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EL CUADERNO DE PEDRO PAN

Y Eduardo Bernabéu escuchó a la Sinfónica de Baleares desde el cielo

La Sinfónica de Baleares regresaba al Auditórium de Palma ¡al fin! para desarrollar al completo su temporada de abono

El principal patrimonio de la OSIB son sus solistas y cada uno de ellos sin excepción

La buena noticia era que la Sinfónica de Baleares regresaba al Auditórium de Palma ¡al fin! para desarrollar al completo su temporada de abono. Y la mala, las desconcertantes primeras partes de los dos conciertos que hasta la fecha han tenido lugar. En ambos casos, abriendo programa obras que el público debía enfrentar a sabiendas de que la atonalidad en absoluto era su principal opción. En cualquier caso, hablamos de dos obras importantes en sí mismas y que es una de las funciones de cualquier orquesta entretenerse en miradas comprometidas con la agitación compositiva de los siglos XX y XXI. Así pues, el 31 de octubre fue el turno para el Concierto de violín de Alban Berg, estrenado en 1935 -todo él dodecafónico- y  también conocido por el subtítulo A la memoria de un ángel. Después, el 14 de noviembre, nos llegaba el Concierto de violín de Víctor Kissine, escrito en el 2012.

Si el primero era todo él de una atonalidad abrumadora, al menos sí tenía el valor de permitirnos observar, muy de cerca, a Sergei Dogadin, uno de los grandes valores emergentes del momento. El segundo, en cambio, era otra cosa desde el momento en que la orquesta ejercía un maridaje entre lo tonal y lo atonal, dejando en manos del solista Gidon Kremer –una leyenda viva- la inmersión absoluta en la atonalidad. Además, esta segunda cita tenía en sí misma un carácter emotivo y entrañable, al ser una velada In Memoriam.

El 14 de noviembre, nada más acceder a la sala magna del Auditórium, eras consciente de que se avecinaban momentos de buen carácter. Presidiendo el escenario, la imagen de Eduardo Bernabéu, solista de clarinete de la OSIB y la leyenda: In Memoriam. Había fallecido una semana antes, el viernes 8, víctima de un cáncer. Cuando tuve conocimiento de su muerte, contacté de inmediato con la gerente de la Sinfónica de Baleares, Cristina Martínez. 

Parece ser que su última actividad profesional, ligada a la OSIB, le implicó en los preparativos de Turandot, la ópera póstuma de Puccini, que se iba a representar en el Teatro Principal de Palma. Solo participó en la lectura de la partitura, pero ya no le quedaron fuerzas para estar en el foso durante las cuatro representaciones entre el 21 y el 27 de octubre.

Eduardo Bernabéu, alicantino de 58 años, estaba vinculado a la OSIB desde el año 1996 en calidad de clarinete solista. Los estudios en el Conservatorio Superior Oscar Esplà, de Alicante, los finalizó con Matrícula de Honor y el Premio Extraordinario de Final de Carrera. Su actividad profesional aquí en la isla, además de ser titular de la OSIB, la desarrolló en el Conservatorio y brillantemente al frente de la Banda de Música de Manacor que durante sus diez años de director supo llevarla a lo más alto en su categoría. 

Antes de iniciar el concierto del 14 de noviembre se guardó un emocionado minuto de silencio, el público puesto en pie como un resorte. Y lo que vino después fue una suerte de acertijo por lo que tenía de adivinanza. Bernabéu en tres ocasiones fue seleccionado para el papel de solista y en una de ellas, el año 2006, le correspondió protagonizar el Concierto de clarinete de John Corioglano compuesto en 1977,  encargo de la Filarmónica de Nueva York y además estreno en España. Pues bien, la noche del 14 también se estrenó en España el Concierto de violín de Víctor Kissine, la obra expresamente escrita para Gido Kremer –solista aquella noche en el Auditórium- que fue estrenada el 14 de diciembre en el Palacio de las Bellas Artes de Bruselas y que pocos días después sonaría en el Gewandhausorchester de Leipzig, por cierto la ciudad que albergó la más influyente escuela de cine en Europa.

Eduardo Bernabéu al clarinete y Gidon Kresner al violín, hermanados por la OSIB, casualmente, en sus respectivos estrenos en España. No me cabe duda alguna de que el recientemente desaparecido clarinete solista de la OSIB estuvo escuchando el concierto desde el cielo y que se aguanten los ateos. 

Siempre he dicho que el principal patrimonio de la OSIB son sus solistas y cada uno de ellos sin excepción. Por eso, en espera del inicio siempre miro las localidades ocupadas por los solistas y todos ellos me parecen seres de luz. Cuando miraba a Eduardo en su asiento, me quedaba un instante sin dejar de observarle. En efecto, él era un ser de luz.