Opinión

Un Papa humilde, amado y respetado

No me interesan las opiniones políticas de los artistas. Reconozco que tienen todo el derecho a pensar lo que quieran y sé que son libres de expresarse como les dé la gana, igual que tú y yo tenemos derecho a criticarlos cuando se implican en cualquier cuestión que nada tiene que ver con su profesión, e incluso a pasar de ellos y no hacerles ni caso. Si me gusta una canción puedo cantarla y bailarla como una loca, aunque me repatee lo que opina quien la canta. Igual que disfruto de una película interpretada por un actor que cada vez que habla por sí mismo es para decir una idiotez. Y con el papa Francisco, sus críticos y quienes lo ensalzan, me pasa exactamente igual. No me interesaba en absoluto lo que pudiera contarle a Jordi Évole en una entrevista absolutamente terrenal, no me importaba lo que pudiera opinar sobre Manuela Carmena o sobre Donald Trump y me da lo mismo lo que los no creyentes digan de él.

Igual que todos los 264 papas que han ejercido la más alta autoridad de la Iglesia, como vicario de Cristo, Francisco sólo era un hombre. Con mucho poder y autoridad, pero un simple hombre como todos y cada uno de nosotros. Y esa irrenunciable condición humana hace que un papa argentino pueda ser de Boca Juniors o de River Plate, porque de momento no se conoce ningún argentino al que no le guste el fútbol, ​​aunque, en teoría, hasta esa remota posibilidad sería posible. Y a mí, que ya hace mucho que dejó de interesarme ese deporte, me resulta tan indiferente esa afición papal, como me da igual que Francisco fuera peronista, kirchnerista, o neoliberal. No me interesa nada de lo que un Papa pueda opinar en su condición humana, pero en este sentido le reconozco los mismos derechos que a Javier Bardem o a Víctor Manuel.

Y por este motivo, porque Francisco no dejó de ser un simple mortal al acceder al pontificado, tampoco me parece ni bien ni mal lo que los no católicos opinan de él, porque sé que de quien habla es de Jorge Mario Bergoglio y lo hacen sin creer que representa nada más que un gran poder terrenal. Bueno, si me dan a elegir siempre preferiré que se hable bien de alguien a quien yo he tenido un cariño y un respeto especial, pero sin darle ninguna trascendencia al tema. Desde fuera de las iglesias se escucha mucho eso de que el papa Francisco ha sido alabado por los ateos y criticado por los creyentes. Es pura ignorancia. Hablar por hablar. Tras conocerse el fallecimiento del papa, sin recibir ninguna convocatoria, de forma espontánea, los creyentes llenaron las parroquias de barrio sin ser día de precepto, para rezar por el alma de un papa humilde, cercano, amado y, sobre todo, respetado.

Es lo que tiene la todología. Ayer, en la televisión, una periodista nos quiso explicar lo mucho que ella sabe sobre «derecho canónigo (sic)», al tiempo que los mismos tertulianos, expertos en política nacional e internacional, economía, fútbol y cambio climático, hacían gala de sus amplísimos conocimientos sobre la doctrina social de la Iglesia o la influencia del Espíritu Santo sobre el color del humo de la fumata. Mientras tanto, los miembros de una Iglesia huérfana, sin pastor que la dirija, escuchan, sonríen y rezan por el alma de un Santo Padre al que han obedecido a la espera de que sea nombrado otro que difícilmente será más humilde y sencillo, aunque seguro que será tan amado y respetado como el que nos ha dejado ya.