Opinión

Marlaska deja a los pies de los caballos a la Policía

Pocos ministros han incumplido más su palabra que Fernando Grande-Marlaska, acaso el más mendaz y falsario de la democracia. Ya engañó a la Policía al prometer una equiparación salarial que se quedó en la mitad de la mitad. Pero ahora es más grave, porque lo que ha hecho Marlaska atenta contra la seguridad y dignidad de los agentes. Y es que había prometido a los representantes sindicales de la Policía una ronda de negociación previa a la definición de la reforma de la ley de Seguridad Ciudadana -esa que la izquierda denomina ley mordaza- para abordar el asunto de la prohibición de grabar a los agentes en las manifestaciones y en el resto de actuaciones policiales.

La izquierda, claró está, quería acabar con esa prohibición y los policías entendían que hacerlo les colocaba en una situación de indefensión, expuestos a las coacciones o venganzas. No sólo a ellos, sino también a sus familias. Marlaska les dio su palabra de negociar el asunto, pero como la palabra de este ministro no vale nada les ha dejado vendidos a las primeras de cambio.

Los agentes se han encontrado con la reforma pactada entre el PSOE y Podemos que deja desprotegidos a los agentes al permitir que sean grabados, todo un golpe a la  operatividad de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Justo en un momento en el que la Policía está siendo víctima de la violencia callejera y se multiplican los actos incívicos, Marlaska ha decidido exponerlos todavía más y convertirlos en el pim-pam-pum de las algaradas. Y es que la nueva ley da alas a la impunidad al limitar la responsabilidad de los incidentes en una manifestación o concentración únicamente a los organizadores o promotores. Resultado: que cualquier persona o colectivo que no convoque formalmente un acto público -o lo haga desde el anonimato de las redes sociales- pero que se dedique a impulsar incidentes o comportamientos sancionables quedará impune. Asimismo, dejará de ser sancionable la colocación de barricadas con mobiliario urbano, contenedores, neumáticos u otros objetos, de tal forma que estos actos de gravedad podrán producirse sin reproche administrativo.

En suma: Marlaska deja a los pies de los caballos a la Policía y allana el camino para que los violentos puedan convertir a los agentes en objetivo preferente de sus desmanes. Marlaska vuelve a retratarse como un cobarde sin escrúpulos.