Buena jugada, maestro
Que cuatro descerebrados que no merecen consideración de aficionados hayan amenazado de muerte a jugadores del Mallorca al término de un partido, no puede desviar el foco de lo esencial o, si así lo quieren, la causa que origina el impresentable comportamiento y que no es más que la lamentable actuación del equipo en el campo del Girona, escenario de ambos acontecimientos.
No perderemos el tiempo prestando atención a los mequetrefes, pero merece la pena invertirlo en un análisis serio de lo ocurrido en esta segunda vuelta la cual ofrece fundamentos más que suficientes para tomar medidas que eviten un descalabro mayor que el de entrar o no en Europa, una quimera soñada por cazadores de titulares, seguidores ilusos y directivos trileros con gusto por salir en las fotos y medios aunque sea para inaugurar un «chiquipark».
El primer deber de la dirección deportiva, Pablo Ortells con la necesaria colaboración del entrenador, es determinar cuántos futbolistas de la primera plantilla son aptos para militar en primera división. A mi me salen cinco que no llegan y hasta siete más cuya continuidad debería reconsiderarse con rigor. Cada cual tendrá sus candidatos, por lo que no caeré en el descuido de ofender a alguien y montar una lapidación.
Arrasate, a su vez, habrá buscado en qué se ha fallado para firmar un 2025 para olvidar. Durante los últimos cinco meses de 2024, su equipo superó a 10 de sus contrincantes, igualó a dos e hincó la rodilla ante 7. Desde enero solamente ha sido mejor que 4, igual a 2 y claramente peor que 9. Los porteros han salvado a una muralla firme, después hecha añicos cual cristal de baja calidad, deficiente a todas luces para salir de atrás; sin la menor creatividad en la línea media y un verdadero cementerio de tres cuartos hacia arriba. Un once lento, insolidario, reiterativo y estático. A partidos malos como los de Vitoria o Cornellá, sumen los apáticos, paupérrimos, protagonizados en Pontevedra (Copa), Villarreal y Montilivi.
Reducir tan aplastante realidad, sobre todo en términos de futuro, a la reprobable indignación de media docena de mozalbetes sin educación, equivale a esconder la cabeza bajo el ala como los avestruces. Nos acordamos de «Becket», la genial película protagonizada por Peter O’Tool y Richard Burton, en la que Thomas Becket, arzobispo de Canterbury, es juzgado por alta traición contra el Rey y al defenderse con excomulgar a sus jueces, Enrique II, de la dinastía Plantagenet, refunfuña oculto tras un balcón: «buena jugada Thomas».
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