hoy en día desde una distancia en la que la economía introduce una falsa perspectiva, gozaba, al menos entre las capas acomodadas de la sociedad (cosa que hoy no ocurre en esos mismos estamentos sociales, orgullosos de su bajo nivel cultural), de una ambición intelectual envidiable, de una inclinación hacia la llamada educación sentimental y los placeres que tienen su origen en el arte, la literatura, la música en nada presentes hoy en día. En fin, un mundo desaparecido bajo la bota militar, en primer lugar, y después bajo la lluvia de clicks de la invasión bárbara de las huestes digitales.

La exposición es un deleite para la vista y para la construcción de la memoria de la isla. En las imágenes aparece una Mallorca ya inexistente, virginal y rudimentaria, plena de autenticidad, y también aparecen los visitantes ilustres, invitados por Guillem Bestard. Santiago Rossinyol, Joaquim Mir, Anglada Camarasa, y un largo etcétera. Muestra fruto de la colaboración con el museo de Pollença, cuenta con un importante catálogo de tapas duras publicado por dicho museo y que incluye todas las fotografías que se muestran en la exposición. Magnífica manera de introducirse en el personaje de Guillem Bestard, en su tiempo y en una Mallorca paradisíaca que ya no volverá.