Opinión
Tecno sapiens

¿Se puede ganar una guerra hoy?

¿Alguna vez te has preguntado por qué el cine, la historia y la literatura hablan más de la Segunda Guerra Mundial que de la primera?

En mi opinión, la razón es que durante la Segunda Guerra Mundial aparecieron las cámaras fotográficas portátiles Leica 1, que no necesitaban trípode y que tenían un pequeño carrete que podía ser revelado más fácilmente.

Gracias a esto, fotógrafos como Robert Capa, el español Francisco Boix, o Margaret Bourke-White, la primera mujer reportera de guerra que pudo acceder al frente de batalla, lograron documentar de primera mano los horrores vividos en los campos de concentración, los guetos y las ciudades. Estas fotografías han pasado a la historia como testimonio de nuestra propia inhumanidad.

Hoy, casi 100 años después, todos tenemos una cámara en el bolsillo, y hacer una foto o un video y subirlos a la web es cuestión de segundos. Por ello, hemos sido testigos en tiempo real de la cruel guerra contra Ucrania, y hemos sentido casi en carne propia el éxodo de los 4, 7 millones de refugiados. Hora a hora percibimos su dolor, su desesperanza, y su impotencia. Y hemos visto cómo España entera se ha movilizado para ayudar al pueblo ucraniano.

Hemos contemplado con escalofrío los 400 cuerpos tirados en Bucha, la destrucción de Mariúpol, donde ya se calculan 22.000 muertos, y seguimos siendo testigos de continuas atrocidades del ejército ruso en distintas ciudades. Y mientras Human Watch Rights ya denuncia estos actos como crímenes de guerra, Rusia responde tajantemente que no lo son, y afirma que se trata de fake news y de una campaña de desinformación orquestada por Occidente.

Es irónico que sean las autoridades rusas las que se quejan de las fake news, cuando fueron ellas los que crearon hace 100 años el concepto de “desinformación”, no solo como arma de guerra, sino destinada a su propio pueblo. La desinformación es una telaraña, que se construye con distintas retóricas, por ejemplo: presuponer (Ucrania se iba a aliar con Estados Unidos), mentir ( los muertos de Mariúpol no son crímenes de guerra), lanzar bulos (la OTAN quiere atacar a los rusos) y falacias lógicas (Zelensky se quería apoderar del gas), generalizar (liberar a Ucrania de los nazis), etc.

Y mientras tanto, en el mundo de la conexión inmediata y global, Putin no pensó en ¿Qué va a pasar con la visión que el resto del mundo va a tener de Rusia? ¿Es viable que Rusia reviva otra Unión Soviética desconectada completamente del mundo?¿Acaso hoy es posible aislarse económica, política y digitalmente?

En el plano económico, muchas de las grandes marcas comerciales ya han dejado Rusia, y con ellas decenas de miles de personas han quedado desempleadas y miles de pequeños negocios rusos, que nada tienen que ver con la guerra, se quedaran sin compradores nacionales e internacionales. Europa ya la bloqueó bancariamente, así como a todos los oligarcas amigos de Putin, y se dispone a aprovisionarse de otros suministradores de gas, mientras que Estados Unidos ya recurrió a Venezuela para el petróleo.

Políticamente, me gustaría saber ¿Qué país que va a recibir después de la guerra a Putin? ¿Quién lo va a defender? China -su gran aliado- mantiene una relación ambigua con el tema.

Digitalmente, hemos visto a influencers rusos llorar por la desconexión de Instagram y Facebook, y hemos asistido al cierre de los medios de comunicación independientes; todo ello mientras la popularidad de Zelensky crece como la espuma.

¿Cuánto tiempo más podrá estar Rusia desconectada? ¿Cuánto tiempo más podrá seguir desinformando a su pueblo? La teoría tradicional del poder hegemónico – que es lo que busca Putin – requiere tres cosas para hacerse efectivo: la voluntad (que el Presidente ruso lleva manifestando desde hace años), la fuerza (Putin parece seguir teniendo un ejército formidable reforzado por un arsenal nuclear disuasorio), y la legitimidad (que Putin ya ha perdido para siempre).

Hoy Rusia se enfrenta a peores problemas que el económico, y son el moral y el reputacional. De ahora en adelante ya nadie podrá a ver a Rusia como su próximo destino de vacaciones, o un lugar adecuado para hacer negocios. Es triste, pero estoy convencida de que, como en todas las guerras, pagarán justos por pecadores, y que las personas van a adquirir sesgos inconscientes contra los rusos, y verán en cada uno de ellos la inhumanidad de Putin.
Seguro que no lo previó y que no entraba en su escenario megalómano, pero Putin se ha hecho un hueco en la historia al lado de genocidas como Hitler, Stalin o Mao.