Un empresario que reclamaba 9,5 años para Cursach por «arruinarle la vida» retira ahora la acusación
Ángel Ávila, propietario de una discoteca competencia de Cursach, sigue los pasos de la Fiscalía y retira la acusación
La nefasta instrucción del caso por la Fiscalía permite al ‘capo’ de la noche Cursach librarse de 15 delitos
El ‘rey de las discotecas mallorquinas’ fue acusado de homicidio y de otros 15 delitos
El empresario Ángel Ávila ha decidido sorprendentemente seguir los pasos de la Fiscalía y retirar los cargos contra el capo de la noche Bartolomé Cursach a pesar de la gravedad de las acusaciones que vertió contra el Grupo Cursach durante el juicio que se celebra en la Audiencia de Palma. Ávila declaró que el número 2 de Cursach, Bartolomé Sbert, le «había arruinado la vida» y pedía 9,5 años de cárcel para el principal empresario del ocio nocturno en Mallorca. Ahora, todas las acusaciones se han desvanecido como por arte de magia.
Ángel Ávila era el director de la discoteca Pachá del Paseo Marítimo, propiedad de Cursach. En 2007 abandonó el Grupo Cursach y pasó a ser socio y director general de Level, otra discoteca del Paseo Marítimo de Palma que hacía la competencia a Cursach. Aquí empezó su calvario, según declaró ante el tribunal.
En concreto, relató un episodio que situó en 2007, cuando él ya no trabajaba con el Grupo Cursach, sino en Level . «Empecé a traer turistas y autocares. Me llamó Sbert para decirme que dejara de hacerlo. Le dije que no y me amenazó, yo también lo hice», aseguró para después añadir que a partir ahí tenía «visitas continuas, casi diarias» de policías para hostigar con la finalidad de que cediera ante los intereses de Cursach.
Ávila trabajó desde 1999 a 2007 con el Grupo Cursach. Según su relato, cuando le salió una oferta para irse como propietario a medias en una discoteca de Palma, Sbert, que entonces era su jefe, le dejó ir «de una manera amistosa». Sin embargo, añadió, después venían los policías «por cualquier tontería».
Ávila se refirió en concreto al agente Miguel Estarellas, inicialmente acusado por la Fiscalía pero fallecido en la fase de instrucción. Ángel Ávila subrayó que Sbert mandaba «todos los días» a Estarellas: «Me decía que lo llamaba cada día, que éramos como un matrimonio mal avenido y venían muchos policías con excusas. Era una persecución».
Ávila aseguró haber recibido preavisos de las inspecciones policiales durante los ocho años que trabajó para el magnate. «Cada noche, Sbert o Bergas me llamaban para decirme si estaban los policías buenos o los malos», aseguró. Tras su salida de la empresa en 2007 para irse a la competencia, empezó su «calvario». «Sbert me ha arruinado la vida», insistió el empresario, que reclamaba 9,5 años de prisión para Cursach y su mano derecha Bartolomé Sbert, y una indemnización de 8,5 millones de euros. Ahora sólo mantiene la acusación contra Sbert.
El empresario habló así sobre Sbert: «Creo que está obsesionado conmigo y me dijo que hasta que yo no viviera debajo de un puente no iba a parar».
«Conozco muy bien los pasos que daba el Grupo Cursach para acabar con el enemigo», declaró Ávila para a continuación apuntar a Miguel Estarellas como autor de los chivatazos a los negocios de Cursach. «Venía muy a menudo a avisar de cosas. Iba a hacer una medición de sonido y vino media hora antes para avisarme», afirmó Ávila. «Cada noche recibía la llamada para decirme si estaban los buenos y podía excederme de volumen y de horario, o estaban los malos y tenía que ir con cuidado», añadió.
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