Corrupción sistemática
La imputación y retirada del pasaporte a Ábalos, ex ministro de Transportes con Sánchez y hombre de confianza, es la constatación y resultado de la corrupción sistémica que afecta al PSOE. Este hecho, que se une a la imputación de Begoña Gómez, esposa de Sánchez, de su hermano, del fiscal general del Estado, de las implicaciones de Víctor Torres, ministro de Política Territorial, de toda la corrupción que generó el asunto de las mascarillas, que salpica también a la actual presidenta del Congreso, Francina Armengol, del caso Tito Berni, etcétera, etcétera, choca frontalmente con el pasado y actual hipócrita discurso de que el PSOE es un partido limpio y que luchaba contra la corrupción, pretexto este que precisamente aupó a Sánchez como presidente en aquella moción de censura.
A todo ello, le podemos añadir la rotunda estafa política que ha supuesto Podemos, socio de este Gobierno, salpicado de casos de abusos y agresiones sexuales: Errejón, Monedero, Iglesias, con el discurso de la lucha contra el machismo, cuando precisamente los mayores representantes del mismo estaban en ese partido.
Podríamos citar otros casos que afectan a otros partidos y a otras personas, y sería una candidez pensar que todo va a ser siempre política y jurídicamente impoluto, pero no es lógico en esta medida ni esta aplastante y continua reiteración. Ante todo ello, uno no puede dejar de indignarse, no puede impedir pensar cómo se puede llegar a mentir con tanta desvergüenza, y lo que es más grave, con tanta impunidad.
Sí, porque si hablamos de responsabilidad política, estamos ante el olvido absoluto y sólo nace la esperanza de que la ley y los jueces pongan un poco o un mucho de justicia ante todo este desatino y degeneración política. Sí, ya sabemos lo de la presunción de inocencia y todo eso, pero el hecho de que todos estos hechos estén sustanciándose evidencia que la anormalidad institucional e incluso democrática es la dueña del sistema político de forma permanente y así no podemos continuar.
No puede ser que la vida política española esté día sí y día también salpicada de casos de corrupción, nepotismos, deterioros institucionales, prevaricaciones, agresiones sexuales, etcétera, pues da la sensación de que nuestros políticos, más que gobernar, más que servidores públicos al servicio de los ciudadanos para mejorar sus condiciones de vida, su libertad, su futuro, están ante todo para enriquecerse y, por supuesto, para no dejar de cometer ni un solo artículo del Código Penal. Triste e indignante panorama, pero así vamos. «Si elegimos a los mismos políticos corruptos de siempre, ese es un mensaje muy claro de que no queremos un cambio» (Sukant Ratnakar).
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