El metaverso económico de Sánchez

Pedro Sánchez
El metaverso económico de Sánchez

El presidente Sánchez insiste en hacernos ver que la economía española es la más rica, más potente y más próspera del entorno internacional, que va a prosperar con mayor fuerza porque él va a cambiar la estructura económica nacional, llenándola de tecnologías, renovables y economía verde para, con sólo decirlo y desearlo, pasar, de la noche a la mañana, a ser la economía puntera de Europa.

Ahora que tanto se habla de esa realidad paralela, metafórica, que llaman metaverso -que veremos qué futuro nos depara- Sánchez parece que quiere ser pionero en su aplicación, para que vivamos una economía virtual distinta a la real.

Amparado por los datos de empleo y de crecimiento económico, engañosos, al venir de una situación extraordinaria, por las duras restricciones impuestas durante la pandemia, Sánchez y sus ministros repiten, una y otra vez, que esa realidad de abundancia se está dando. Tapan, así, la desesperación de muchas empresas e industrias que tienen que parar su actividad porque no pueden soportar el coste energético; o el horror de las familias que ven cómo no llegan ya a fin de mes porque la cesta de la compra, el recibo de la luz o el depósito del coche lo hacen imposible. Ante este riesgo cotidiano, tratan de anestesiarlo con la especialidad socialista, especialmente de este socialismo: dinero público a espuertas, pagado por todos los contribuyentes, aunque venga de Europa, porque todo sale de los bolsillos de los ciudadanos vía impuestos, mientras no toma ninguna decisión para que la situación mejorase.

Es más, con ese espejismo creado a través del gasto, el déficit y la deuda, engorda el problema, para aplazarlo, con el ánimo de llegar al final de la legislatura y tratar de repetir en la presidencia, aupado en su realidad virtual, en su metarverso económico, o encontrar acomodo en la Unión Europea, pues a buen seguro que al presidente Sánchez le seduciría presidir la Comisión.

En su metaverso económico, España se está transformando hacia una economía completamente tecnológica. El coste de la energía bajará con su plan de energías renovables, al tiempo que él salva al planeta. El desempleo desaparecerá, las pensiones subirán sin cesar y cada vez gastaremos más dinero público sin que haya riesgo de colapso económico.

Esa realidad paralela en la que quiere instalarnos tiene un corto recorrido. Realmente, puede que él incluso crea que la economía evoluciona sí y que somos la envidia del resto. Es más, puede que considere que para que se cumpla realmente sólo baste con desearlo, pero no es así.

Viene un horizonte económico duro, con subidas de tipos necesarias para combatir la inflación que está empobreciendo a los hogares y a las empresas; subidas de tipos que encarecerán la financiación, elemento que hará caer el consumo y la inversión y, con ello, la producción, la actividad y el empleo. Este hecho, aunque sólo sea por el juego de los estabilizadores automáticos, tensará aún más el gasto, el déficit y la deuda, mientras caerá la recaudación -el efecto de la inflación en el crecimiento de la misma siempre será pasajero, hundiéndose, después, por caída de actividad-. Ese entorno económico español será mucho más duro de lo que debería, porque, en estos años, Sánchez no ha llevado a cabo ninguna reforma para agilizar y mejorar nuestra estructura económica; es más, la ha empeorado con la contrarreforma laboral, las subidas de impuestos y el gasto estructural que ha incrementado, dejando a la economía más endeudada, menos preparada y más débil.

Ésa es la realidad que molesta al Gobierno. Se lo ha dicho la AIReF, el Banco de España, Funcas, BBVA, la FMI, la OCDE, la Comisión Europea y la práctica totalidad de instituciones, nacionales y extranjeras, públicas y privadas, que realizan predicciones. Sin embargo, el Gobierno prefiere su versión de la economía, su metaverso económico. Cuando acabe la partida de su particular videojuego, esa realidad virtual gubernamental nos habrá salido muy cara a todos los españoles y la situación que dejará será todavía peor, en el medio plazo, que la que traspasaron los socialistas tanto en 1996 como en 2011, siendo muy malas ambas.

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