Lecciones de la caída del partido de Merkel
Las elecciones alemanas seguirán arrojando muchas incógnitas hasta el cierre del escrutinio. Mientras escribo estas líneas (noche del domingo) los primeros resultados apuntan a una victoria socialista por la mínima que harían del ‘aburrido’ Olaf Scholz el previsible próximo canciller. Su victoria no es fruto de una campaña bien hecha y por la movilización provocada en el electorado alemán. No, su victoria es fruto de los errores del partido de Angela Merkel, la CDU o coalición cristiano-demócrata.
La elección de un candidato electoral, con nulo carisma, a cinco meses de las elecciones; las políticas socialistas de un partido de derechas, como por ejemplo en temas económicos o la cuestión migratoria; la desaparición de Merkel en la campaña electoral; y los fallos en la gestión de la pandemia han sido los ingredientes necesarios para colocar al principal partido de la derecha por debajo del 30%, el peor resultado de su historia.
Lo ocurrido al partido de Angela Merkel, por no nombrar a su desconocido candidato Armin Laschet, es muy similar a lo que experimentó el PP entre 2016 y 2019. Así, en 2016 el PP de Rajoy obtuvo un 33% del apoyo frente al 22,6% del PSOE. En Alemania, la CDU logró un resultado muy similar un año después. Ahora los resultados de la formación más importante de la derecha alemana son muy similares a los del PP en noviembre de 2019.
Por supuesto, los grandes beneficiados de ese desangramiento en la derecha alemana han sido los liberales y los más conservadores, los equivalentes a Ciudadanos y Vox. Por tanto, hay una lección de lo ocurrido en Alemania, al igual que lo ocurrido en España hasta hace unos años, que forman parte ya del ABC de cualquier partido de corte liberal o conservador europeo que quiera seguir ganando elecciones: como hagas políticas de izquierdas siendo un partido de derechas estás perdido. La política de Merkel de los últimos años, sobre todo en cuestiones económicas, ha decepcionado a muchos de sus votantes tradicionales.
El votante del PP como el de la CDU en Alemania ya no es ese votante fiel de hasta hace diez años que podía desmovilizarse y no ir a votar a su partido si estaba disgustado con la gestión de éste. Ahora no sólo se desmoviliza, sino que además vota a un partido más hacia la derecha o más hacia el centro.
La derecha alemana tiene una labor importante que llevar a cabo a partir de ahora si quiere volver al poder algún día. Tiene que seguir el camino que aquí en España se emprendió hace ya tiempo de reunificación y movilización del electorado de derechas. Con tres partidos concurriendo a unas elecciones y los dos más pequeños con porcentajes de apoyo superiores al 10%, en Alemania, en España y en cualquier otro lugar es inviable poder ser la primera fuerza política.
Existe la creencia de que los políticos en Alemania son más pactistas que en España, es decir, que la izquierda y la derecha se pueden sentar en un mismo ejecutivo. Pero eso sólo ha ocurrido cuando la derecha era la fuerza más votada. Así, lo hizo Merkel en su primer, tercer y cuarto gobierno. La izquierda alemana es para ello más sectaria, muy parecida a la izquierda española, y nunca ha integrado en su gobierno al principal partido de la oposición.
Por ello, lo más normal por razones históricas es que los socialistas busquen acuerdos con los verdes y, como mucho, con los liberales, si bien hay quienes ya quieren ver un gobierno de extrema izquierda con los comunistas también dentro del próximo gabinete. Algo muy parecido al gobierno Frankenstein de Pedro Sánchez. Sería, como aquí, la perdición del país: más miseria, paro, pobreza y hambre.
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