Cataratas de Multnomah: belleza natural que esconde una triste leyenda
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A los viajeros nos encanta conocer las historias que se encuentran detrás de cada castillo, cada bosque o cada lugar especial que visitar. Pues bien, hay unas cataratas que tienen como origen una triste leyenda. Hablamos de las Multnomah, las cuales están situadas en Estados Unidos, en el estado de Oregón, cerca de Portland. Y claro, al no ser un destino muy habitual, es una zona poco visitada por los europeos.
Cataratas Multnomah, una maravilla natural
Estas cataratas tienen dos tramos de caída: el primero de 165 metros y el segundo de 21 metros. En la unión de ambos hay un puente construido en 1914, por el que se puede cruzar para seguir el sendero que lleva a la parte alta. El recorrido es de unos dos kilómetros y tiene un desnivel de 200 metros. Es una pendiente algo dura pero corta.
Las cataratas Multnomah sólo están a media hora de la citada ciudad de Portland, siguiendo en trazado de la Garganta del río Columbia. Por el camino merece la pena detenerse en algunos miradores que regalan unas vistas espectaculares del cauce.
Al llegar, el viajero encuentra un establecimiento: el Multnomah Falls Lodge, que dispone de bar, restaurante y tienda de recuerdos. Fue construido en 1925 en estilo canadiense, con muros de piedra y el tejado de pizarra.
La leyenda de Multnomah
Ahora un poquito de leyenda sobre el origen de las cataratas. Cuentan que el jefe de la tribu de Multnomah tenía una preciosa hija a la cual decidió casar con un joven jefe de los Clatsop. ambos se conocieron y el amor surgió al instante. Estaban hechos el uno para el otro.
Todo iba sobre ruedas. Anunciaron el día de la boda como una fiesta grandiosa. Habría juegos, bailes, concursos, etc. y todas las tribus comenzaron con los preparativos.
Pero el día de la boda amaneció con mucha gente enferma. Después de preguntar a los chamanes, nadie sabía dar una respuesta. Entonces, un hombre con barba blanca y un bastón se acercó asegurando que el era un auténtico «hombre de medicina» y predijo que la enfermedad se cobraría muchas vidas. «Para calmar la ira del Gran Espíritu y que la gente sane, hay que sacrificar a una doncella hija de un jefe», debió soltar como si con él no fuera la historia.
Pues bien, los habitantes de la zona decidieron acatar su destino y no sacrificar ninguna vida. Pero una tarde, la hija del jefe fue a visitar a su futuro esposo y le encontró muy enfermo. Entonces ella se dirigió al borde de un acantilado sobre el río blanco. Le dijo al Gran Espíritu que estaba dispuesta a morir para que se acabara la terrible enfermedad.
Entonces la luna llena lanzó su luz sobre ella. En ese momento dio un paso adelante y cayó al río. Cuenta la leyenda que fueron las lágrimas del jefe de la tribu por haber perdido a su hija las que crearon las cataratas Multnomah.
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