Opinión

¿Queda ya claro que en España mandan Iglesias y Torra?

“No hay ningún pacto oculto, Sánchez no ha tenido que pagar ningún precio para ser presidente”. Ésta es la frase que la mayoritaria izquierda podemita mediática, ahora pasada con armas y bagajes al sanchismo, ha repetido cual letanía cada vez que un servidor hablaba en TV de los peajes en la sombra que su nuevo caudillo ha tenido que abonar para echar a Rajoy y okupar Moncloa. “Sí, le han dado la Presidencia por guapo”, ironizaba este menda para evitar llamarles “tontos a las tres”. O nos tomaban por gilipollas, o se hacían los gilipollas o es que son gilipollas. Hasta mi hijo de 11 años colegiría que nadie da nada a cambio de nada, menos aún en una política que se nos antoja ese mercado de los mercaderes en el que irrumpió Jesucristo a latigazos. Do ut des, que decían los romanos.

La epítome de todo esto la tuvimos ayer y anteayer con la exclusiva ofrecida por OKDIARIO: Sánchez e Iglesias pactan hacer presidenta de RTVE a la periodista Pardo de Vera. Esta lucense, apodada “La baronesa roja” por sus orígenes patricios, es una profesional de la burda mentira al servicio de sus dos jefes: Pablo Iglesias y el cerebro de la destrucción de España, el bello Roures. Lo mejor de todo es cómo el secretario general de Podemos se lo ha comido y se lo ha guisado él solito dejando a Sánchez como un don nadie, como si no pintase nada o como si fuera uno que pasaba casualmente por allí. El primero se ha desenvuelto como a él le gusta: siendo el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro. Y al segundo le ha relegado a la condición de calzonazos de tomo y lomo.

El otro candidato es un tal Andrés Gil, de eldiario.es, cuyo gran mérito es ser el periodista de cámara de Pablemos. Al igual que Pardo de Vera, no ha gestionado nunca ni un puesto de pipas. Pero al menos la baronesa roja va a alguna que otra tertulia televisiva, vamos, que conoce el medio. De oídas pero, al menos, lo conoce. Ojo al dato porque se trata de la primera televisión pública de uno de los grandes países del mundo que es controlada por la extrema izquierda. En este caso por la extrema izquierda podemita, proetarra y golpista, que tanto monta lo uno, como lo otro, como lo de más allá. De ahí la humilde propuesta que les traslado en este preciso instante: desintonicemos RTVE todos los españoles de bien ahora que el mal parece que se va a adueñar de un canal que, por cierto, sufragamos con nuestros impuestos. Y lo siento por los cientos de profesionales competentes y honrados que hay en la casa. Pero que TVE la vean Pablo, Irene, Echenique, Monedero y sus reverendas madres.

Como quiera que el tal Gil, la baronesa o el que venga no juntan entre los tres una neurona ahí va mi propuesta de programación. Por las mañanas, pondría a presentar Los Desayunos de RTVE a Rosa María Artal, la jubilada periodista que gana de calle en podemismo a cualquiera de los miles de informadores podemistas que pueblan nuestros periódicos, nuestras teles y nuestras radios. Fíjense, pues, si es podemita. Una histórica de la casa que llamó “puta jovencita” a una compañera que, según ella, le quitó el puesto, que tilda de “muy gorda” a Cristina López Schlichting y que a Marhuenda lo tacha de “basura” y a mí de “absoluta basura” (Paco, no te enfades, pero te gano). Está claro que se merece el puesto. Las estrellas de Saber Vivir no deberían ser ni dietistas ni ginecólogos o cardiólogos sino perroflautas para que nos muestren cómo se hace un canuto. Los días pares un experto en porros de hachís y los impares uno de marihuana. Todo ello en consonancia con la propuesta de El Gran Timonel para acabar con el déficit público: convertir España en el mayor exportador de maría del mundo.

En Torres en la Cocina enseñaría a cocinar platos autóctonos de los dos grandes paraísos podemitas: Venezuela e Irán. El problema es que a lo mejor se queda la pantalla en blanco porque en esas dos naciones hay gente que se muere de hambre. En el Telediario de las 15.00 quitaría a Pilar García Muñiz y situaría a Jesús Cintora o a Jesús Maraña. Bueno, mejor al primero que por lo menos tiene salero. Por la tarde, en España Directo echaría mano de algún imán, y cuanto más radical, mejor, y enseñaría a Juan Español a ser un buen musulmán. El programa iría aderezado de sermones del líder supremo de la Revolución Islámica iraní, Alí Jamenei, o del ayatolá Jomeini. El Telediario nocturno debe ir, sí o sí, a Pablo Hasel, aunque ahora que ha puesto a caer de un burro a Iglesias por su casoplón y otras herejías no sé yo si es un candidato con posibilidades, la verdad. Si Iglesias se pone burro o vengativo, tranquilos, que no cunda el pánico. Hay recambio: Alfon cuando salga de la trena. Es la forma de reparar el daño que el sistema represor franquista que hasta hace un mes imperaba en España le hizo condenándolo por llevar unos kilos de explosivos de na en la mochila. Y, desde luego, yo despediría ipso facto a Javier Cárdenas y entregaría Hora Punta a Juan Carlos Monedero. El programa estrella vendría el sábado: sería, cómo no, Aló Pablo. El amado líder soltaría un speech de un par de horas o tres, no más, a todos los españoles en prime time. Y para que no se diga que RTVE no es cosmopolita e internacional los domingos programaría el Aló Presidente de Nicolás Maduro. En fin, lo que se dice una programación completita, independiente, democrática y aconfesional.

Fuera bromas, y más allá de RTVE, los peajes en la sombra que han salido del armario son para echarse a temblar. ¡Y no ha pasado ni un mes desde la toma de posesión de Pedro Sánchez! Los presos etarras se acercarán al País Vasco gratis total: ni siquiera se les ha exigido que pidan perdón y condenen el terrorismo. Los golpistas, tres cuartos de lo mismo: vuelven a Cataluña por la cara. La decisión compete a un Gobierno de España que ha proclamado jovialmente “¡arre!”. Esto no es sino la antesala del indulto o de los cambios en el Código Penal que, antes o después, se consumarán para librar del hotel rejas a los tejeros del siglo XXI. Una gracia más en el sentido coloquial del término que en el procesal propiamente dicho. También se han retirado los controles impuestos por el Gobierno de Rajoy para impedir que la Generalitat robe dinero público para emplearlo en el golpe de Estado.

La lista de traiciones a España, a los españoles y a la Constitución es casi infinita. Se recuperarán algunos de los artículos del Estatut catalán tumbados por el Constitucional. Por cierto: a ver qué dice entonces el Tribunal. Se invertirán 1.000 kilos al año en infraestructuras en una comunidad, Cataluña, a la que se premia pese a la conducta golpista de los jefes de la Generalitat y pese a que se ha llevado más de la mitad del Fondo de Liquidez Autonómica (el célebre FLA). Ya han conseguido rebautizar en catalán, sólo en catalán, el español se va literalmente a la mierda, a los municipios aragoneses limítrofes con Cataluña. Los cinco votos del PNV que propiciaron la Rendición de Breda de Rajoy tenían un precio más alto aún: los bisnietos del muy fascista Sabino Arana harán el Estatuto que les salga del arco del triunfo, amén de hacerse por la cara con la Seguridad Social. La Generalitat de Adolf Torra verá además en unos pocos meses cómo la Constitución define a Cataluña como “una nación”. Y que nadie descarte que se ponga fecha a un referéndum de independencia. Tiempo al tiempo.

La exhumación de Franco del Valle de los Caídos, la mayor preocupación de los españoles, es otra de las cesiones a unos chicos, los podemitas, que quieren ganar la guerra que los suyos perdieron hace 80 años. Eso sí: las calles del multiasesino Carrillo (6.000 muertos), del atroz Companys (8.000 penas de muerte) o de la sanguinaria Pasionaria (“es la última vez que este hombre habla aquí”, espetó en el Congreso en vísperas del asesinato de Calvo-Sotelo) no se tocan. Como tampoco las dedicadas a autores de delitos de lesa humanidad como Lenin o ese Fidel Castro al que Satanás tenga en su gloria.

En fin, que a España no la va reconocer en año y medio ni la madre que la parió, que diría el Guerra. Esto es un acongojante remake posmoderno del 36 con socialistas, comunistas e independentistas de la manita para destruir la nación más antigua de Europa. Dentro de seis años España no existirá, al menos como la hemos conocido desde que tenemos uso de razón. Será una Confederación de Naciones de la Península Ibérica, una nación de naciones o una suerte de Comunidad de Estados Independientes al modo de la que se alumbró (con nulo éxito, la verdad) tras la caída de la criminal URSS. Se admiten apuestas. Para que el mal triunfe sólo hace falta que al otro lado haya un líder débil. Se llame Chamberlain, Pétain o Sánchez.