Opinión

Vicente del Bosque, ¿qué haces con esa tropa?

Me refiero, claro está, a don Vicente del Bosque González, futbolista de los que paralizaban la pelota, la miraban y la llevaban hasta donde su inteligencia le pedía; entrenador pausado después que terminó de aquella manera en su Real Madrid porque un trío de directivos imbéciles, a los que aún hacía caso Florentino Pérez, sentenció que «trabajaba poco».

Seleccionador con más trofeos que nadie, hombre en fin prudente donde los haya y, desde luego, incapaz de responder con acritud a los muchos que en su vida profesional se han creído con derecho a zurrarle la badana. Me refiero al marqués del Bosque por obra y gracia de nuestro Rey exiliado Juan Carlos I, y me entretengo recordando los momentos más gratos que viví con él cuando un Castilla campeón era admirado en toda España.

Supe entonces, pero muy enigmáticamente, que Vicente tiraba para la izquierda, aunque jugaba con la derecha. Nunca le escuché, sin embargo, un breve murmullo contra sus supuestos oponentes ideológicos, pero sí esbozaba una sonrisa, entre complaciente y mesuradamente crítica, cuando este cronista opinaba a su manera, que ya se sabe cuál es, de cualquier acontecimiento político de los que ocurren a diario en la España que él y yo tanto queremos. Los dos, desde luego, con razones personales.

Al cabo de los años, alejados ya de nuestros encuentros, supe que la familia de Vicente había sido tratada muy malamente en la postguerra, algo que él nunca refería de propia voz. Quizá hasta conocí, por cotillas de la izquierda de los que aprovechan cualquier contingencia para mezclar el culo con las témporas, que Vicente tenía la memoria de un padre aprehendido por el bando franquista, puede ser que por pertenecer a un partido de los clásicos de la República, quizá el PSOE de don Inda (Prieto), pero también del conocido criminal leninista Largo Caballero.

Tuvo la suerte Vicente, pero sin duda el mérito, de despuntar, primero en el fútbol rudimentario de las calles españolas, y después en algún club al que acudían los llamados ojeadores del Real Madrid. Se fijaron en él, le sacaron billete para la capital y allí don Santiago Bernabéu sentenció que aquel espárrago salmantino, junto con otros de condición biológica similar, debía engordar, así que les mandaron a todos a Galicia donde una paisana, enseñada al efecto, que les forró con las mejores viandas de la región. De ese episodio sí que le oí contar a Vicente bondades, aunque nunca lo hizo con el rencor que utilizan algunos en estas fechas para sacudir a la mano que les ha dado de comer.

Y llegado a este punto, ¿qué está sucediendo con nuestro entrañable amigo el marqués del Bosque? Pues que, enterados de su levísima inclinación izquierdista, los reclutadores de la Moncloa se han llevado años intentando que el seleccionador más condecorado de nuestra historia fiche por ellos, para pasearle de colega como un disimulo por el felón más grande de nuestra trayectoria, por encima desde luego de Fernando VII, que nunca intentó barrenar la Nación.

Trataron los peones albañiles de Sánchez o de engatusarle con el Ministerio de Deportes o, por debajo, con la Secretaría de Estado del menester, y don Vicente, con esa sorna que se trajo del cebo gallego, se resistió con una y poderosa razón: «Esto no es lo mío».

Pero los monclovitas del airado Sánchez nunca descansan en sus fechorías, de modo que ahora le han encontrado un acomodo que parece de inspector del fútbol sacamantecas o de prefecto de presuntos golfos federativos. Y ya han logrado lo que querían. Véase esto; en estos días previos a la final de la Copa de Europa de Naciones han presumido del equipo completo que el Gobierno va a transportar a la final del domingo: el enseñoreado Sánchez de capitán del grupo, su mascota Bolaños, la risueña aragonesa Alegría de la que dicen en Zaragoza «nunca le des la espalda» y, ¡hete ahí! Don Vicente del Bosque González, uno más de la compañía, más comunista que socialista, que todavía nos gobierna de forma atrabiliaria y despótica. De colofón puede aparecer la esperpéntica Yoli Díaz cuando acabe de eliminar empresarios.

No hay noticia todavía de que mi amigo de antaño se haya resistido a asistir de comparsa (siento en el alma la definición) al festival que pretenden montar los susodichos si este fin de semana resulta que la selección de España repite Campeonato. Allí quedará la imagen alargada del marqués del Bosque, designado algo así como revisor de lo que haga el tendero cacereño de ropa femenina Pedro Rocha.

Este es un tipo que se agarra como una lapa a los setecientos mil euros que le entrega anualmente la Federación, una cantidad que el extremeño nunca ha contado expendiendo esos tops sugestivos que lucen nuestras adolescentes. Allí, pues del Bosque, de acompañante también de un tal Uribes, jiposo que aún confunde un balón de baloncesto con una pelota de golf.

Este es el equipo pseudoespañol que el Gobierno envía este sábado en sus correspondientes Falcón a Berlín, y en el cual figura, porque le han engañado (eso quiere creer este firmante), una excelente persona llamada Vicente del Bosque González, en su calidad, sin quererlo, de albardero de un individuo que tiene metidos hasta las chanclas en casos de posible corrupción, a su señora, mediadora de los más oscuros negocios que se han podido hacer en el país desde que vive en La Moncloa, y a su hermano músico o cosa así, que toca el trompón en el conmiserativo Fisco portugués, se hincha a mariscos en la taberna más visitada de Elvas y cobra de una Diputación Provincial que nunca ha pisado siquiera de visita.

Pero, vamos a ver Vicente, ¿qué hace un personaje honesto, trabajador, triunfador y discreto, con esa tropa? ¿Qué haces de enjalbegador de un sujeto al que los jugadores de la selección no tienen la menor intención de recibir? Si se tratara de otra persona, este cronista escribiría: ¡Qué vergüenza! Tratándose de ti, sólo escribo esto: tu sin par biografía no precisa de escuderos del mal, Vicente. No te has enterado: ¡Viajas con los cañoneros que apuntan a la España que tú tanto defendiste! ¿Qué haces a su lado, Vicente? Son tóxicos.