Opinión

¿Nucleares? Sí, gracias

Una vez más, una decisión de carácter político condena a los españoles a vivir de la dependencia energética, fuera del progreso y mostrándonos un Gobierno débil e incapaz de imponer en beneficio de los españoles una auténtica política de Estado.

Mariano Rajoy, antes de llegar al poder, prometió que la central nuclear de Garoña no se cerraría, después de que Zapatero decidiera tabicarla en 2013. De forma sibilina, un nuevo impuesto y la reforma eléctrica del PP elevó la fiscalidad con nuevas tasas al sector energético, especialmente a las nucleares, para amortizar los costes de las desproporcionadas primas renovables. Renovables que en modo alguno producen la energía necesaria. Si de puertas para fuera el PP nunca fue contrario a la energía nuclear, su tibieza también en este tema y el “mercado persa” en el que continúa la política española desembocará en el cierre del resto de centrales a lo largo de la próxima década. La incapacidad de nuestro Gobierno de enfrentarse a la realidad y parecer “progre” para mendigar un puñado de presuntos votos le impide mantener un mínimo sentido de Estado del que seremos pagaderos todos los españoles. Que nocivo para una nación es que su gobierno esté más pendiente de las encuestas electorales que de las necesidades de sus ciudadanos.

Apostar por la energía nuclear es apostar por el desarrollo. Las centrales nucleares garantizan el suministro eléctrico, ya que es la fuente de energía que más horas funciona al año, disponible las veinticuatro horas del día de forma segura y fiable. España es un país que importa más del 80% de las materias primas que en energía consume, por lo que se reduce de forma drástica la dependencia exterior. Se trata de una energía extremadamente limpia. La “moda progre” del cambio climático a la que elementos indefinibles presuntamente conservadores han comprado a precio de saldo queda en entredicho, una vez más, cuando se ha demostrado que la energía nuclear no emite gases ni partículas contaminantes a la atmósfera, no emite CO2 y es la única fuente disponible capaz de suministrar electricidad sin contaminar la atmósfera. En una época donde no sobra el empleo, las centrales emplean a cerca de 30.000 personas siendo además un empleo altamente cualificado. Con respecto a los residuos, estos se encuentran controlados por una empresa pública creada para tal fin, con soluciones técnicas que abarcan desde su almacenamiento temporal hasta su disposición final. Pero sobre todo, el gran mantra de los agoreros del desastre. Las centrales son extremadamente seguras. Se diseñan de manera hercúlea, recia, y son las instalaciones industriales mejor protegidas. La energía nuclear es una necesidad hoy y en el futuro porque garantizan el respeto al medio ambiente, la competitividad de la economía y el bienestar social. No pertenece al pasado ni se trata del experimento de unos desaprensivos cuyo objetivo sea destruir la naturaleza y el género humano.

Pero con el cierre de Garoña, y gracias a la tibieza popular, han vuelto a ganar los progres y su añeja mentalidad. Los falsos y manipuladores ecologistas celebran una nueva victoria. Frente a objetivas evidencias que hacen tambalear sus millonarias subvenciones, a los profetas ecolojetas del desastre no les queda otra forma de defender sus interesadas ideas que recurrir a la mentira y al “pez mutante del Ebro”, embuste de los farsantes comprado por el actual ejecutivo. La cobardía vuelve a ser el paradigma de nuestra política. Una vez más nos encontramos ante un modo ruin y pernicioso de hacer política. Como dijo Mario Benedetti: “No somos cobardes, sino que no hemos encontrado aún nuestro coraje”.