El nauseabundo blanqueamiento de los talibanes
Ha habido dos clases de reacciones por parte de la izquierda occidental a la vuelta al poder de los talibanes en Afganistán. Uno ha sido decir que la salida de las tropas las aprobó Trump y que Biden sólo hizo que cumplir con lo firmado por su predecesor. Una tomadura de pelo. Los talibanes no fueron recuperando territorio en el país afgano en los dos últimos dos meses. Lo venían haciendo desde hacía más de un año y la caída de Kabul era algo que se veía venir más pronto que tarde. Por ello, la responsabilidad de haber detenido la retirada, de haber garantizado la seguridad de los afganos y de evitar que el país se convierta en el nuevo paraíso de terroristas dispuestos a atentar contra Occidente, fue en todo momento de Joe Biden.
El acuerdo por el que Trump se comprometía a retirar las tropas pasaba por el respeto de los talibanes al gobierno afgano salido de las urnas. Pero con su inhibición, Biden ha tolerado tácitamente un golpe de Estado. Porque la vuelta al poder de los talibanes no es fruto de un proceso legítimo salido de las urnas. No. Ha sido un golpe de Estado en toda regla. Y, por ello, que algunos países occidentales, como el español, afirmen estar dispuestos a dialogar con un gobierno ilegal, es una forma de dar carta blanca a todos los dictadorzuelos en potencia que hay en el mundo con ganas de sacar del poder a los dirigentes actuales para ponerse ellos.
Se me revuelven las tripas pensar que el Gobierno de Sánchez nos quiera dar lecciones de memoria democrática a la hora de hablar de la historia de España y, sin embargo, no le duelan prendas a la hora de ponerse en la cola de países que quieren dialogar con los talibanes. Para qué narices tenemos una OTAN, una UE, una ONU y una retahíla de organizaciones internacionales que deberían buscar una posición común a la hora de enfrentarse con los talibanes.
No hay que olvidar que la ONU, a propuesta de la Unión Soviética en 1945, vetó la incorporación de España a la organización. Y EEUU, Reino Unido, Alemania o Francia lo aceptaron sin rechistar. Por qué entonces tenemos que consentir que nuestros representantes se quieran sentar para dialogar con unos sátrapas criminales que quieren acabar con muchas mujeres, estudiantes, periodistas y todo aquel que suponga un estorbo.
Decía Sánchez este domingo en una entrevista en su hoja parroquial que lo de Afganistán es un fracaso de la comunidad internacional. No estoy de acuerdo. Lo de Afganistán es el fracaso de unos líderes indolentes, incompetentes y desconocedores de la Historia movidos sólo por la demoscopia y el postureo fatuo. Es el caso de Biden y de Sánchez.
No puede uno esconder su incompetencia en ese imaginario de la comunidad internacional, que es lo mismo que no decir nada.
La izquierda ha tratado también de blanquear la imagen de los talibanes para esconder su inoperancia y tratar de mostrarnos una imagen inexistente de quienes quieren instaurar un emirato a nivel global y perseguirnos a todos los que nos consideramos descendientes de la Ilustración. Lo mejor que podría hacer esa banda de palmeros mediáticos y políticos progres es volver a escuchar el discurso de George W. Bush en 2001 para justificar el ataque contra los talibanes y contra Bin Laden.
Es curioso. Fue un gobierno estadounidense de corte conservador, de derechas, quien acabó imponiéndose globalmente tras la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética. Ahora, ha sido un gobierno de izquierdas en EEUU quien ha llevado al desastre a su país y a la pérdida de su poder hegemónico. Ellos se justifican en el poderío militar. De poco les vale, si los países dejan de fiarse de ellos.
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