Tirano Sánchez odia a cuantos no le votan

Tirano Sánchez odia a cuantos no le votan

Cada vez que Sánchez sale de la Moncloa y pone un pie en la calle, colecciona abucheos. Por algo será. Pero dicho ególatra no asume la afrenta y ninguno de sus cien mil asesores se atreve a explicárselo. Le increpan por ser el líder de nada cuyo único proyecto político consiste en empobrecer a la gente y odiar a cuantos no le votan. Le insultan por pactar con socios piratas, que saquean las arcas de nuestra nación y denigran a la Corona. Le abuchean porque se lo merece.

De sus promesas hizo cepos, e hilvanó mentira con mentira, hasta mutar en un gobernante desquiciado que utiliza su posición política para promover leyes que le eximan de toda responsabilidad criminal, eligiendo, con tal fin, a peones judiciales que todos conocemos y que habrían de juzgarle. Al narciso le da igual plagiar una tesis que falsear los PGE que va a presentar en Europa. Cree ser un tipo lleno de virtudes y no admite que un tirano de su talla pueda ser puesto en solfa, degenerar en lo frenético y hacer el ridículo.

El muy cateto no entiende que la plebe le silbe a él, mientras aplaude y vitorea a Felipe VI. Sólo el buen humor puede definir a Sánchez: “Nació lerdo y sufre constantes recaídas”. ¿Cuántas ayudas prometió a los damnificados en la tragedia de La Palma y por qué aún no llegó casi  ninguna? Todas sus promesas recuerdan (y fusilan) la letra de Ricky Martin: “Un pasito pa´lante, un pasito pa´tras”. Además de lerdo y gafe, trilero. La palabra de Sánchez no vale un peine. Hasta Biden lo sabe y no cuenta con España, para nada, en tanto mantenga un Gobierno socialcomunista que le pone las canas de punta.

Les recomiendo: Ateísmo ideológico, la ruina de las ideologías, de Ángela Vallvey. Un ensayo iconoclasta y atrevido sobre nuestros políticos actuales. “Prometen algo y hacen lo opuesto al momento. Pero los creyentes lo toleran todo. El engaño, el fraude, el enredo, la tomadura de pelo, son flagrantes, si bien nadie da importancia a las debilidades y contradicciones de su líder, aunque ello le cueste a la ciudadana el patrimonio, el trabajo, la salud y la misma vida. No está mal para una sociedad que todo el mundo llama “desideologizada”. El estilo de Vallvey, seduce.

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