La peligrosa losa de la deuda

La peligrosa losa de la deuda

Los datos del Banco de España ponen de manifiesto que el año 2020 fue el año de la deuda, que el de 2021 va a ser también intenso en acumulación de la misma y que el mandato del presidente Sánchez es el período en el que el endeudamiento más ha crecido, incluso antes de los efectos de la crisis derivada del coronavirus.

La deuda, tras una ligera corrección por vencimientos en el mes de julio, último mes que acaba de publicar el Banco de España, afianza el nivel de los 1,4 billones de euros, de manera que llega a 1,16 billones. Es lógico que la deuda se mantenga en ese nivel, pues es consecuencia del déficit y mientras éste exista, la deuda aumentará, ya que el endeudamiento es el stock del flujo que resulta ser el saldo presupuestario. La única posibilidad que cabe es que el cociente no crezca, pero para ello debería aumentar más el PIB nominal que el endeudamiento, pero aun así el problema no se solucionará, dado que la deuda absoluta seguirá incrementándose mientras no se logre un equilibrio presupuestario.

Así, nuevamente, los datos de endeudamiento público, que recoge en sus publicaciones el Banco de España, muestran la tendencia de crecimiento exponencial que ha cobrado la deuda pública española desde que el presidente Sánchez accedió al Gobierno de la nación, tras la moción de censura al presidente Rajoy.

Parece haberse instalado en España la sensación de que el gasto no es un problema, sino que éste se soluciona con impuestos y que, si la recaudación de estos no basta, se cubre con deuda. Los gestores políticos no se paran a pensar que la subida de impuestos genera distorsiones en la economía -y, además, cuando los suben lo hacen en los impuestos directos, que son los que más perjudican a la actividad económica y al empleo-. Tampoco quieren caer en la cuenta de que el endeudamiento tiene un límite, que estamos sobrepasando ya de manera muy importante. Nada los frena, pues sólo quieren prometer, en todos los ámbitos, más y más medidas que no nos podemos permitir por la sencilla razón de que el gasto que suponen no lo podemos pagar.

Ahora, con el paraguas del BCE creen que tienen capacidad de endeudamiento infinita, pero se equivocan: la UE no dejará que el endeudamiento español sea un problema para la estabilidad de la zona euro, y antes de que eso suceda y tras expirar la concesión temporal de no cumplimiento del pacto de estabilidad, exigirán reformas (por más que se intente proponer ahora ingeniería contable para sacar del cómputo del cumplimiento el gasto verde y digital, una nueva suerte de keynesianismo camuflado) y si el Gobierno español no las acomete, la Comisión Europea terminará por imponer recortes en la economía española, que serán más duros que las reformas que podrían aprobarse de manera voluntaria.

Esa tendencia, que tiene su base en esa presión del gasto que es cada vez mayor en España, sitúa a la economía española en una posición compleja, ya que si los fondos tardan en recibirse en su parte principal (no el pequeño anticipo que ha llegado) o no se recibiese una parte por no acometer reformas, y las iniciativas comienzan a ejecutarse con déficit y deuda, corremos el riesgo de que se aproveche para, después, no amortizar esa deuda provisional y ejecutar gastos adicionales.

No obstante, tanto la caída de la actividad como el incremento del gasto y, con él, del déficit y de la deuda, no puede atribuirse en exclusiva a la situación excepcional que se vive derivada del coronavirus. Es obvio que el impacto de la pandemia en la economía es notable, sobre todo porque el Gobierno decidió cerrar completamente la actividad económica por no haber tomado unas precauciones tempranas, como cerrar en enero las fronteras con China, y porque ahora ha abandonado por completo a la economía a su suerte, al carecer de una política económica definida. Va a impulsos, perjudiciales en muchos casos para la economía, como el incremento del salario mínimo, pero son impulsos, ni siquiera una política económica definida.

Todo ello, nos lleva a que desde que gobierna Sánchez -con el apoyo de Podemos y demás coalición- la deuda se ha incrementado en casi 260.000 millones de euros. Es cierto que un incremento importante se debe a la sectorización de la Sareb que antes no computaba a efectos de las normas de estabilidad presupuestaria en el sector público, pero eso nos da una idea de los problemas que pueden ocasionarse si se gasta sin tener en cuenta todas las consecuencias que pueden ocasionarse, y ésta, la de la reclasificación de empresas fuera del perímetro de consolidación del sector público, es una de ellas.

Urge, no podemos cansarnos de decirlo semana tras semana, día tras día, un ajuste importante que sitúe a nuestra economía en el nivel de gasto que se puede permitir. Nada es gratis y todo se financia con los impuestos que pagan los contribuyentes, pero esos recursos son finitos y los ciudadanos están ya extenuados, en medio de una grave crisis económica, que reduce aún más su poder adquisitivo. Es imprescindible acometer reformas que nos permitan aumentar el crecimiento potencial de nuestra economía y que éste sea sostenible, no sostenida artificialmente. O se logra hacer eso o el drama será mucho peor cuando se vea que no se puede afrontar tanto gasto, porque entonces el recorte habrá de ser mucho más intenso.

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