Opinión

El quintacolumnismo sindical

La crisis económica de 2008, prácticamente consiguió dinamitar la fuerza sindical en España. Mes tras mes, mientras las cifras de paro se incrementaban en proporciones nunca antes conocidas, los sindicatos españoles decidieron abdicar de su papel como representantes de los trabajadores y se entregaron sin disimulo al sostenimiento y salvación del gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. El entonces presidente llegó a calificar el comportamiento sindical como “ejemplar”. Aquella traición a sus principios fundacionales, aquella exhibición de tendenciosidad y de sumisión política, les condujo a una crisis de credibilidad sin precedentes, desplomando las cifras de afiliación (siempre envueltas en polémica) y oficializando el divorcio con sus bases.

Pasada la crisis y ya con el Partido Popular en el gobierno, los sindicatos volvieron a la carga. Con el objetivo de desgastar al Ejecutivo de Rajoy reiniciaron las movilizaciones callejeras. En plena recuperación del empleo, se afanaron en una estrategia de agitación con el objetivo de prender la mecha de la indignación en la opinión pública. Desde la calidad del empleo, pasando por las pensiones o la corrupción, todo servía. Hemos tenido que escuchar a los líderes sindicales apoyar, sin complejos, “una moción de censura, ya”, mientras clamaban por la “depuración de responsabilidades a los corruptos de este país». Un ejercicio de impudicia teniendo en cuenta la corrupción sistémica que ha afectado a sus propias organizaciones y que hemos ido conociendo a lo largo de estos años.

Los sindicatos han forman parte nuclear del selecto grupo de promotores de la moción de censura. Por eso, llama la atención que algunos se sorprendan al contemplar a los secretarios generales de UGT y de CCOO acceder a la cárcel de Lledoners para asegurar el apoyo del sedicioso Oriol Junqueras al gobierno de las izquierdas. Considerando que la legislación laboral otorga a los sindicatos la representación de los trabajadores, es urgente que nuestro país afronte con valentía, tras de 40 años de democracia, la aprobación de una ley de huelga que proteja a los trabajadores de unos sindicatos entregados a su papel de quintacolumnistas de la izquierda política.