Trump vs la indiscutible derrota de la colectivización
Trump será de nuevo el próximo presidente de los Estados Unidos. Eso es una verdad indiscutible. Lo que sí se puede cuestionar es qué le ha llevado de nuevo a la Casa Blanca. Las teorías son infinitas y se pueden enfocar como una victoria del ex presidente o como una derrota de la administración saliente. Vamos por partes.
Que Kamala Harris no hubiera sido candidata si hubiera tenido que pasar por el filtro de las primarias demócratas creo que es algo que todos tenemos claro. Forma parte como vicepresidenta de un gobierno que no ha gustado ni siquiera a los suyos. Bajo su mandato se ha disparado la inmigración ilegal, la economía de EEUU ha empeorado en términos macro y microeconómicos, se han desatado 2 guerras que han dejado de manifiesto la decreciente influencia del país norteamericano y, además, dejan el país más polarizado de lo que lo encontraron. Es decir, de ninguna manera podían basar su campaña en vender los éxitos de su Administración.
¿Qué opción de argumentario les quedaba? El favorito de la izquierda: la colectivización. La izquierda a nivel global tiene un grave problema que no es otro que la falta de un proyecto estructurado. Y esa carencia la suple de la misma manera que lo han hecho todos los regímenes dictatoriales de la historia: colectivizando a los ciudadanos.
Y la batalla dialéctica la han ganado. Ya nadie habla de personas, se habla de la gente. Ya no se habla de votantes, se habla del electorado. Ya no se habla de ciudadanos, somos la ciudadanía.
Pero en estas elecciones el argumento tan pobre que tenía es el que les ha llevado a la derrota. Pedían el voto de las mujeres para una mujer por compartir género, de los negros y asiáticos para una persona negra de ascendencia asiática por compartir raza. Y si el público no era ninguno de los anteriores, Harris solo sabía hablar del aborto y algún que otro mantra trasnochado.
Frente a ella, había un candidato estridente, populista e incluso vulgar en sus declaraciones. Sí, hay que reconocerlo. Pero también había un candidato que ha sabido entender que la inteligencia individual vence al adoctrinamiento colectivo. Y más si cabe en un país como Estados Unidos donde no existe el Estado del Bienestar del que disfrutamos en España y por lo tanto los individuos están acostumbrados a buscarse la vida.
Por eso Trump, además de insultar a su contrincante, ha sabido bajar al campo, ha sido mejor jugador sobre el terreno. Él ha hablado de inmigración ilegal, de economía, de política exterior y de empleos. Y además de eso, se ha olvidado de la corrección política que tanto gusta al establishment y que tanto chirría entre los votantes.
La izquierda está empeñada en forzarnos a votar con el «corazón» y, perdónenme la vulgaridad, con la entrepierna. Y se equivocan un palmo con ambas cosas: los americanos han demostrado que mayoritariamente, al menos en EEUU, se vota con la cartera y con la cabeza.
Si la oposición española fuera capaz de aprender algo de estas elecciones debería entender que la corrección política queda bien en papel, pero no llega al votante y que, y más en España en las actuales circunstancias, colectivizar a los ciudadanos y tratarlos como a niños pequeños es algo que tiene los días contados.
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