Del papel custodio del Banco de España
La independencia ni tiene precio ni se mercadea. El Banco de España es un firme baluarte, apostado como centinela y vigía. Sus advertencias, pese a que no gusten al gobierno de turno, son un faro que nos ilumina. Meses atrás avisó de las negativas consecuencias que una subida tan fuerte del salario mínimo tendría sobre el empleo y no exagero si digo que hubo quien desde el Gobierno se tomó a guasa el pronunciamiento del Banco de España. Pues bien, no sólo el ritmo de creación de empleo decrece, sino que el paro repunta. Agosto vomita unos datos alarmantes: suben los parados, muy por encima de los 3 millones –la mayor subida desde 2010-, cifra de la que decía el presidente del Gobierno, en su discurso en pos de la investidura, que bajarían, y la caída de los afiliados a la Seguridad Social es de 213.000 personas –el peor dato desde el fatídico 2008-.
La debilidad laboral en nuestro país se agrava. ¿Por qué? Durante estos últimos años, nos jactamos de que el crecimiento económico de España ha superado al de la media de las grandes potencias de la Eurozona. Sin embargo, hemos sido incapaces, creciendo así, de recortar las altas tasas de desempleo que, a la vista de los datos del mes agosto, aumentarán. Y si éste es un extremo realmente preocupante, máxime cuando se divisa una contracción, el otro dato conocido del mes de agosto complica aún más el escenario: la pérdida de 213.000 afiliados en el régimen de la Seguridad Social, que tarde o temprano se plasmará en reajustes en el desempleo. Por demás, la atonía económica conlleva que la marcha empresarial afloje en cuanto a sus niveles de facturación y eso lleva implícito, automáticamente, recortes en el empleo.
A los países del sur de Europa, llega la economía otoñal, caracterizada por ese ligero enfriamiento que afecta, sobre todo, al sector manufacturero. Que la industria europea esté en horas bajas, es mal síntoma para el contexto económico continental y, peor aún, para los países del Sur, que somos los que estamos en una postura más delicada y andamos a la espera de ver qué sanas y reconfortantes medidas impulsa el Banco Central Europeo el próximo día 12 de septiembre, momento en el que, con toda probabilidad, anunciará un paquete, más o menos completo y más o menos ambicioso, de munición monetaria para ir descargando en los meses siguientes.
Para ello, el Banco Central Europeo, por lo visto, cuenta de antemano con el beneplácito de Christine Lagarde que está a pocas semanas de consumar su nombramiento como presidenta de la institución, sucediendo a Mario Draghi y, en principio, continuando con su política acomodaticia. Y es que no hay más remedio tal y como pinta el alicaído panorama económico europeo que echar mano de la política monetaria para seguir intentado insuflar ánimos o, como siempre decimos, respiración monetaria asistida, a una economía que anda pachucha. El problema es que la medicina que, en su día, cuando los países del Eurozona, con España a la cabeza, se encontraban en una dura encrucijada con la prima de riesgo haciendo de la suyas por culpa de sus desaguisados de las finanzas públicas, surtió efecto, ahora, al estar tan metabolizada y habituados a ración diaria, sus soluciones paliativas son menos positivas. Nos estamos acostumbrando en demasía a vivir a golpe de facilidades monetarias y sin ellas la economía muestra una preocupante atonía.
Volvamos a nuestro paro que sigue anclado en el 14% (13,9% para ser exactos), con el juvenil superando el 32%. En la revuelta Italia, el desempleo roza el 10%. En cambio, en la República Checa es del 2,1% y en Alemania, a pesar de su parón económico, del 3%. Otrosí, los descosidos de nuestras cuentas públicas impedirán que ante la que se avecina podamos echar mano de políticas fiscales “ad hoc”; simplemente, no hay margen. Los intentos de solucionar fatalidades que se otean no solo dependerán de que el 12 de septiembre, el Banco Central Europeo ponga más munición monetaria al servicio de la economía. La vulnerabilidad de España con sus cuentas públicas es uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos y, de momento, sin visos de solución. El Banco de España sigue advirtiendo de lo enrevesado de la actual coyuntura y de las turbulencias que se avecinan. ¿Se volverán a cachondear desde el Gobierno de las premoniciones de nuestra autoridad monetaria?
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