Opinión

Torra hunde a Cataluña en sus delirios separatistas

Leer el nuevo Plan Estratégico de Acción Exterior de la Generalitat hace que vengan a la mente las palabras de Alfonso Guerra cuando el ex vicepresidente del Gobierno socialista expresaba serias dudas a cerca de si a Quim Torra “le funciona bien la cabeza”. Erigir de la nada a Cataluña en una especie de ente soberano para, a continuación, trazar una suerte de nuevas relaciones bilaterales –atención– con Flandes, el cantón de Sarajevo y Occitania deja ya de ser un problema político; la cuestión adquiere tintes psicológicos.

Cataluña, sinceramente, no se merece esto. Cataluña es la segunda comunidad de España en número de habitantes, uno de los principales motores económicos de la nación y un centro cultural y artístico de primer nivel. La bufonada siniestra que ha supuesto el procés ha ido demasiado lejos. Ha desgastado y desgarrado a la propia sociedad catalana, que, pese al bombardeo propagandístico, en su mayoría no quiere la independencia. De hecho, comienza a percibirse un profundo hastío con esta cuestión. El problema perdura por la incapacidad de la oposición para articular una respuesta conjunta, y porque décadas de auténtico terrorismo intelectual impiden –de momento– que el hartazgo emocional pueda articularse en el plano de las propuestas políticas sugerentes. Pero el cansancio está ahí, y es creciente.

Mientras tanto, hasta que Cataluña no despierte, personajes como Quim Torra, Ada Colau o Carles Puigdemont seguirán viviendo sus particulares peripecias a costa del contribuyente y/o del militante. Su mezcla de mesianismo y picaresca –tan hispánica, por cierto– podría tener hasta gracia si hablásemos de personajes de ficción que desarrollan su actividad en el marco de una atropellada comedia, pero resulta que tienen responsabilidades políticas. Y aquí termina la humorada, porque sus decisiones afectan al futuro y al bolsillo de millones de ciudadanos. Hasta que Cataluña no despierte, los Torra y Colau de turno seguirán llenando sus bolsillos y peleando con molinos de viento mientras cabalgan sobre las instituciones.