Sólo falta el cambio de Sánchez
Sin duda, la noticia de la semana es el nuevo Gobierno de Sánchez, a quien parece le duran poco, a juzgar por la experiencia anterior. El que formó tras la moción de censura por la que alcanzó la presidencia con 84 diputados —sin contar el relevo del fugaz Ministro de Cultura Màxim Huerta, y de la de Sanidad Carmen Montón— duró apenas 20 meses. Después vino el que constituyó tras las últimas elecciones generales repetidas de noviembre de 2019, que ha pervivido 18 meses; y ahora éste, para sorpresa de propios y extraños, que tiene vocación de continuidad hasta las futuras elecciones de 2023. Para entonces, y una vez cumplido por Sánchez su anhelo de ejercer la presidencia rotatoria que le corresponde a España en el segundo semestre de ese año, convocará elecciones investido de la imagen de estadista de dimensión internacional. Antes, en mayo, tocan elecciones municipales y autonómicas.
Con el ojo puesto también en ellas parece haber diseñado este Gobierno, con alcaldesas de localidades estratégicas para intentar garantizarse el control territorial de su partido por un largo periodo de tiempo. Antes alcaldesas y ahora ministras procedentes de Castilla La Mancha (Puertollano), Cataluña (Gavá), Valencia (Gandía) y Aragón (Zaragoza); potenciales candidatas sanchistas a competir por el control de sus respectivas federaciones socialistas, algunas de ellas díscolas con su liderazgo.
Es este un signo que es preciso conocer para interpretar correctamente el sentido de este profundo cambio de la fachada del Gobierno. «Joven y feminista», así lo calificó al anunciarlo Sánchez en su comparecencia. Sin duda, feminista parece serlo si nos atenemos a que el número de mujeres duplica al de varones. Cuestión distinta es ese curioso concepto de la «igualdad» consistente en que ser mujer y ser joven constituye un mérito para formar parte del Gobierno. La Historia aconseja que la madurez y la experiencia sean virtudes a tener en cuenta a la hora de elegir personas para desarrollar importantes responsabilidades, pero con Sánchez parece que «rejuvenecer el Gobierno» —pasando de 55 años de edad promedio a 50— es un presagio de buena gestión. Sobre todo, si nos atenemos a que la esperanza de vida en España está a la cabeza del mundo tras Japón, y que la vida laboral activa ha aumentado notablemente.
Otro detalle no menor del nuevo equipo gubernamental es la salida de quienes eran considerados su indiscutible círculo íntimo: Carmen Calvo, José Luis Ábalos y, en especial, Iván Redondo. Tras estos ceses, ante la opinión pública y publicada Sánchez queda «sólo ante el peligro», desprotegido políticamente sin su hasta ahora guardia pretoriana, fiándolo todo a los Fondos Europeos para la Recuperación, con la gestión de los mismos bajo la batuta de Nadia Calviño. Desde luego, no andan errados quienes, a la vista de tan profundo cambio, opinan que Sánchez se ha censurado a sí mismo: el Gobierno de la pandemia demolido por su presidente, literalmente. Con Pablo Iglesias ya fuera del Ejecutivo, los cambios de hoy lo hacen irreconocible respecto al formado tras su investidura.
Para acabar el análisis, dos detalles más: el primero es el de la imagen acentuada de la existencia de dos Gobiernos en uno, lo que recuerda que Sánchez dispone de 120 diputados y depende como el aire para respirar de los 35 de Podemos, con su cuota de cinco ministros y ministras de una valoración manifiestamente mejorable. De hecho, en ese Gobierno habría que incluir a Rufián y Otegi para reflejar los apoyos que precisa para subsistir, con la misma lógica política de su composición actual. El segundo apunte es que, pese a la crisis, seguimos con el Gobierno más caro de la historia, con 22 integrantes..
Esa sería la fotografía del cuatripartito con el que gobierna Sánchez y, como una imagen vale más que mil palabras, explicaría lo que sucede en España desde que Sánchez está en la primera línea de la política nacional al frente del PSOE. Pese a tanta apariencia de cambio, lo cierto es que nada ha variado en lo esencial: la partitura la continúan escribiendo los mismos socios y cooperadores necesarios de Sánchez, que dirige una orquesta con nuevos músicos para interpretar análoga melodía ante un escéptico y cansado auditorio. El único cambio que falta es el del propio Sánchez.
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