Opinión

De Kirchner a Castillo: comunistas, corruptos y golpistas

  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

¡No hay manera de que Hispanoamérica encuentre su camino dentro del mundo libre! Los últimos acontecimientos ocurridos en Argentina, uno de los países más ricos del mundo en recursos naturales y posibilidades, y el dolorido Perú, todavía no repuesto del terrorismo de los grupos violentos de extrema izquierda y la consiguiente dictadura de Fujimori, dan cabal idea de la permanente encrucijada que vive aquel continente irredento.

Produce vergüenza ajena contemplar a una ex presidenta y todavía vicepresidenta de la gran nación argentina, la gran amiga del ex juez Garzón y «conmilitona podemita», perorar, gesticular, desafiar a los molinos de ciento. Tan sólo porque la justicia de aquel país -tras una instrucción larguísima y con garantías- le halló culpable de robar miles de millones de dólares desde su tiempo de gobernadora en la provincia de Santa Cruz, junto con el fallecido marido, Néstor. Incluso más que vergüenza, produce conmiseración humana y lástima ante una señora que necesita imperiosamente ayuda. Es lo que tiene negar lo evidente y atribuirlo a una conspiración cósmica contra los desarrapados de la tierra. Lo hemos visto también en España en determinados casos de corrupción más que descriptible.

Aún peor, visto desde Europa y desde el mundo democrático, resulta el caso del ex presidente Pedro Castillo, comunista de libro y al que el Parlamento peruano se aprestaba a mandar a galeras por numerosos casos de corrupción y aprovechamiento espurio del poder. Se perpetra a sí mismo un autogolpe de Estado y se proclama caudillo con plenos poderes. En esos momentos un diario español -en otros tiempos respetado y con credibilidad democrática- habla de «disolución del Congreso», cuando la propia vicepresidenta Dina Boluarte, coaligada política de Castillo, comunista como él, por lo tanto, nada sospechosa, lo dejó claro desde el primer momento: «Se trata de un golpe de Estado…».

El corajudo Castillo, tan amigo de la señora vicepresidenta española Yolanda Díaz y del resto de «zurdofachas» hispanos, le sale el tiro por la culata e intenta poner pies en polvorosa; esto es, huir cual forajido. Ahí está su íntimo mexicano López Obrador, colega de todas las salsas izquierdistas, para ofrecerle asilo político. Argentina, Perú… Corrupción más corrupción. En este último país de habla española Castillo está acusado del delito de rebelión. ¿Les suena?