Opinión

Ministerio de Sanidad, rescate a estos de la Ley de Transitoriedad

El concepto de transitoriedad presente en el título de la nueva “Constitución” de la República Catalana explica su cariz provisional hasta el 1-O. También el proceso casi escatológico que ha transformado a los funcionarios, diputados y presidentes autonómicos separatistas en bolo fecal procesista. Los 89 artículos que pretenden regular el paso del autonomismo a la independencia nos invitan a hacernos la primera de las preguntas: ¿Cómo iba esta banda de perturbados a hacerse cargo del nuevo Estado catalán antes de ser asistidos por el Ministerio de Sanidad? Porque con la camisa de fuerza seguirían insistiendo en que se largan de España y en que Cataluña permanecerá dentro Europa. Porque el proyecto de la unión tiene muchas ventajas, pero no podría seguir levantándose sin el Qatar FC, sin las apoteósicas pitadas a Piqué, sin sus planes Prever para salafistas, sin los poemas de García Lorca en urdu y en tagalo, y sin un país nuevo dispuesto a hacer de esfínter pannacional.

La nueva Ley de Transitoriedad ha sido pensada por indigentes intelectuales, defendida por delincuentes e impuesta por cobardes que incluso roban a los catalanes lo que en ciencia política se denomina el Proceso Constituyente. Es decir, que el paquete que venden los pseudodemócratas ya viene de serie: “Esta es vuestra constitución la queráis o no.” Sus ideólogos son los picapleitos y jueces fundamentalistas de Dretscat, quienes han pasado años persiguiendo a todos aquellos que pensaran diferente para recibir el suculento control del poder judicial de nuevo Estado nacional. Una peonada sometida al absoluto poder político de los que mienten y dicen que la democracia es votar. Democracia no es votar. Democracia es libertad política, separación de poderes e independencia judicial.

La siguiente falacia es la garantía de que, en la nueva Cataluña independiente, y tras haber sido despreciado y proscrito en las escuelas, en los comercios y en el ámbito funcionarial, el español pasaría a ser lengua cooficial junto al catalán. Graciosa ofrenda de los que reparten miles de silbatos y agravios en cada Copa del Rey. Palabra de honor de aquellos que, como Cataluña Acción, se han dedicado como tarea fundamental a represaliar mediante denuncias millonarias a sus conciudadanos por rotular sus pequeños comercios en español. ¿Cómo dudar del amor fraternal de semejante banda talibán?

La Ley de Transitoriedad también regalará a sus ciudadanos la doble nacionalidad y, en un alarde de generosidad, permitirá a sus hijos cruzar la frontera para irse de Erasmus a Somosaguas después de dejarse los cuartos en el internado de Surval Montreux, Cambridge, o hacer la preparatoria en Notre Dame International. La ley no le contará qué ocurrirá con su pensión, pero seguramente le consolará saber que irá a parar al crowdfunding de Homs, Pallerols, los Pujol, Rigau, Ortega y Mas, así como a todo clan ladrón y jodido por el Estado español rescatado por esta ley de amnistía nacional. Habrá que pasar por el Ikea y Vinçon para amueblar la casa y contribuir al nuevo plan de reinserción laboral. La nueva nación catalana se negará a pagar los 75.000 M€ de deuda contraída con el resto de los españoles que seguramente pagará Pedro Sánchez y su Consejo de sabios para la cosa plurinacional. Tras ello, expulsarán a nuestro ejército de Cataluña, no vayan a incomodar a la clientela salafista que, aunque de humor sinuoso, te deja entrar a las mezquitas a comer baklava y a realizar consultas independentistas después de una paguita y decir “shukran”. Incluso tras 16 muertos por negligencia, porque en los totalitarismos hasta los seres humanos y los muertos vienen sobrando.