Síndrome de adaptación paradójica o aceptar a nuestro agresor
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A pesar de la mayor concienciación que hay sobre la violencia doméstica, o violencia en pareja, son muchos los casos en los que descubrir este maltrato resulta una tarea difícil -sino imposible- porque la víctima es la primera que defiende al agresor. Lo que en la psicología se llama «síndrome de adaptación paradójica». ¿Cuáles son las características de este trastorno y por qué algunas mujeres, sobre todo, son incapaces de reconocer que están sufriendo este tipo de abusos?
Es un nuevo concepto que fue desarrollado específicamente para los casos de violencia doméstica. Hablamos de un fenómeno tan común que hizo falta establecerlo para acoger todos los casos con cierta similitud bajo una única noción debido a esas semejanzas.
Qué es el síndrome de adaptación paradójica
La principal característica de estas agresiones es que no sólo no son observadas por quienes rodean a la pareja sino que tampoco suelen llegar a instancias judiciales ni a los despachos de psicólogos. Por lo general, son situaciones que se destapan una vez rotas las parejas o tras varios años en los que el maltrato ha ido escalando en intensidad. Y si bien tienden a ser los agresores, los hombres también pueden ser víctimas de la ofensa.
Los profesionales avisan que una de las dificultades para detectar esta violencia contenida en el seno de las parejas es que la víctima sabe disimularla. Normalmente, incluso, son personas que se muestran amables en público para ocultar el infierno que se vive hacia el interior de su relación sexo-afectiva. Advierten, quienes se dedican a la atención y el tratamiento de las víctimas, que eso complica identificar cuántas mujeres y hombres sufren estas vejaciones.
¿Cómo se explica el síndrome de adaptación paradójica?
Respecto a este trastorno de la personalidad, es un fenómeno complejo multicausal en el que la víctima convive con sentimientos encontrados y contradictorios. Aunque hay algunos casos aislados en los que llega a darse cuenta de lo inaceptable de la situación, casi siempre es la intervención de un tercero o un hecho inevitablemente público en el que la víctima queda expuesta ante la sociedad. Los investigadores creen que las máximas causas de este síntoma son tres:
- Miedo intenso que deriva en la paralización de la víctima y la deja indefensa
- La víctima cree que no hay retorno, y que podría morir si intenta escapar de su agresor
- Hay una carencia de recursos, económicos y concretos que mantienen a la víctima junto a su agresor
El anterior es el caso más típico, en el que confluyen todos estos factores o causas. Sin embargo, en más de una ocasión el síndrome es padecido por personas aparentemente independientes y que no deberían tener demasiados problemas para abandonar a su agresor. ¿Qué ocurre entonces, según los especialistas?
Los expertos señalan que más de una pareja va construyendo su vínculo a partir de la violencia y, transcurridos los años, dejan de notar algo extraño. Causalmente, no casualmente, son parejas en las que ya existe un desequilibrio de poder basado en la autoestima, los ingresos económicos, etc. Eso argumenta por qué algunas víctimas parecen independientes -en el plano económico- pero no pueden alejarse de sus agresores por otras dependencias.
Específicamente, lo que sucede es una reacción psicofisiológica a nivel cerebral en el que la víctima adopta una nueva cadena de raciocinio o pensamiento.
Y puede ser paradójico, pero esto demuestra que los seres humanos somos capaces de tolerar y aceptar, hasta adaptarnos, situaciones que son intolerables.
¿Cuáles son las fases del síndrome de adaptación paradójica?
Tras años de estudio, la ciencia ha podido distinguir al menos cuatro etapas básicas para este síndrome. Éstas son sus diferencias:
Fase desencadenante
En esta primera instancia se producen los traumas originales, los que hacen mella en la seguridad y en la confianza en sí misma que tiene la víctima. Generalmente, aquí la relación de pareja es sana la mayor parte del tiempo; y los episodios de violencia o maltratos quedan reducidos a excepciones.
Fase de reorientación
La víctima, ante el aumento de los episodios, siente desorientación y se replantea el vínculo. Si no lo rompe en esta fase, hacerlo luego le costará más. Lamentablemente, su cerebro se reconfigura y admite que las reglas del juego han cambiado y que la relación no será «color de rosas» como al principio.
Fase de afrontamiento
La situación ha escalado y la violencia es moneda corriente en el ámbito privado. Aparecen los síntomas inequívocos de estrés y depresión que se asocian, deliberadamente o no, con cuestiones personales, laborales, etc. La resistencia al dolor y el maltrato aumentan, y el umbral de violencia es mucho más alto.
Fase de adaptación
El deterioro psicofisiológico lleva a la víctima a someterse progresivamente a las condiciones de agresión, en más de un caso justificando sus conductas. Adoptado este comportamiento, el sentimiento de inferioridad conduce a una última etapa; la que se denomina “identificación traumática con el agresor”.
Completado todo este proceso, se ha generado lo que se llama «síndrome de adaptación paradójica». Y es importante estar atento a sus signos.
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