Trabajo en un yate de lujo y esto es lo que hago antes de que llegue el dueño: «Música ambiente…»
Cuando uno piensa en un yate de lujo, lo primero que viene a la mente suelen ser las imágenes idílicas: aguas turquesas, puestas de sol desde la cubierta y una vida de comodidad y caprichos. Sin embargo, detrás de ese escenario de ensueño hay una maquinaria perfectamente engrasada que lo hace posible, liderada por una tripulación que cuida cada detalle al milímetro. . La perfección que se aprecia a simple vista es fruto de un trabajo silencioso, meticuloso y constante.
Una muestra de esta realidad la da Esmée Yntema, una española que trabaja a bordo de uno de estos yates de lujo y que se ha hecho viral en redes sociales por mostrar cómo se prepara todo antes de la llegada del dueño. En sus vídeos, Esmée nos ofrece un vistazo al otro lado del glamour, a ese mundo de limpieza minuciosa, orden obsesivo y atención absoluta al detalle. Lo que para muchos es simplemente «preparar la casa» para una visita, en estos barcos se convierte en un ritual casi ceremonial.
¿Cómo es trabajar en un yate de lujo?
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La jornada de Esmée comienza mucho antes de que el dueño del yate pise cubierta. Lo primero que hace es recorrer cada rincón del barco, revisando con ojo clínico que todo esté en su lugar, que no falte nada y que cada zona cumpla con el nivel de presentación que se espera en una embarcación de este calibre.
Uno de los primeros pasos es colocar cuidadosamente todos los cojines del salón y las zona de descanso. Pero no basta con alinearlos. Según cuenta, todas las cremalleras deben quedar orientadas hacia abajo, invisibles al ojo del propietario.
Luego, Esmée se encarga de preparar los elementos decorativos. Coloca bombones en un cuenco, asegurándose de que todos estén bien orientados, con el envoltorio hacia arriba. En otro bol dispone frutas frescas, seleccionadas no sólo por su sabor, sino también por estética: colores que contrasten y tamaños equilibrados.
En cuanto a las flores, recibe personalmente los arreglos florales y realiza un paso muy curioso que muchos desconocen: les retira el polen a los lirios. ¿La razón? Evitar manchas sobre superficies delicadas, algo que en un yate de lujo podría considerarse un error imperdonable.
Limpieza exhaustiva y preparación de los ambientes
Con la decoración lista, comienza la segunda parte de la rutina: la limpieza. Esmée pasa la aspiradora por toda la embarcación, asegurándose de eliminar cualquier resto de polvo o huella que haya quedado. Esto incluye zonas poco visibles, como debajo de los sofás, esquinas, y marcos de las puertas. En un yate de lujo, no hay margen para el descuido.
Luego baja al nivel inferior del barco, donde están situada las habitaciones. Aunque el dueño sólo utilizará una de ellas, todas deben estar presentables. Las camas se dejan hechas con precisión milimétrica: sábanas sin una sola arruga, almohadas esponjosas y cortinas alineadas. Además, enciende las luces nocturnas situadas debajo de las camas, creando un ambiente cálido y acogedor, aunque nadie vaya a dormir allí esa noche.
En los últimos minutos antes de la llegada del propietario, Esmée se concentra en lo que llama «los detalles invisibles», esos que no se notan a simple vista, pero cuya ausencia sí se percibe. Limpia cuidadosamente las barandillas metálicas, eliminando cualquier marca de dedos. Lo mismo hace con los interruptores de luz, que deben quedar libres de huellas.
Después baja las persianas, para que el ambiente no esté excesivamente iluminado y la temperatura se mantenga agradable. También enciende el televisor, pero no para mostrar algún programa, sino para dejar puesto un fondo fijo con música ambiental.
El trabajo de tripulación en un yate de lujo va mucho más allá de la limpieza o la organización. Es, en palabras de la propia Esmée, un ejercicio constante de anticipación. Ella no espera a que algo se note para actuar, sino que prevé lo que el dueño podría necesitar, observar o sentir, y lo deja listo de antemano.
Por ejemplo, si sabe que el propietario ha tenido un viaje largo, se asegura de que su cabina tenga una fragancia suave, la temperatura correcta y una bandeja con agua y fruta fresca. Si hay visitas imprevistas, ya hay toallas limpias preparadas y espacios comunes listos para recibirlos. Esta capacidad de pensar por adelantado es, quizás, la habilidad más valiosa en su profesión.
Historias como la de Esmée nos invitan a reflexionar sobre cómo percibimos ciertos empleos. Mientras que algunos podrían considerar estas tareas como «servicios menores», lo cierto es que requieren habilidades específicas, altos niveles de organización y una actitud impecable.
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