La sátrapa de Cabra ataca de nuevo
“Proteger la libertad sexual de las mujeres implica aceptar la verdad de lo que dicen. Las mujeres tienen que ser creídas sí o sí, como en cualquier otro tipo de delito. Las víctimas deben contar con la solidaridad del Estado”. No, no es ningún conjuro de las brujas de Zugarramurdi; son palabras de la vicepresidenta del Gobierno de España pronunciada en las Cortes Generales esta semana.
A Carmen Calvo le está pasando lo mismo que a su jefe. Si el presidente del Gobierno ya no es el mismo Pedro Sánchez de antes de llegar a La Moncloa el pasado junio, como dijo la propia ministra de Igualdad, ella tampoco es la doctora en Derecho constitucional que llegó a impartir clase en la facultad de Derecho de Córdoba. O ese doctorado se lo regalaron en una tómbola, y es más fake que el del Obama de Pozuelo, o su delirio femi-ultra le lleva hasta lo ilegal, a ultrajar el sentido de la ley, a sabiendas de que sus estupideces las tumbaría el Tribunal Constitucional sin despeinarse. Lo más probable es que sea esta segunda opción, porque resulta que la Doña es reincidente.
El pasado septiembre, la vicevogue acusó a PP y Ciudadanos de “amordazar” la mayoría Frankenstein del Congreso (la del sanchismo, nacionalistas, separatistas, proetarras, populistas) por coincidir en la toma de decisiones en la Mesa de la Cámara. Calvo quiso así desacreditar el órgano de gobierno del Congreso, elegido por los diputados en una votación tan democrática como que la que invistió al Doctor Fraude. Obvió de esta manera que fueron precisamente sus socios del PNV, ERC y PDeCAT los que permitieron al comienzo de la legislatura que PP y C’s sumaran mayoría en la Mesa.
Y ahora, en otra afirmación anticonstitucional, se le han vuelto a ver las costuras de su hembrismo autoritario, cada vez más crónico. La número dos de Sánchez sería una gran jueza en la dictadura de Venezuela, donde no existe la presunción de inocencia, pero aquí en España, por suerte, los tribunales funcionan, los jueces imparten justicia y Santos Tirano Banderas no es más que un personaje de la brillante obra de Valle-Inclán. Otra cuestión es que se quiera someter al Poder Judicial desde el Poder Ejecutivo, pero de eso sabrá más la profesora Calvo.
La sátrapa de Cabra ataca de nuevo enterrando un principio básico: la presunción de inocencia sólo acaba cuando quien ejerce la acusación, independientemente del delito que sea, demuestra con pruebas la culpabilidad del acusado. Lo de “sí o sí” es volver a la Edad Media, a reinstaurar la Probatio diabólica por la que se obliga al acusado a demostrar algo que le supone imposible y que debería probar la parte acusadora. Con esto, que es de Primero de Derecho y propio de la Inquisición, quiere jugar quien va de Progrewoman. En estas manos estamos…
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