Crítica de ‘No mires arriba’, nominada a mejor película en los Premios Oscar 2022
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Este año, los Premios Oscar 2022 tienen 10 largometrajes nominados a la categoría de Mejor Película. Desde hace algún tiempo, este es el número máximo de producciones que pueden entrar en competición, pero rara vez 12 meses de cine dan para tantos films, con la calidad suficiente para estar entre lo mejor de los galardones más relevantes de la industria. La Academia lleva perdiendo audiencia televisiva varios años y por eso, han terminado en la codiciada lista, algunos títulos que en otras ediciones, seguramente no estarían ahí. Ese es perfectamente el caso de No mires arriba, la producción de Adam Mckay en clave de humor que narra, el acercamiento de un meteorito a la tierra que de impactar, acabaría con cualquier tipo de vida. Por si esa nominación fuese poco cosa, la película está también nominada a guion original, música y montaje.
McKay se rodea de un gran elenco
El cineasta Adam McKay tiene una sobrada experiencia retratando, siempre desde un prisma crítico, retratos de la vida política y económica estadounidense. En 2015 rodó La gran apuesta, un bioppic sobre el grupo de inversores que apostó contra el mercado hipotecario de Estados Unidos. En esa filmación junto a Christian Bale, Steve Carrell, Ryan Gosling y Brad Pitt, mientras que tres años después, volvió a contar con Bale y Carrell en El vicio del poder para narrar la historia de Dick Cheney, el vicepresidente de George W Bush que acumuló el poder necesario para moldear a toda una nación. En no mires arriba su elenco no iba a ser menos: Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Jonah Hill, Cate Blanchett, Mark Rylance y Timothée Chalamet entre otros.
Son estas superestrellas, las que sustentan el guion que firma el propio McKay. En el primer tramo parece que lo vayan a conseguir, pero el ruido del fondo mediático, sumado a una hipérbole agotadora, termina por descafeinar la inestable y a ratos interminable propuesta del director.
Una sátira agotadora
No mires arriba se conjuga como una sátira sobre el fin del mundo, del mismo modo en el que Stanley Kubrick armó ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú. Sin embargo, la propuesta sobre la Guerra Fría jugaba a mostrarse, como una crítica ácida del delirio nuclear y los poderes armamentísticos, mientras que la producción de Netflix representa de forma simplista unos estereotipos previsibles, enturbiados por subtramas vacías.
Algunos dicen que parte del motivo por el que No mires arriba no ha gustado a la crítica y al público es porque tanto los analistas como los espectadores, se sienten reflejados en el patetismo y absoluta estupidez de esa recreación de la sociedad y eso, termina por frenar la conexión con la obra. Lejos de contradecir dicha argumentación, lo cierto es que en el momento en el que comienza la polarización de bandos, a McKay ya le ha caído el meteorito encima.