Opinión

Puigdemont necesita a Sánchez

En el lenguaje del póker, jugar de farol es engañar al contrario apostando fuerte, como si se tuvieran buenas cartas, para que el otro se acobarde y se retire, dejándote ganar. En general «tirarse un farol» es tratar de aparentar que se posee algún arma o ventaja que en realidad no se tiene, o que se está dispuesto a llegar hasta el final y perderlo todo, para así desorientar o atemorizar al rival y conseguir lo que de verdad se persigue. Los independentistas catalanes llevan más de 10 años jugando de farol y ganando, porque nunca a nadie le han importado las apuestas.

En 2012, cuando Rajoy se encontraba desbordado por los enormes problemas económicos y sociales que había heredado de Zapatero, intentando librarnos de un rescate a la griega; cinco días antes de la violenta manifestación Rodea el Congreso del 25-S, Artur Más se plantó en La Moncloa a exigirle a Rajoy un «pacto fiscal» consistente en un Concierto Económico igual al del País Vasco, tras varios años con un déficit público por encima del 10% anual. Si no se le daba todo el dinero que él decía que «Espanya ens roba», amenazaba con convocar un referéndum de independencia, cosa que una semana más tarde aprobó el Parlamento de Cataluña. O dinero o independencia.

Y desde entonces no han parado de chantajear al resto de España, amenazando con una independencia que les expulsaría de la Unión Europea y del conjunto de países del primer mundo y les convertiría en una república aislada, en la que los más frikis serían felices con sus tractores y sus calçots, hablándose entre ellos en su pequeña lengua minoritaria, renunciando a toda inversión extranjera y convertidos en una colonia de la Rusia de Putin. Y ese chantaje les funciona a base de aparentar que cada vez están dispuestos a llegar más lejos para lograr la independencia, incluso pasando casi cuatro años en la cárcel, como Junqueras; o más de seis años prófugo, sin poder pisar Cataluña, como Puigdemont.

Hace unos días, el secretario general de Junts, Jordi Turull, advertía al PSOE de que, si se negaban al referéndum separatista, habrían dicho «colorín colorado» a esta legislatura. Ahora les anuncia que, si no se aprueba una Ley de Amnistía «integral» que se aplique de manera «inmediata», saltará por los aires el acuerdo de investidura que hizo presidente a Pedro Sánchez.

Puigdemont quiere hacer creer que es capaz de dejar caer a Sánchez, cuando todos sabemos que esa es la única forma que tiene de volver a pisar Cataluña. Es un farol. Todos sabemos que es un farol. Sánchez sabe que es un farol. Tanto Junts como el PSOE saben que es un farol. Pero otra vez se va a salir con la suya, porque lo que exige es algo que no le importa un comino ni a Sánchez ni al PSOE. Es como si uno de los jugadores de esa partida de póker, además de jugar con el dinero de otros, se llevara comisión del dinero que perdiese.

Puigdemont necesita a Sánchez incluso más de lo que éste le necesita a él. Una vez investido, a Sánchez le da igual prorrogar presupuestos y gobernar por decreto. Los Presupuestos Generales del Estado de 2018 se prorrogaron en 2019 y otra vez en 2020. De hecho, no existe ninguna limitación legal para prorrogar los Presupuestos tantas veces como sea necesario, mientras el Gobierno no logre los apoyos suficientes. Lo único que podría preocupar a Sánchez es una Moción de Censura que los de Puigdemont deberían votar junto al PP y Vox, para hacer presidente a un Alberto Núñez Feijóo, que de ninguna manera puede permitirse entregarle lo que Sánchez ya le ha puesto sobre la mesa. Está claro que Puigdemont va de farol, pero como Sánchez no tiene nada que perder, le dejará ganar otra vez.