Opinión

Vicente Gil: «7-O, Israel hunde a Hamás, Hezbolá e Irán, y el Rey Felipe en el fango de Sánchez»

El lunes se cumplió un año de los brutales ataques terroristas de Hamás en Israel. 1.200 personas fueron asesinadas de la manera más cruel. Hubo cientos de heridos, violaciones masivas de mujeres y niñas y asesinatos de embarazadas cuyos bebés sacaron de sus cuerpos para rematarlos a cuchilladas o quemarlos. 100 israelíes siguen secuestrados a manos de las bestias de Hamas. Entre ellos, niños de apenas 6 años. Decenas de niños fueron raptados y metidos en jaulas, como animales, para que los niños palestinos pudieran pegarles y humillarlos.

Aquella acción no hubiera sido posible sin el diseño, entrenamiento e información de la Inteligencia de Irán. Hamás llegó a reproducir en Gaza, a escala, algunos de los kibutz que iba a atacar. ¿Ningún satélite ni ningún informante vio aquello? La destreza que mostraron los terroristas volando parapentes o manejando lanchas para entrar por mar no se aprende de un día para otro. El 6 de octubre, un día antes, Hamás usó un desfile militar, que retransmitió la televisión de Gaza, para mover tropas y armamento a los ojos de Israel y acercarlos a la frontera sin que Israel sospechara.

Sólo un estado como Irán pudo estar detrás de unos preparativos tan minuciosos y una ejecución tan milimétrica de los atentados.
Unos 3.000 terroristas de Hamas intervinieron perfectamente coordinados por distintos puntos y pertrechados para un ataque largo, derribando con bulldozers la valla fronteriza y entrando despiadadamente con motos, vehículos todoterreno o a la carrera para dar rienda suelta a sus peores instintos, como hicieron, en primer lugar con los soldados fronterizos y luego con familias enteras. Bestias humanas de la peor calaña.

El ataque se inició a las 6.30 de la mañana con una lluvia de cohetes por el norte y el este de la Franja, aprovechando la fiesta judía del Sabat mientras cientos de terroristas y civiles palestinos voluntarios, entre los que había trabajadores de la ONU, se colaban por los puntos de la valla fronteriza volados con explosivos y derribados con excavadoras.

Queda la incógnita de saber cómo fue posible que ninguna de las agencias de Inteligencia de Israel detectara los preparativos de la acción. Ni el Aman -la Inteligencia Militar-, ni el Mosad -la Inteligencia exterior- pero, sobre todo, el Shin Bet -la Inteligencia para la Seguridad Interior- no detectaron, no analizaron correctamente, no dieron la importancia suficiente o no trasladaron adecuadamente la información al Gobierno o, en su caso, no fueron escuchados como debían por el Gobierno de Netanyahu, que aseguró no haberse enterado de nada ni haber podido evitarlo.

Afrontaba, entonces, el primer ministro desde hacía meses, la contestación interna, con masivas manifestaciones, por su reforma para someter el Poder Judicial al poder político. ¿Les suena esto? Parece que está de moda.

Este es el contexto de lo que ocurrió el 7 de octubre. Pero atacada la nación, no hubo dudas en Israel. Todos a una, pese a la presión interna sobre su opinión pública y la externa de la comunidad internacional.

Israel ha actuado con determinación. Dejó claro, desde el primer momento, que la respuesta sería contundente y larga. Como ha sido.

Un año después Israel ha eliminado a los líderes de Hamas, Ismail Haniya, y de Hezbolá, Hasan Nasralá, y ha descabezado buena parte de sus cúpulas políticas y operativas. Ambas organizaciones terroristas están seriamente tocadas. Lo de hacerles explotar los beepers o buscas a miles de terroristas en Líbano y Siria fue una virguería que llevó la psicosis y el pánico a sus zonas más íntimas.

Un año después, la invasión israelí de Gaza ha demostrado que Gaza era una base terrorista con cientos de kilómetros de túneles horadados como arsenales, escondrijos de terroristas, corredores logísticos y, lo peor, zulos a decenas de metros bajo tierra para la tortura y el asesinato de los rehenes. Israel ha demostrado entrando a saco en Gaza lo que viene diciendo desde hace años: que Hamás usa a la población civil palestina como escudos humanos y se ha parapetado en edificios residenciales, hospitales, escuelas y oficinas de (supuestas) ONG y de la vergonzosa ONU.

Así las cosas, los daños colaterales eran inevitables. Es lamentable ver, de todos modos, cómo medios de comunicación y gobiernos hacen suyas las cifras que da Hamás como si fuera una fuente fiable. Hasta la ONU, cómplice del terrorismo palestino, las hizo suyas durante meses hasta que reconoció hace poco que no tenía forma de contrastarlas.

A nuestros compañeros periodistas, más propagandistas y activistas que otra cosa, se les olvida decir la fuente cada vez que hablan de víctimas o dicen eso de «el ministerio de Salud de Gaza», como si fuera el ministerio de Salud de Alemania, siendo como es -simplemente- Hamás, una organización yihadista.

Leía el otro día el entusiasmo del corresponsal de El País diciendo sobre los soldados israelíes muertos en una emboscada en Líbano: «Entraron en vertical al Líbano y salieron en horizontal». Toda una muestra de profesionalidad e independencia.

La propaganda terrorista de Hamás se ha convertido en una especie de productora de realities del terror. Hemos visto a las mismas personas haciendo varios papeles en vídeos propagandísticos distintos siempre con mucha pintura roja por encima como si fuera sangre.

Los mismo tipos han hecho de muertos, de heridos, de padres dolientes, de médicos, de periodistas atacados, de trabajadores humanitarios… Hemos visto vídeos de entierros de niños donde el niño milagrosamente resucitaba, abría la bolsa donde supuestamente yacía muerto y salía corriendo al sonar las alarmas de ataque aéreo. Hemos visto vídeos de morgues palestinas donde los muertos estornudaban o se rascaban la cabeza o el pie dentro de las bolsas convenientemente pintadas de rojo.

No minimizo las víctimas palestinas de esta guerra. Nadie duda de que las hay, lamentablemente, y muchas. Ni a nadie -medianamente humano- puede dejar indiferente el sufrimiento de los civiles, especialmente de los niños. He vivido más de una guerra y nadie me va a explicar el horror que supone. Pero una guerra es una guerra y no la empezó Israel.

«La guerra -decía nuestro gran Ortega- es la cirugía de la historia». Y se está haciendo historia. Porque lo que hay en juego en Oriente Medio no es un toma y daca más de Israel con Hamás o Hezbolá. Lo que hay en juego es una nueva correlación de fuerzas en la región que afectan directamente a nuestra seguridad como Occidente.

El problema de Oriente Medio no es Israel. El problema de Oriente Medio es Irán, empeñados los ayatolás en desestabilizar la región y en evitar el acercamiento que se está produciendo desde hace tiempo entre Israel y Arabia Saudí, algunas monarquías del Golfo, Jordania, incluso Egipto, y no digamos Marruecos, aunque más alejada de la zona y siendo alauitas. Por esto, Irán inspiró el 7-O.

Los países musulmanes suníes, no nos engañemos, más allá de las declaraciones formales en favor de los palestinos, celebran ver cómo Israel ha liquidado a Haniya y Nasralá y se va cargando los satélites terroristas de Irán en Líbano, Gaza y Siria. Incluidos los objetivos en la propia Irán o el beeper de Hezbolá que le explotó al embajador iraní en Beirut.

Los países árabes de la zona que no están en el eje del mal de Irán con Rusia y alguno de los emiratos, están en el fondo encantados y no saldrán a dar la cara por Irán si la guerra escala. Aunque sí están trabajando, por supuesto, con Estados Unidos y otros actores regionales en un alto el fuego para evitar más sufrimiento a los gazatíes.

En la postura de los países árabes sobre los palestinos hay mucha hipocresía y este año de guerra ha servido para comprobarlo de nuevo. Ninguno de todos esos países árabes tan solidarios con los palestinos quiere saber nada de ellos porque saben que llevan décadas siendo un problema.

No quieren a los palestinos en sus países. Esta es la verdad. El muro de Gaza con Egipto es el más alto del mundo. Frontera impenetrable.

Los problemas del Líbano (que era un país rico y pacífico, gobernado por la mayoría cristiana) comenzaron cuando el rey Hussein de Jordania, harto de la OLP y de Arafat, que quería derrocarlo, le hizo la guerra a los palestinos en el septiembre negro del 70, los masacró, mató a, al menos, 3.500, y los mandó a todos al Líbano para desgracia de aquel país. Aquello derivó en su guerra civil del 82.

Parece que este dato -por cierto- no se lo dieron al Rey Felipe en su desafortunada visita de este fin de semana a Jordania con discursos hechos por el Gobierno de Pedro Sánchez y visitando instalaciones de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, que debería ser disuelta.

Porque en este año de guerra, Israel no sólo ha desnudado la verdad de Gaza y de ese estado fallido que es Líbano, a merced de Teherán. Israel ha desnudado también a la ONU.

Trabajadores ‘humanitarios’ de la UNRWA en Gaza participaron directamente en los asesinatos y violaciones de mujeres y niñas del 7 de octubre. El líder de Hamas en Líbano, Fatah Sherif, eliminado junto a Nasralá en Beirut, trabajaba como profesor para la UNRWA. El escondrijo de Nasralá estaba a 50 metros de una escuela de la ONU y a 100 metros de otra en un edificio residencial de civiles.

Miren. Basta ya de demagogia con este conflicto. El primer problema real de los palestinos no es Israel. Son ellos mismos.

Durante décadas, con el terrorista Yaser Arafat al frente, los dirigentes de la OLP y luego Fatah y la Autoridad Nacional Palestina, que, se supone, gobierna Cisjordania, se han dedicado a robar a su pueblo a manos llenas y a quedarse con los miles y miles de millones de dólares y euros que debían haberse invertido en el bienestar de los palestinos. Pero no les interesaba. Los querían pobres e ignorantes.

Los dirigentes palestinos han sido siempre, por décadas, unos ladrones, unos corruptos y unos golfos.

Bill Clinton y Hillary Clinton -nada sospechosos de ser unos fascistas o seguidores de Trump- han contado cómo israelíes y palestinos llegaron a dos acuerdos de paz con límites claros de sus territorios y cómo fue, las dos veces, Yaser Arafat quien, finalmente, no se atrevió a firmarlos porque -les confesó- lo matarían al volver a Ramala. Esta es la verdad. Dos veces los palestinos se negaron a firmar la paz. Mientras tanto, siguió la rapiña de sus dirigentes en Cisjordania.

Cuando Israel abandonó Gaza hace 20 años, la Franja era un vergel riquísimo, pero quedó en manos de Hamás. La organización terrorista se ha dedicado durante 20 años a lo mismo que los dirigentes palestinos de Cisjordania. En vez de invertir los miles y miles de millones de la ayuda internacional en el bienestar y el progreso de su pueblo y en intentar conseguir la paz, se dedicaron a convertir Gaza en una base terrorista contra Israel y a hacer prisioneros a sus habitantes, convertidos en escudos humanos del terrorismo islamista.

Si Arafat y los golfos de la OLP, el resto de organizaciones palestinas y la Autoridad Nacional y si los terroristas de Hamás hubieran empleado todo el dinero que les hemos mandado desde Occidente durante décadas los palestinos serían -hoy- el pueblo más rico del mundo.

Pero no. El pueblo palestino y la «causa palestina» no han sido más que un enorme negocio para sus dirigentes y para toda esa ralea de ONG y políticos en Occidente, particularmente en España, que viven del cuento y se llevan mucha pasta tambien con este asunto.

La izquierda española y occidental no puede ser más tonta ni más sinvergüenza, ajenas al verdadero sufrimiento de los palestinos. Está rendida a ese eje del mal que supone Irán con Rusia y los ricachones de Qatar financiando talibanes y hutíes.

La izquierda española y occidental, ese batiburrillo woke, en su antisemitismo, ha terminado haciendo suya la causa del islamismo radical y del terrorismo que siempre ha estado tras la llamada «causa palestina» y que representan ahora Hamas o Hezbolá. Los palestinos son la excusa. Quieren la aniquilación de Israel e imponer el Islam en Occidente. Queramos verlo o no.

La estupidez occidental lleva a ver a los del colectivo gay o trans manifestándose por Gaza e Irán donde son pasados a cuchillo. ¿Se puede ser más tonto, más lelo o más ignorante?

¿Cuánto cobran de Rusia o de Irán los del rojerío español tipo Pablo Iglesias? De él ya sabemos que trabajó para la tele de Irán y que fue -increíble- vicepresidente del Gobierno de España y que ahora tiene un medio como Canal Red al servicio de la desinformación rusa.

No es el único ni viene de ahora. ¿Qué tienen los de Izquierda Unida desde hace años hermanados con dirigentes terroristas palestinos?

¿O qué tienen las niñatas y señoritingas burguesitas del neofeminismo histérico como Irene Montero o Isa Serra con todo ese entramado criminal que es la «causa palestina»? ¿Saben estas niñatas cómo tienen sometidas Hamas, Hezbolá o Irán a sus mujeres? ¿Por cuánto dinero dicen las cosas que dicen? Porque la izquierda española gratis no hace nada.

Israel es una democracia plena y un paraíso de tolerancia con gays y trans. Y, desde luego, no les pueden dar ni una lección de feminismo. Para mujeres «empoderadas», como les gusta decir, esas chicas y mujeres del ejército de Israel a las que rindo desde aquí homenaje, que están en primera línea defendiendo a su país, algunas de las cuales fueron violadas brutalmente y después asesinadas por la hienas palestinas de Hamás el 7-O, incluida una chica española.

Esta gentuza de la izquierda española de aquí no ha tenido, en un año, ni una sola palabra de condena. Las mujeres de Israel son, para las «feministas» españolas, mujeres de segunda categoría.

Ya me gustaría ver a la Montero o a la pijita de Isa Serra, que no caben ahora de gozo pillando pasta en Estrasburgo, de uniforme y empuñando un fusil para defender a su país.

Israel está en guerra desde el 14 mayo de 1948, día de su independencia. Todos los países árabes de su alrededor se la declararon unilateralmente y al unísono con el objetivo abierto de liquidar el nuevo estado.

Israel no quiso la guerra. Simplemente ha sido el más fuerte en las guerras que otros le han declarado. Que se joroben y no lloren. Es su problema.

Por cierto, Majestad, don Felipe. El primero de ellos, el rey Hussein de Jordania, el padre de Abdalá, con el que estuvo usted ayer. No sé si refería usted a él cuando dijo eso de «matar personas para modificar fronteras». O se refería a los sirios o a los egipcios. O a Irán. O a Hamás.

Majestad, una cosa es que el Gobierno le haga los discursos y otra que el Gobierno comprometa su figura internacional en el fango sanchista de Albares. Ya sabe usted, Majestad, que España tiene el dudoso honor de haber sido felicitada por Hamás, Hezbolá, los hutíes y hasta los talibanes. Lo de este gobierno con la sangre es puro vicio. Léase ETA. Ahora van a cambiar asesinos de ETA por presupuestos, mientras Bildu va a decirles a la Policía y la Guardia Civil lo que tienen que hacer en la nueva Ley de Seguridad Ciudadana.

Majestad, la política exterior la dirige el Gobierno, pero la Corona española, con su padre, el Rey Juan Carlos, fue un referente de respeto y un lugar de encuentro para todos los actores de Oriente Próximo. Como nuestra diplomacia.

No se deje enfangar por Moncloa, Majestad. España era un referente en Oriente Próximo hasta el punto de organizar la Conferencia de Paz de Madrid con Felipe González.

Ahora con Sánchez, Majestad, Madrid ha quedado reducida, como se ha visto este fin de semana, a ser la sede de un congresito de Masar Badil, organización ligada al terrorismo palestino y que ha expandido su odio por nuestras calles.

Desde Madrid, Majestad, se ha elogiado y exaltado este fin de semana los atentados del 7 de octubre y se ha reivindicado aquella horrible matanza. Para esto ha quedado España, Majestad. Para que nos feliciten los hutíes, los talibán, los de Hezbolá y los de Hamás.

Pregunte Majestad, de verdad, a su padre, sin miedo al Gobierno, que no pasa nada. Ustedes hablan más de lo que nos dicen. Lo sabemos. Sin los errores que cometió su padre, su experiencia es un enorme valor.
¡Ah! Y si es posible, Majestad, y le da permiso Sánchez, tenga a bien estos días algún detalle con Israel en algún discurso, visitando la embajada de Israel sin complejos o lo que se le ocurra a su nuevo jefe de la Casa. Para que quede bien claro que la mayoría de los españoles, con usted el primero al frente, no olvidamos a los 1.200 asesinados, a las mujeres y a las niñas violadas y a los secuestrados que están, aún, en manos de esas ratas.